'*•.¸♡ ♡Ayleen♡ ♡¸.•*'
—¿Quién te enseñó a cocinar así? —cuestiona Lucas, mientras que yo no logro acostumbrarme a su presencia y a su falsa amabilidad.
—Mi mamá enfermó cuando cumplí los dieciséis años, tuve que aprender a hacer muchas cosas por mi cuenta.
Lucas detiene la cuchara a medio camino entre el plato y su boca, y me observa con lástima.
Odio la manera en que sus hermosos ojos hacen revolotear mariposas en mi estómago, pero me odio más por no poder odiarlo después de todos los desplantes que me ha hecho durante el corto tiempo que llevamos juntos.
—Lo siento —dice, enderezando su espalda—. Por lo de tu madre, quiero decir. Después de todo, creo que ni siquiera te he dado mis condolencias.
—Gracias —acepto. Regreso la vista a mi plato cuando su mirada se vuelve tan intensa que me cohíbe—. Toda muerte es dolorosa, pero creo que, dentro de lo que cabe, fuimos afortunadas, ¿sabes?
—¿Cómo puedes pensar así? No quiero ni imaginar qué sería de mí o de mis hermanos si mi madre nos faltara.
—A eso me refiero. Nosotras tuvimos tiempo para asimilar su enfermedad, para despedirnos a nuestra manera —explico, sin saber por qué le cuento algo tan personal precisamente a él—. El dolor nos hizo fuertes, y nos dio la oportunidad de valorarnos más, de disfrutar el tiempo juntas como si no hubiera un mañana, porque, de hecho, sabíamos que cualquier momento podría ser el último. Creo que a veces damos por sentadas las cosas. Pensamos que serán para siempre y no les prestamos la atención que se merecen.
Mis mejillas se calientan al notar la forma en la que Lucas me observa y escucha con atención cada palabra que digo. Bajo la cabeza y llevo la cuchara a mi boca solo por tener algo más que hacer que no sea mirarlo.
—Gracias —suelta de pronto—. Le dijiste a Dulce que he sido amable contigo, cuando ambos sabemos que no es verdad. Te lo agradezco y me disculpo por ello. Gracias también por la cena, Ayleen.
Lo observo, confundida, cuando se levanta de golpe de la silla. Lleva su plato al fregadero y sale de la cocina como si hubiera visto a un fantasma. Me quedo aturdida después del momento tan extraño que acabamos de tener, y suspiro dejando de lado mi plato, pues el hambre se ha ido tan rápido como lo ha hecho Lucas.
━━✧♡✧━━
Dos días pasan volando y aún no logro acostumbrarme al reciente cambio de actitud de Lucas. No es que nuestra relación haya mejorado, en absoluto, pero no puedo negar que me siento más tranquila a su lado. Sé que dos días de amabilidad no cambian todo el daño que me ha hecho con sus palabras, pero tengo que reconocerle el esfuerzo y disfrutar de la poca paz que comienzo a sentir en su presencia.
Después de cenar juntos y cruzar una que otra palabra. Lucas se levanta de la mesa y se dirige a su cuarto, mientras que yo me dispongo a limpiar la cocina.
Busco en mi celular el curso de diseño de modas en línea que encontré hace unos días, reproduzco el video de introducción y coloco el teléfono en donde puedo verlo al mismo tiempo que lavo los platos.
«Para tomar este curso, solo necesitas saber un poco de dibujo y tener entusiasmo por la moda. Además, necesitarás útiles de escritorio básicos, un pliego de cartulina, revistas y fotos o retazos de tela». Escucho a la presentadora del curso a través de la pantalla de mi teléfono, mientras termino de lavar las sartenes, y pauso el video al ver que se acerca Lucas a la cocina.
—¿Qué haces? Mañana viene la señora de la limpieza, no es necesario que hagas nada —espeta, fingiendo preocupación.
—No me molesta limpiar lo que ensucié, Lucas. Además, no puedo pasar el tiempo sin mover un dedo —objeto—. Estoy acostumbrada al trabajo.
—Pero ahora estás embarazada.
—Estar embarazada no es sinónimo de estar enferma —digo—. Lavar unos cuantos platos no me hará daño. En verdad. Me aburro muchísimo.
—Puedes ver televisión o leer un libro —insiste—. Mi madre me matará si se entera de que te tengo limpiando el departamento.
—Tu mamá no está aquí, Luc, y tampoco es como si se lo fuera a decir. ¿Tú lo harás?
«Ya deja de comportarte como un niño mimado», pienso, pero no se lo digo.
Lucas resopla una maldición, cierra los ojos y suspira con impaciencia antes de decir:
—Bueno, solo ten cuidado ¿quieres? —Da dos golpecitos con sus nudillos a la encimera y me lanza una última mirada antes de darse la vuelta y salir de la cocina.
—¿Vas a salir? —pregunto, pero me arrepiento tan pronto como las palabras escapan de mi boca—. Perdón, no es de mi incumbencia.
—Gabriel me pidió que lo viera en su departamento —me informa, observándome por encima de su hombro mientras sujeta el pomo de la puerta.
—Entiendo. —Agacho la cabeza y comienzo a retorcerme los dedos ante la idea de volver a quedarme sola.
Es irónico que me sienta más segura en mi humilde casa en el pueblo que en este enorme edificio con toda clase de dispositivos de vigilancia. Además, me conozco, y sé que apenas Lucas salga por la puerta, mi mente comenzará a imaginarlo con esa hermosa rubia que dice ser su "amiga".