Un Error a la Medida

Capítulo 18. Futuro

'*•.¸♡ ♡Ayleen♡ ♡¸.•*'

Mil emociones invaden mi pecho al mismo tiempo al saber que tendré una hija. El terror de las horas pasadas, después del asalto, es reemplazado por la felicidad absoluta al escuchar el furioso latir del corazón de mi bebé y de ver su preciosa figura en la pantalla.

La doctora sigue explicando pacientemente todo lo que observa: las medidas del fémur, el tamaño de sus órganos, la ubicación del cordón umbilical, su frecuencia cardiaca… pero mi mente se ha quedado pegada en la palabra «hija», y no logro prestar atención a otra cosa.

—Ella está… ¿está bostezando? —pregunta Lucas, recordándome que sigue aquí—. ¿Puede hacer eso, o solo es mi imaginación?

Me volteo hacia él al escuchar su voz, y me sorprendo al verlo justo a mi lado.

—Sí, claro que puede —explica la ginecóloga, sonriente—. En esta etapa, el feto puede hacer gestos faciales como bostezar, sonreír y hacer muecas; también pueden chupar su pulgar y hacer algunos movimientos. Además, sus retinas se vuelven más sensibles a la luz. Sus orejitas llegan a su posición final, a los lados de la cabeza, por lo que ya pueden escuchar, así que es un buen momento para estimularlo al hablarle y cantarle.

Lucas escucha atentamente a la doctora, asiente con comprensión, y no me pasa desapercibida la manera en que la comisura de sus labios se estira, formando una discreta sonrisa que me hace creer que todo irá bien. Que podemos lograrlo, juntos.

Sus ojos brillan mientras observa fijamente el monitor, y no puedo evitar el suspiro que infla mis pulmones al sentirme tan acompañada. De pronto me siento culpable por pensar así, pues Diego siempre estuvo conmigo los meses anteriores. Es injusto de mi parte decir que he estado sola durante mi embarazo; sin embargo, siempre soñé con que fuera Lucas quien sostuviera mi mano, quien sonriera y se emocionara al escuchar el latido del corazón de mi bebé, y ahora ese sueño se ha vuelto realidad.

—¿Estás llorando? —pregunta, limpiando una lágrima rebelde que resbala de mi mejilla—. Nuestra hija está bien, no tienes de qué preocuparte, ¿cierto, doctora?

Por poco se detiene mi corazón al escuchar las palabras «nuestra hija» salir de su boca, pero me obligo a seguir respirando y asiento, reprimiendo un sollozo de pura felicidad.

—Así es, todo parece estar en orden con su hija.

La consulta termina después de que la doctora me entrega el informe de la ecografía, me da las indicaciones que debo seguir durante esta etapa del embarazo y agenda la próxima cita.

Lucas y yo salimos en completo silencio de la clínica, pero esta vez se siente diferente. La tensión que nos rodea no me asfixia como de costumbre, por el contrario, por fin siento que logro respirar en su presencia.

—¿Estás más tranquila? —pregunta una vez que estamos dentro del auto.

—Sí, muchas gracias por acompañarme.

—No tienes nada que agradecer, Ayleen. Así será de ahora en adelante —promete, logrando que mi corazón se desboque—. Después del susto que nos diste, no volveré a dejarte sola hasta que conozcas la ciudad.

«¿Hasta que conozca la cuidad? —me pregunto—. ¿Eso quiere decir que ya estamos pensando en el futuro?».

—Dulce estará muy feliz —digo, cambiando de tema—. Ella estaba segura de que sería una niña.

—Sí, me lo dijo. Mi madre también se volverá loca. La creo capaz de viajar en este momento, solo para cuidar de su nieta personalmente. —Esboza una sonrisa ladeada que hace que me tiemblen las piernas.

«¡Dios! Si sigue hablando así hará que me derrita», pienso.

—Estoy bromeando. —Se ríe—. Mira cómo te pusiste.

Toco mis mejillas al sentir el calor que se esparce desde mis pómulos hasta mi cuello, y me volteo hacia la ventanilla sin poder enfrentarme a su mirada.

—Mi mamá también estaría feliz —murmuro con tristeza—. Nunca hablamos de esto, pues ser madre a mi edad me resultaba imposible de imaginar, pero estoy segura de que ella sería la más contenta.

Lucas guarda silencio, pero puedo notar cómo traga saliva con dificultad y sus manos aprietan con fuerza el volante.

No sé si mi comentario lo ha molestado, por lo que prefiero dejar de hablar y sumirme en mis pensamientos hasta que llegamos al edificio y subimos al departamento.

—Debes estar cansada —dice Lucas al abrir la puerta—. Yo tengo que volver a la empresa, pero… Olvídalo, hablaré con Gabriel y le avisaré que seguiré trabajando desde aquí…

—No es necesario —murmuro, apresurada—. Puedo quedarme sola. Te prometo que no saldré de aquí otra vez.

—No, no importa, me quedaré…

—Luc, te agradezco que lo digas, pero no es necesario, de verdad —insisto—. Descansaré un poco y después prepararé algo de comer. Ve a tu trabajo, anda.

Lucas me mira fijamente durante algunos segundos, como sopesando la idea de volver a dejarme sola, y no sé si es preocupación o desconfianza lo que brilla en sus ojos, antes de asentir con la cabeza y decir:

—Está bien, me iré, pero promete que me llamarás si sucede algo; cualquier cosa.

—Lo haré, te llamaré…



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.11.2024

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