Un Error a la Medida

Capítulo 22. Entrega

'*•.¸♡ ♡Ayleen♡ ♡¸.•*'

Lidia camina con seguridad acercándose al grupo, y no puedo dejar de notar su belleza. Va enfundada en un diminuto vestido que deja al descubierto su escote y sus maravillosas piernas, llamando la atención de todos los presentes. Incluido Lucas.

No puedo evitar sentirme pequeña e insignificante a su lado. Llevo mis manos a mi vientre por instinto al sentir su mirada sobre mí, y trato con todas mis fuerzas de mantenerme serena, aunque todo en mi interior me exige que huya y me esconda en el lugar más recóndito del salón.

—Me enteré de la fiesta del pequeño Mateo desde hace semanas —responde a Lucas, esbozando una sonrisa coqueta que me revuelve el estómago—. Estuve esperando mi invitación, pero supuse que con todo el ajetreo de los preparativos se les había olvidado enviarla.

—No, Lidia, no se me olvidó enviar la invitación —espeta Dulce—. No la recibiste porque no quise invitarte. Pero ya que estás aquí, quiero presentarte formalmente a Ayleen, mi cuñada. Parece que la primera vez que se vieron hubo una pequeña confusión.

«¡No, Dulce!», pienso avergonzada al escuchar cómo me ha llamado, pero me siento más segura al darme cuenta de que Lucas no la ha corregido.

—Hum… sí. Eso parece. Es un gusto conocerte al fin, Ayleen —masculla la rubia, forzando una sonrisa—. Soy Lidia, pero supongo que ya has escuchado hablar de mí. —Sonríe, presuntuosa.

—Mm… no mucho, en realidad —murmuro, encogiéndome de hombros—. También me da gusto conocerte.

Lucas tose cubriendo su boca con su puño, aunque más bien pareciera que se está riendo, y no me pasa desapercibida la forma en que su amigo Sergio aprieta su hombro, disimulando su propia sonrisa.

—¿De verdad? Lucas, qué malo eres —se queja Lidia—. ¿No le contaste a Ayleen sobre nosotros?

—¿Cuál “nosotros”, Lidia? No seas ridícula —zanja, dando por terminada la conversación. Se voltea hacia sus amigos, quienes observan la escena con cautela, y me sorprende al tomar mi mano y llevarme hacia una enorme mesa reservada junto a la principal.

—¿Estás bien? —pregunta, ayudándome a acomodarme en la silla—. ¿Quieres que te traiga algo? No creas que no me di cuenta de la forma en la que observaste la mesa de dulces. —Sonríe de forma juguetona, haciéndome olvidar el mal rato que me hizo pasar su exnovia.

—Bueno… ya que insistes —digo, sonrojada.

Lucas asiente, se aleja hacia la mesa donde se encuentran las golosinas y no puedo retener la carcajada que escapa de mi garganta al verlo malabarear con la cantidad de dulces que carga en sus manos.

—Nunca lo había visto así —murmura Sergio, llegando a mi lado.

—¿Así cómo?

—Tan tranquilo y relajado. Parece una persona diferente, supongo que has sido una buena influencia para él.

—No sé, creo que no lo conozco lo suficiente para notar la diferencia —respondo, aunque sí que he notado su cambio—. Imagino que ya les contó la forma en la que nos conocimos.

Los ojos de Sergio siguen el movimiento de mis manos cuando las poso sobre mi vientre y comienzo a acariciar a mi hija.

—Lucas no suele contarnos nada sobre su vida privada —dice Mario, sentándose a mi otro costado—. Pero no te equivocas, sabemos todo sobre ti —presume, dándome un empujoncito con su codo.

—Espero que no les haya dicho nada malo o demasiado vergonzoso —espeto, cubriendo mis mejillas con mis manos.

—Si llamas vergonzoso a ser una chica hermosa, fuerte y “demasiado perfecta para ser real”, entonces supongo que lo hizo.

«¿Lucas dijo eso de mí?», me pregunto, y debo hacer un enorme esfuerzo para no demostrar mi desconcierto al verlo llegar a la mesa.

—Dejen de molestar a Ayleen —exige a sus amigos, dejando caer de sus manos la ridícula cantidad de golosinas que ha traído para mí—. Espero que no hayan dicho nada tonto —dice, lanzándoles una mirada amenazante.

—¿Cómo crees, hermano? Solo hablábamos de Mateo. Parece muy feliz con su fiesta. —Me guiña un ojo disimuladamente, y trata de tomar uno de los pastelillos frente a él, pero Lucas palmea su mano con los reflejos de un gato, impidiéndole conseguir el postre.

—No los toques, son para mi hija —lo reprende, dejándonos a todos con la boca abierta—. Yo… iré a ver si Dulce necesita algo. Ahora regreso, ¿está bien?

—Sí, por supuesto —digo, desviando mi mirada para que no note cómo se humedecieron mis ojos al escuchar lo que dijo.

—Ustedes, cuídenla —advierte, señalándolos con el dedo.

—Señor, sí, señor —responde Sergio, haciendo un saludo militar.

—Gracioso.

Lucas camina hacia el área de juegos, donde se encuentran Dulce, Mateo y Diego, quien no puede ocultar su molestia al ver llegar a su viejo amigo.

—Lo perdimos —suspira Mario.

—Soldado caído —secunda Sergio, ambos observando a Lucas a la distancia.

Finjo no entender a lo que se refieren, tomo uno de los postres que Lucas ha traído «para su hija» y me ocupo en masticarlo, haciendo un enorme esfuerzo por distraer mi mente en otra cosa que no sea en el revolotear de las mariposas en mi estómago.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.12.2024

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