'*•.¸♡ ♡Ayleen♡ ♡¸.•*'
Agosto
—¿Estás segura de que puedes seguir cosiendo a estas alturas de tu embarazo? —pregunta Lucas con preocupación al notar mi cansancio, mientras termino de confeccionar el vestido de princesa para Camila, la hija de una de las amigas de Dulce.
Después de la fiesta de Mateo he tenido mucho trabajo de costura: vestidos de noche, reparaciones de prendas y linería; pero he descubierto que disfruto sobremanera diseñar disfraces para niños. He pensado seriamente en, algún día, poder abrir mi propia boutique de diseño de prendas de fantasía, donde las personas podrán hacer pedidos exclusivos para sus hijos.
La idea ha rondado en mi mente desde hace semanas, pero soy consciente de que me llevará tiempo y mucho esfuerzo poder lograrlo, sobre todo después de que nazca mi hija, pues estoy segura de que al principio será difícil acostumbrarme a una nueva rutina; sin embargo, no puedo negar que estoy muy emocionada. Por fin mi vida tiene un propósito claro y, con el apoyo de Lucas, sé que lo conseguiré.
«Vas a estar muy orgullosa de mí, mamá».
—Ayleen, ven a la cama. Hazlo por Lucía —insiste Lucas, refiriéndose a nuestra hija.
Decidimos que se llamaría así después de que me contara la historia de su hermano y su exnovia. Me dio mucha pena escuchar todo lo que tuvo que pasar Gabriel, pero su experiencia sirvió de detonante para que Lucas abriera los ojos y se decidiera a darme una oportunidad; él mismo me lo dijo.
Gabriel se sorprendió al saber el nombre de nuestra hija y, a pesar de que luchó por permanecer imperturbable, fue evidente que el gesto lo conmovió, pues se ha vuelto más cercano a nosotros desde entonces, y ha pedido ser el padrino de Lucía. Tal parece que su corazón no es tan frío como parece.
—Estoy bi… —me interrumpo al sentir la fuerte patada de Lucy en mis costillas, que me obliga a enderezarme y respirar profundo—. Okey, okey… ya entendí —digo con voz estrangulada, acariciando el pequeño bultito bajo mis senos, donde se encuentran los pies de mi hija, y debo cerrar los ojos con fuerza al sentir la molesta contracción que atraviesa mi espalda y se instala en mi vientre bajo, haciéndome gemir por el dolor.
—¿Otra contracción? —cuestiona Lucas, acercándose a mí. Acaricia mi espalda y espera a que el dolor pase para ayudar a levantarme—. Cada vez son más frecuentes. ¿Estás segura de que son falsas?
—S-sí —balbuceo—. La doctora dijo que era normal en el último mes, y que sabría notar la diferencia cuando fuera una contracción de parto.
—No lo sé, Ayleen, tal vez deberíamos hablarle —propone—. Ya van cinco en la última hora.
—¿Las has estado contando? —pregunto entre risas, luchando por recuperar el aliento.
—Sí, y esta fue más dolorosa que las demás. Según lo que recuerdo, no deberían de aumentar de intensidad —explica como todo un sabiondo—. Insisto en que deberíamos llamar a la doctora.
—No… estoy bien, solo iré a descansar y se pasará. Además, aún faltan dos semanas para la fecha de parto.
Dejo que Lucas me ayude a llegar a la cama y me hago un ovillo sobre el colchón. Conforme pasan los minutos el dolor comienza a disminuir, así como la sensación de presión en mi barriga.
Lucía ya no se mueve con la misma frecuencia de antes, pues ahora es tan grande que apenas tiene espacio para estirar sus piernitas; pero, cuando se mueve, pareciera que va a romperme la piel y salir en cualquier momento.
—¿Tienes miedo? —cuestiona Lucas desde mi espalda, al tiempo que acaricia la zona de mi vientre donde se encuentra nuestra hija.
—Un poco —confieso, disfrutando de su toque que me relaja y adormece—. ¿Y tú?
—No. Todo saldrá bien —dice, no sé si para darme ánimos a mí o a él mismo—. Quiero decir, por supuesto que siento nervios, pero confío en que estás en buenas manos. Además, alguien debe ser fuerte por los dos, ¿no?
Mi cuerpo se sacude en una carcajada que despierta a mi hija y la hace cambiar de posición, lo que Lucas aprovecha para venir al frente y hablarle a Lucía directamente sobre mi piel.
—Escucha, traviesa, yo sé que ya quieres salir y conocer a mami y papi, pero aún no es tiempo —le dice—. Tienes que ser paciente y esperar un poco más. Deja descansar a mamá para que pueda traerte al mundo en un par de semanas ¿está bien?
Me quedo embobada escuchando su tierna charla, y un cúmulo de emociones se agolpan en mi pecho, haciéndome sentir cómo mis ojos van llenándose de lágrimas.
—Te quiero —suelto de la nada, llamando la atención de Lucas. Él me observa con esos hermosos ojos verdes que me roban el aliento; suspiro mientras acaricio los mechones de su cabello.
—¿A qué ha venido eso? —pregunta sonriente, acomodándose frente a mí—. También te quiero, lo sabes ¿cierto?
—Lo sé —murmuro entre lágrimas, con la emoción a flor de piel—. Solo… tenía ganas de decírtelo.
—No me asustes, Ayleen. Si quieres decirme lo que sientes, sabes que puedes hacerlo cuando quieras, pero no lo hagas como si estuvieses… ya sabes, despidiéndote.
—Lo siento. Es solo que estos meses a tu lado han sido hermosos y no encuentro palabras para agradecer todo el apoyo que me has dado, no solo en mi embarazo, sino también en mis proyectos —explico con un nudo en la garganta—. Si algo sale mal en el parto…