Un escudo roto

Escondido entre las montañas

A los pies de dos montañas que conectaban con una cordillera, Hoglandet contaba con algunas cabañas esparcidas a lo largo de dos hectáreas de terreno. A los costados, algunos corrales y zonas delimitadas para los cultivos. Cerca del centro del poblado se alzaba un silo junto a dos bodegas. En la puerta de la casa más próxima a ellos, se encontraban dos personas conversando. Pasó un momento hasta que se percataran de los visitantes, especialmente en la mujer corriendo hacia ellos.Tras unos segundos de confusión, se dieron cuenta de quien había llegado.

—¡Tiza regresó! —gritó uno de los pobladores, alertando a todas las personas de la noticia.

Instantes después, todo el pueblo salió de sus casas con faroles y mantas para recibir a la mujer. Skyddar había sido dejado bastante atrás, y caminaba lentamente en su dirección. Tanta gente en un mismo lugar no le daba confianza, pero si las historias de Tiza eran correctas, no tenía nada de qué preocuparse; incluso si quisieran matarlo, no tendrían ni la fuerza ni la habilidad para lograrlo. Cuando el grupo alcanzó a Tiza, comenzaron a bombardearla con preguntas, mientras otros revisaban sus brazos y manos en busca de heridas. Abrumada por la situación, Tiza no pudo hacer nada más que quedarse quieta y tratar de tranquilizar a las personas. Más de la mitad eran adultos de apariencia un poco mayor a la de ella, otro parte eran similares a su edad y la minoría eran ancianos. Antes de que el interrogatorio siguiera, la multitud comenzó a apartarse del centro, dando paso a dos personas de aspecto mayor. Ambos, con pelos repletos de mechones grisáceos, apenas vieron a Tiza, se abalanzaron sobre ella, rodeándola con sus brazos en un inmenso abrazo; eran sus padres, y por las lágrimas en sus ojos, habían estado implorando poder volver a ver a su hija.

Skyddar detuvo su avance. El momento se sentía demasiado íntimo para que el interviniera, pero tampoco planeaba quedarse parado en la nieve a mitad de la noche. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para ser notado, la mayoría de miradas se posaron sobre él. Fue el padre de Tiza el que habló primero.

—Querida, ¿Quién es está persona? —dijo el señor, mientras se colocaba frente a su hija y su esposa, tratando de cubrirlas con su cuerpo. El señor era casi dos cabezas más pequeño que el guerrero.

—Él es Skyddar, papá. Me ayudó a regresar —respondió Tiza—. Pasó una desgracia mientras estábamos en Missfargad. El señor Fulgar… trató de protegerme, pero no lo logró

La euforia de la situación se esfumó por completo al oír esas palabras. Todas las personas cambiaron su semblante de una profunda alegría a una enorme preocupación. Incluso un pueblo alejado conoce la importancia de Missfargad, y la idea de que algo malo haya ocurrido allá era ciertamente aterradora. Antes de que el bombardeo de preguntas comenzara nuevamente, el padre de Tiza alzó la voz.

—Hablaremos de esto en la asamblea de mañana, por favor todos regresan a sus casas y descansen. Tenemos que utilizar todo el tiempo que nos queda antes de que la nieve cubra por completo a Hoglandet

Con esas palabras, el grupo se dispersó. La mayoría de ellos le dieron un último vistazo a Skyddar, como si observaran a una especie de animal exótico.

—Lamento que no tengamos una bienvenida digna, Skyddar —dijo el padre de Tiza—. Yo soy Konrad, padre de Tiza y líder de Hoglandet. Ven con nosotros, por favor, nos gustaría recibirte en nuestra casa y escuchar lo que sucedió

Con un pequeño gesto, los padres de Tiza tomaron rumbo hacía una cabaña cercana al silo del pueblo. Skyddar y Tiza los seguían por detrás cargando ambos costales, a la suficiente distancia para que no los escucharan.

—¿Qué se supone que les vas a contar? —preguntó Skyddar.

—La historia que me dijiste al principio —respondió Tiza—. Mientras no entremos en demasiados detalles, todo estará bien

Un plan arriesgado, pero un plan, a fin de cuentas. Al ingresar a la cabaña ambos fueron recibidos por el calor de la chimenea, dándoles un alivio que no sintieron durante toda su travesía. La entrada daba lugar a una pequeña mesa de madera, ocupando la mayor parte de la sala principal. A la izquierda un pasillo conectaba con la recamara y la cocina. Colocaron los costales a los lados de la puerta principal, y tomaron asiento en la mesa, donde los padres de Tiza ya preparaban vasos con vino y tazones con estofado. Dejaron que la dupla cenara primero. Una comida de este estilo era lo que necesitaban para terminar de sentir que su viaje había valido la pena. Una vez terminaron sus platos, las preguntas empezaron. Tiza se encargó de describir la situación general, dando como la historia real la narración que Skyddar le dijo la primera vez que se conocieron. Skyddar, por su lado, sólo se encargaba de confirmar o de asentir con la cabeza. Ambos señores quedaron conmocionados por la situación.

—Sabía que era riesgoso salir de Hoglandet con tantos ataques de bárbaros sucediendo en el reino, pero jamás pensé que llegara a estos extremos —dijo Konrad, claramente abatido.

—Nadie esperaba que esto sucediera -añadió Skyddar.

—Es bastante para procesar —mencionó la madre de Tiza—. El pobre señor Fulgar, y pensar que esa sería la última vez que lo vería

—No puedo creer el enorme peligro al que te sometiste, hija —Konrad detuvo sus pensamientos antes de asimilar lo que pudo ocurrirle a Tiza—. No sabes cuan agradecido te estoy Skyddar, por salvarla y asegurarte que regresara sana a casa




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