Víctor aterrizó su vehículo espacial en el planeta habitable que detectó en esa región inexplorada del espacio. Era experto en encontrar exóticos productos, para sus exclusivos clientes. A la vez, lo unía a lo que le encantaba: explorar la periferia de la república.
Este mundo tiene poca fauna, y una gran variedad de vegetación que examinar. Según registraron los sensores desde la órbita —se dijo satisfecho.
Antes de abandonar la seguridad de la cabina, se armó con su arma láser y se dirigió hacia el bosque cercano, siendo observado por los pequeños animales que no sabían lo que era un hombre. Sin dudarlo, aprovechó la ocasión y alcanzó a varios con su arma. Así dispondría de algunos para examinarlos, el resto se apresuró a huir asustados.
Su aspecto, similar a roedores, no es que motive en exceso el degustarlos —opinó al verlos de cerca.
Cogió el analizador del cinturón y examinó si eran comestibles. Satisfecho al comprobar que sí, los guardó en la bolsa que llevaba. Poco después, se cruzó en su camino un pequeño depredador, era una mezcla entre zorro y jabalí, del tamaño de un gato. Lo abatió de un certero disparo.
La fauna de este mundo es escasa, aparte de estos dos, según los sensores. Tan solo hay algunos insectos y varios pájaros —pensó en voz alta.
Al anochecer, portaba en la bolsa las aves. Encendió un fuego cerca del vehículo, empezando a preparar a sus presas. Quería ver si la carne le serviría a sus clientes. Tras comprobar que fuesen aptas para consumo las que no había examinado, recolectó algunas frutas y unos tubérculos de color azul, parecidos a las patatas, que comían esa especie de ratas.
Al cabo de una hora tenía ante sí un plato combinado de rodajas de esos tubérculos pelados y un surtido variado de carnes de los diferentes animales. Sin más preámbulos, empezó a comer y el pequeño depredador lo engullía con una voracidad inusual, hasta que se detuvo al intuir algo extraño.
Será mejor que la examine, resulta demasiado adictiva al paladar —musitó al coger el analizador.
Tras un examen más minucioso, que realizó a todo lo que recogió de ese planeta, sonrió complacido ante lo que mostraban las lecturas. Era un descubrimiento que le ayudaría a subir el precio de cara a los clientes.
Esos extraños tubérculos tienen una sustancia venenosa, que muta en un tóxico al que los depredadores se han acostumbrado. Lo toleran en parte, aunque acorta sus vidas. Será lo que mantiene su número bajo –teorizó al coger un tubo de pastillas que había en el mismo cinturón del arma– Por suerte, no he comido mucha carne —dijo aliviado.
Ingirió la medicina y volvió a poner el recipiente en su lugar.
«Tras procesar estos deliciosos alimentos, mantendrán parte de su adicción y estarán libres de veneno. ¡Será el delicado y suculento manjar que servirán a los selectos comensales que puedan permitirse pagarlos!» Pensaba al coger la bolsa.
Entró en su vehículo y cerró la compuerta, para pasar la noche. Al día siguiente, volvería a cazar un ejemplar de cada animal y partiría hacia el espacio.
FIN
Editado: 11.01.2024