Un extraño en mi alcoba

Capítulo 4

(Tarik)

Los cuatro tuvimos la misma idea al desmontar: estirar las piernas y los brazos. Llevábamos horas en la misma posición por lo que nos encontrábamos algo entumidos. Mire a mi alrededor, hacia el claro en donde habíamos aterrizado, el cual estaba rodeado de enormes árboles de troncos torcidos y hojas de diversos colores.

—Así que... esto es Encenard... qué bosque más raro —comenté llevando mis manos detrás de mi nuca.

—¿Perdiste la cabeza? —me amonestó Enzo en voz baja—. Acabamos de llegar y ya estás insultando el reino.

—¿Estás insinuando que no puedo insultar el lugar y a su gente a mi antojo? Oye a mí nadie me explicó eso, de lo contrario no habría accedido venir —bromeé para sacarlo de sus casillas, lo cual funcionó a la perfección.

—No tienes remedio, Tarik, ¿cómo puedes decir tanta sandez?  —comenzó a regañarme.

—Enzo, estoy bastante segura de que Tarik te está tomando el pelo —intervino la princesa Odette de pie a unos metros de nosotros con la cabeza recargada sobre el pecho del príncipe Luken.

—¿Ya ves, Enzo? Odette tiene poco de conocerme y ya sabe que no se debe tomar en serio lo que digo. ¿Cuándo vas a aprender tú? —pregunté con una mueca de burlona desaprobación, lo que provocó que Luken comenzara a reír.

Dos carruajes con el escudo de Encenard a los costados llegaron en ese momento. Di un paso hacia atrás cuando vi quién los conducía. Ya sabía yo que Encenard era el reino de los duendes y que parte de su población estaba conformada por esas criaturas, pero jamás había visto uno y la visión no era bella. Los duendes eran como enanos deformes, nos llegaban por debajo de la cintura, eran robustos, con cabezas más grandes que sus cuerpos, orejas puntiagudas y narices anchas.

—¡Bienvenida a casa, princesa Odette! —saludó entusiasta uno de los cocheros y luego puso su atención en nosotros—. Bienvenidos todos.

—¡Gracias, qué amables! —exclamó Luken como si fuera cualquier cosa, claro que él ya había estado antes en el reino de su esposa, para mí era la primera vez.

Giré mi atención a Enzo y vi que él estaba tan desconcertado como yo por nuestro primer encuentro con esta nueva especie.

Con amabilidad y la mejor disposición, los duendes quisieron tomar nuestros baúles para cargarlos en los carruajes. Eso nos ayudó a reaccionar y de inmediato nos adelantamos para asistirlos. En un par de minutos nuestro aturdimiento inicial dio paso a la familiaridad, podían tener aspecto extraño, pero qué agradables eran los duendes.

Odette y Luken viajaron en el primer carruaje, mientras que Enzo y yo íbamos en el segundo. Del claro nos adentramos un poco al bosque y luego salimos hacia la ciudad de Encenard andando por lo que parecía ser la avenida principal. Una calle llena de comercios, vendedores ambulantes y vida. Enzo y yo mirábamos cada uno por una ventana, jamás habíamos salido de Dranberg y esto era como contemplar otro mundo.

—¿Te lo imaginabas así? —preguntó Enzo con voz de asombro.

—No sé ni qué me imaginaba, pero no esto —admití, encantado con lo que veía.

—Qué lugar más hermoso —comentó en un suspiro.

En ese momento, el carruaje pasó delante de un grupo de chicas que iban andando. Las dejamos atrás rápidamente, pero la imagen de sus seductores cuerpos entallados en esos vestidos se quedó conmigo.

—Hermoso sin duda... —comenté con una sonrisa torcida—. Oh, Enzo, creo que nos vamos a divertir de lo lindo aquí porque las locales son guapas en serio.

Enzo quitó su atención de la ventana y me miró con ojos fulminantes.

—Ni empieces, el rey nos mandó acompañando al príncipe para asegurarnos de su bienestar, no para andar tras faldas —me amonestó.

—Oh, vamos, Luken va a estar más que bien resguardado por sus suegros... tú y yo tendremos mucho tiempo libre en nuestras manos que vamos a tener que llenar de algún modo... y yo ya encontré en qué lo voy a emplear —respondí con desfachatez. Enzo puso los ojos en blanco y volvió a darme la espalda—. Sabes, Enzo, a veces me pregunto, ¿qué fue lo que pasó contigo para que terminaras siendo tan trágicamente soso?

No obtuve respuesta, aunque tampoco la esperaba, Enzo se limitó a refunfuñar por lo bajo hasta que llegamos a nuestro destino.

Para acceder al castillo debíamos pasar unas pesadas rejas, tras ellas había un patio de recepción en el cual nuestros anfitriones aguardaban por nosotros.

Odette bajó de un brinco del carruaje, sin esperar a que este hiciera alto total y corrió a abrazar a su familia. Luken descendió segundos después y nosotros hicimos lo mismo.

Recordaba vagamente a la familia real de Encenard, pues habían ido de visita a Dranberg hacía algunos años cuando su hijo Alexor desposó a la hermana de Luken, nuestra princesa Triana. Ahí estaban ellos también recibiendo con abrazos a Luken y a Odette. A Alexor lo habíamos llegado a conocer un poco más, ya que había vivido entre nosotros unos meses antes de casarse, los demás eran prácticamente desconocidos.

Enzo y yo permanecimos de pie a unos pasos aguardando que la familia se saludara. Todos estaban tan emocionados que tardaron un rato en percatarse de nuestra presencia. La reina Annabelle fue la primera en dirigirse a nosotros, haciendo que el resto de los Autumnbow nos enfocaran también.

—Bienvenidos a nuestro reino —nos saludó.

—Majestades, ellos son Enzo Parisi y Tarik Ferraz —nos presentó Luken.

De inmediato Enzo y yo hicimos una reverencia ante los reyes.

—Es un placer tenerlos aquí, espero que mi reino sea de su agrado —saludó el rey Esteldor con buen ánimo.

—Puede que los hayan conocido durante su estancia en Dranberg, pero no los recuerden —apuntó Luken.

Alexor dio un paso al frente para abrazarnos.

—¡Que si me acuerdo! —exclamó gustoso.

La princesa Triana imitó a su esposo. Ella claro que nos conocía, pues habíamos crecido juntos en la corte de Dranberg. Su abrazo fue menos entusiasta, puesto que su enorme vientre de casi nueve meses de embarazo le impedía sujetarnos con ímpetu.



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En el texto hay: humor, romance, matrimonio obligado

Editado: 04.01.2023

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