(Tarik)
Los gemelos y Alexor nos escuchaban boquiabiertos, sin poder creer que Carlo Godard se hubiera atrevido confrontarnos de forma tan grosera. Habían pasado un par de días del incidente de la bienvenida, pero yo seguía molesto y a Enzo le ocurría lo mismo. No habíamos mencionado nada antes, pues no deseábamos preocupar a Luken, pero ahora que él no estaba podíamos descargar nuestro enojo abiertamente. No era usual que alguien se atreviera a faltarnos al respeto y se saliera con la suya. Ese bravucón se tenía bien merecida una tunda, las cosas no se podían quedar así, pero tampoco queríamos molerlo a golpes y que después el incidente llegara a oídos del rey Esteldor. Eso podía afectar negativamente la imagen de Luken, pues él nos había traído aquí. Hacerlo quedar mal significaría el rotundo fracaso de nuestra presencia en Encenard, así que, de momento, nos encontrábamos con las manos atadas.
—Debo admitir que me quedé sin palabras —comentó Alexor con expresión perpleja—. Digo, Carlo siempre ha sido un pesado de lo peor y, después de lo que pasó con Melina, a mí me ha dedicado varias miradas desdeñosas, pero jamás lo creí capaz de ser tan abiertamente cretino con alguien.
—Espero que lo que hizo no afecte su opinión de nuestro reino—se disculpó Connor–. El resto de sus habitantes somos bastante agradables.
—No tienes ni que decirlo, jamás nos pasó por la mente meterlos a todos en el mismo saco —dije con una sonrisa despreocupada.
—Lo mejor será enterrar el asunto y guardar distancia del sujeto en cuestión —concluyó Enzo.
—Excepto que mañana es su fiesta de compromiso y todos estamos invitados —intervino Connor.
—Si se sienten mejor absteniéndose de ir, solo díganlo y encontraré una excusa para que no vayamos —se ofreció Alexor.
Por más tentador que sonaba no tener que ir a verle la cara a ese zoquete, eso también significaba perder una oportunidad para ver a Melina y eso no estaba dispuesto a hacerlo. Por suerte, no fue necesario que yo me rehusara.
—Alto ahí, yo no accedí a eso —se quejó Gregor—. ¿Qué mejor manera de vengarnos que presentarnos y estropearle la fiestecita? Yo digo que vayamos, nos bebamos todo el licor y hagamos una escena.
La sugerencia hizo que Connor soltara una carcajada de complicidad.
—Podemos orinar una que otra maceta, hacer algún comentario que lo haga quedar mal ante su futura familia política —secundó con picardía.
Sonreí ante la idea, me agradaba la iniciativa de los gemelos.
—Por más que me encantaría, eso está fuera de cuestión —intervino Alexor—. Recuerden que Gema es nieta de uno de los amigos más queridos de nuestro padre. Si estropeamos la fiesta, no va a haber lugar donde nos podamos esconder de la furia del rey.
Ambos gemelos resoplaron decepcionados, la sola idea de provocar la furia de su padre era suficiente para hacerlos cambiar de opinión. No podía culparlos, Esteldor Autumnbow parecía un hombre de cuidado. Yo tampoco querría despertar su furia.
—Con que nos mantengamos alejados de él en la fiesta será suficiente —opinó Enzo—. Escuché que será un evento grande, con numerosos invitados.
—Lo será, todas las familias de renombre del reino están invitadas, va a ser como un desfile de toda la gente de alcurnia de Encenard —confirmó Alexor.
—Sí, será muy fácil evitarlo, formaremos nuestro propio equipo de búsqueda —dijo Connor.
—¿Nuestro equipo de qué? —pregunté confundido.
—Es una tradición de los Godard, cuando dan fiestas, organizan una búsqueda de tesoro —me explicó Alexor—. Lo que hacen es que esconden un objeto y nos proporcionan pistas que debemos ir siguiendo para encontrar su ubicación, para ello formamos equipos.
—Suena bobo, pero es bastante divertido —intervino Gregor—. Sobre todo, porque las pistas las colocan por toda la casa, en el sótano, en el jardín e incluso en sus propias habitaciones. La vez pasada casi ganamos, pero Odette se confundió con una pista y lo echó todo a perder.
—No fue culpa de ella, fue tuya, le tendiste el acertijo al revés —lo corrigió Alexor.
—Como sea, el punto es que no tenemos que hacer equipo con Carlo y eso es lo único que importa —se defendió Gregor fingiendo indiferencia.
La idea no me entusiasmaba, pero de pronto se me ocurrió que tal vez podría quedar en el mismo equipo que Melina. Eso me daría oportunidad de estar más cerca de ella; quien sabe, incluso en la búsqueda podríamos escabullirnos a una de las habitaciones con la excusa de buscar una pista y aprovechar el momento a solas... Vaya, repentinamente ya no podía esperar para que llegara el momento de la fiesta.
Alexor apuró su tarro y lo dejo de golpe sobre la mesa de madera.
—Ha sido un placer, pero me temo que volveré al castillo. No me siento bien dejando a Triana mucho tiempo sola, no cuando el nacimiento del bebé está tan cerca —nos explicó mientras se levantaba de su asiento.
Tanto los gemelos como yo inclinamos la cabeza a modo de despedida, pero Enzo se puso de pie tras él.
—Regresaré yo también. Estoy cansado —dijo suprimiendo un bostezo.
Los miramos marcharse y luego volvimos la atención a la mesa.