River Folk, Mansión FitzGerald. 1 de Octubre 1928.
El golpe en su nuca no fue suficiente para Rose. Tomó uno de los abrecartas del escritorio y lo clavó en su espalda sin piedad. La hoja de plata manchada de su sangre volvió a hundirse en él hasta hacerlo caer al suelo una vez más.
Marcus contemplaba la sangrienta escena desde la puerta del despacho de su amigo y socio.
Los ojos agonizantes del hombre en el suelo de su propio hogar no fueron capaces de apelar a la conciencia de los traidores.
Rose le entregó al espectador el objeto de mango de marfil para que él mismo lo terminara de una vez.
—Apresúrate. Debemos irnos — le urgió ella cuidando no manchar sus zapatos de sangre.
—Lo lamento John. Las cosas no tenían porqué terminar así — dijo antes de atravesar su corazón mirándolo a los ojos.
Con el último latido y su última exhalación, John pudo ver como su esposa, su amada Rose, se desprendió de su anillo antes de tomar la mano de su amante y huir.
Hoy.
—Tienes razón Susy. Debo seguir adelante. Ese maldito no merece mis lágrimas.
—Claro que no. Él no supo valorar quien eres.
—Exacto. Pero yo sí Susy. Yo sé lo que valgo. Yo valgo mucho. Mil veces más que esa estúpida zorra. Y nunca. Óyeme bien. ¡Nunca! Tendrá a alguien como yo.
Se empinó la botella de cerveza y se sirvió más vino en la copa.
—¿Sabes qué haré? Voy a escuchar tu consejo. Porque tú sí eres una buena amiga Susy. No eres una traidora como la que decía ser mi mejor amiga.
—¿Vendrás conmigo?
—Sí. Empacaremos esta noche y nos iremos mañana.
—¿Mañana? Pero, y todo esto — dijo mirando alrededor el apartamento que compartían.
—Lo venderé todo. Y de todas formas no necesito tanto para volver a empezar. Como tú dijiste, solo mi dignidad y a mi más querida amiga.
Susy volvió a abrazarla al ver que sus labios temblaban de nuevo. Ahora se necesitarían una vez más para curar el corazón roto de Julieth.
—Hablaré con mi tío en la mañana y avisaré del traslado. Todo estará bien Julieth. Saldremos de esto juntas. No voy a dejarte sola ¿Sí?
Julieth asintió limpiando inútilmente las lágrimas que no desaparecían.
—Va a gustarte River Folk. Es una bonita ciudad. Muy… Pintoresca.
—¿Eso significa que no hay salas de belleza y cine? — Bromeó sin dejar de abrazarla.
—No. Eso sí no. Por nada me mudaría a un lugar donde no pueda tener mis hermosas y perfectas uñas.
Ambas sonrieron. Sin importar lo pésima que la vida podía ser, no perdían el glamour.
River Folk era una ciudad pequeña en comparación a las grandes urbes donde ellas vivían pero Julieth y Susy presentían que un cambio de 180° les sentaría bien. En especial a Julieth.
—Gracias señor Smith por recibirnos en su casa.
—No es nada hija. River Folk es conocido por su hospitalidad. No podría ofrecerte menos si soy el alcalde — dijo riendo aquel hombre de gran tamaño y cabeza calva.
—Gracias tío. Pero Julieth preferiría tener su propio lugar, sabes.
—Ah sí claro. Entiendo. Son mujeres modernas e independientes. Eso es bueno. Ese espíritu es el que saca adelante a esta nación. En especial las mujeres, siempre lo he dicho, son el motor de cada hogar, de cada ciudad….
—Sí. Bueno, ¿Sabrás de algún lugar? — interrumpió Susy antes que se pusiera a declarar algún discurso de George Washington o la constitución.
—Eh. Pues, no Susy. ¡Moly! ¡¿Sabes de algún lugar para vivir?! ¡La amiga de Susy busca casa!
—¡NO! Y ya deja de gritar — refunfuño Moly entrando a la sala—. Odio que grites y hables tanto. Como si no fuera suficiente todo lo que hablas todo el día con tus amigos y en la alcaldía. Tengo que soportarte en esta casa.
Las quejas de Moly se fueron apagando conforme el señor Smith fue aumentando el volumen de la televisión.
—Bueno. Muchas gracias de todos modos — habló Julieth sin esperanzas de que le escucharan.
—Aunque en realidad si hay un sitio.
El señor Smith torció el gesto adivinando lo que su esposa diría.
—Es el único lugar Samuel. Además está muy barato.
—¿De qué lugar hablan? — Quiso saber Julieth.
—La mansión FitzGerald. Bueno, ya no es tan mansión. Han ido vendiendo el terreno poco a poco pero nadie quiere comprar la casa.
—¿La mansión embrujada? — Preguntaron Susy inclinándose en su asiento.
—¿Embrujada?
—Solo son rumores Julieth. No le hagas caso a esta mujer chismosa. Por que eso es lo que son. Tú y todas tus amigas. Chismosas.
—¡¿Cómo te atreves a decirme esas cosas?! Te juro por Dios que un día voy a matarte Samuel. Y que Dios me perdone por ello.
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Editado: 08.09.2018