Un fantasma al atardecer.

Capítulo 10: El trato.

—Lo que dices… John. Es que… Quieres mi permiso para… Poseer mi cuerpo. Y… Así poder… Acercarte a la mujer que dices amar. 
—En resumen sí, Patrick. Pero solo si tú estás de acuerdo.

 

Patrick asintió sin dejar de mirarlo. A estas alturas John temía lo peor. Había logrado convencer a Patrick de que él realmente era un espíritu incorpóreo, claro que su mera presencia hacia tal afirmación irrefutable. Sin embargo, lo que le estaba pidiendo a Patrick era un salto de fe. 

 

—Tengo una duda. Bueno, muchas en realidad pero, la que está en la cabeza de mi lista es: ¿Ella, sabe de tu existencia? Digo, pues será mi cuerpo no el tuyo el que usarías. ¿Qué hay si ella me viera de nuevo? Creerá que eres tú. 
—Cierto. No te di detalles al respecto. Sí, ella me conoce muy bien. Y descuida, yo me encargaré de explicarle los pormenores. 
—John ¿Porqué en lugar de complicarte tanto solo se lo dices? A menos claro que pretendas algo más con ella — agregó sonriendo.
—Digamos que no tengo mucho tiempo Patrick. 
—Entiendo. Y necesitas un cuerpo físico para dormir con ella. Qué pena que no seré yo — dijo ensanchando su sonrisa. 
—No me parece correcto hablar de tales intimidades tratándose de ella — dijo levantándose de su sitio al ver la sonrisa malvada de Patrick que solo insinuaba sus intenciones. 
—Vaya.  Un fantasma con alto sentido de la moralidad. Estoy perplejo. Sin embargo, amigo, te recuerdo que tu eres quien tiene menos derecho a hablar de moral sobre ella. Eres tú el que está aquí tratando de convencerme para usarla. Dime si miento.

 

John decidió no responder de inmediato. Era cierto, era todo menos alguien de recta moral. 

 

—Solo, es por esta vez. ¿Me ayudarás? 
—¿Eso significa que iremos con la bruja? 
—Sí. 
—¿Cuándo? 
—Ahora mismo. 
—¿Tan seguro estabas que diría que sí?
—No perdía las esperanzas. Además, supuse que no podrías resistir una aventura como esta. 
—Es cierto. No lo negaré. Supiste engancharme. Y ahora la curiosidad me está matando — dijo soltando una carcajada. 

 

Madame Gypsy les advirtió que la posesión se vería limitada a las noches. Antes de que el cielo se iluminara con el primer rayo de luz, John sería expulsado del cuerpo de Patrick. 


Patrick accedió luego que John le hiciera prometer que luego del experimento él podría acercarse a Julieth con la intensión de entablar una mera amistad. 

 

—No estoy totalmente de acuerdo con tu condición — dijo John. 
—Oye, me lo debes. No es justo que solo me uses. 
—De acuerdo — contestó de mala gana antes de proceder con la posesión. 

 

John, miraba el mundo literalmente con otros ojos, lo absorbía con otros nuevos sentidos. La luna, el viento, el olor a pino proveniente del bosque. Todo era nuevo. No podía esperar a saber que se sentía ver por primera vez a Julieth. 


Caminó con paso firme hasta llegar a la puerta. Tuvo intención de entrar como siempre pero recordó que ya no era un espíritu. Ahora era un hombre de carne y hueso que Julieth podría ver y sentir. 


El reloj en la muñeca de Patrick señalaba las 10 de la noche. Era tarde. No era una hora adecuada ni decente para hacer una visita a una mujer. 

 

—Julieth. Soy yo — dijo. 
—¿Quién es yo? — Le escuchó decir desde el otro lado de la puerta. 
—Soy yo. John. 
—Tú no eres John. Vete o llamo a la policía. 

 

“Que torpeza de mi parte”. Se dijo. Quería darle una sorpresa pero olvidó que en realidad era un extraño para ella en ese cuerpo. “Debí hacerle caso a Patrick cuando sugirió presentarse con ella primero”. 

 

—Julieth por favor. Soy yo… En este cuerpo. Madame Gypsy me ha ayudado. Ella te lo dirá. 
—¡Salga de mi propiedad si no quiere que le dispare! 
—Julieth. Tú no tienes armas ahí. Déjame explicarte. 
—¡Si al contar tres no se ha ido. Disparo! 
—Julieth. Por el amor de Dios… 
—¡Uno! 
—No seas insensata. 
—¡Dos!
—Julieth te prometí que estaría aquí, recuerdas. Te lo prometí esta mañana. Cuando te dije que iría a encontrarme con mi amigo. El fotógrafo. 

 

El impacto de una bala atravesó la puerta dejado un agujero y rompiendo el aire. 

 

—¡Por todos los cielos Julieth! ¡¿Es que pretendes matarme de nuevo?! ¡No debí mostrarte mi colección de rifles Winchester! Y decías tú qué no sabías disparar. Patrick va a querer matarme si sale herido. Es inaudito, inaceptable de ti...
—¿John? — Preguntó abriendo la puerta. 
—Sí Julieth.  Es lo que he estado diciendo desde que toqué la puerta. Y ¿Porqué has ido a sacar eso de mi despacho? Son de colección. Valen mucho. Y las balas son de plata.
—¿Quieres pasar? 
—Solo si prometes no disparar. 
—No lo haré — respondió mirándolo de pies a cabeza. 




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