Luego de las disculpas pertinentes del caso, John le juró a Patrick y Julieth que no volvería hacer uso de la posesión con él bajó ninguna circunstancia.
Y aunque Julieth siguió enfadada con John por unos días y distante con Patrick, poco a poco se fueron adaptando a la convivencia y amistad.
Patrick se instaló tal como había dicho. Sus muchas habilidades le permitieron conseguir un empleo en un pequeño comercio de la ciudad.
El equinoccio llegó el 22 de Septiembre y Patrick durmió tranquilo sabiendo que despertaría al día siguiente.
Madame Gypsy, al divisar en el cielo nocturno la luna que poco a poco iba llenándose, fue preparando todo lo necesario para el proceso que aún tenían pendiente.
—¿Lo harás? No falta mucho y ya he comenzado con el ritual.
—No puedo asegurar su reacción. Le prometí que no volvería a hacerlo.
—Bueno. No es posesión. Es tu propio cuerpo y recuerda. Te queda poco tiempo.
—Aún no me queda claro a qué te refieres con eso. ¿Le sucederá algo malo a ella?
—No. A ella no. A tu Julieta el futuro le depara dolor pero una mano a la cual aferrarse. Él será quién le conducirá a la felicidad.
—¿Él? ¿Es que no soy yo?
—Eso no puedo saberlo John. Es todo lo que veo en las cartas. A ella, en un momento lleno de dicha para luego llorar. Pero esas lágrimas se volverán de felicidad al lado de un hombre.
—Siendo así… Lo haré.
—Muy bien. Vuelve el fin de semana.
—¿Cuánto tiempo tardará?
—Tendremos que esperar.
John asintió. Ya no había vuelta atrás.
—Julieth, tendré que ausentarme por unos días.
—¿Porqué tendrías que ausentarte?
—No estoy muy seguro que esto vaya a funcionar Julieth pero será mi último intento de permanecer a tu lado.
—No me digas que vas a traer otro amigo de internet — dijo riendo.
—No. Te prometí que no lo haría de nuevo. Pero, es algo parecido. — Acariciaba su cabello y sus mejías recordando lo que se sentía tocarla a través de un cuerpo real.
—John.
—¿Sí?
—Siento que esto es una despedida.
—No lo es Julieth. Solo un hasta pronto. No sé cuánto tardaré en volver pero te prometo que lo haré.
—No te vayas. Si es tu último intento, podrías no volver.
—Lo haré. Estaré aquí, al anochecer.
Tres días y tres noches pasaron y John no volvía. Julieth intentaba mantenerse serena y no desesperarse. En el fondo sabía que él volvería. Por eso, cada atardecer de esa semana lo contemplaba con ansias deseando que él apareciera a su lado.
Una de esas noches, alguien tocó a su puerta. Creyendo que se trataba de Patrick ni siquiera se asomó por la mirilla. Al abrir, encontró el rostro de sus sueños, ahí plantado en carne y hueso.
El cristal haciéndose añicos contra el suelo fue lo último que Julieth escuchó antes de desfallecer frente a él.
—¿Julieth? — le llamaba una voz grave.
Pero pronunciaba su nombre con tal dulzura que podía asegurar que llevaba escuchándola toda su vida.
—¿John? — susurró despertando del ensueño.
—¿Cómo te sientes?
Lo encontró sentado a su lado en la cama. Le ayudó a incorporarse y le entregó un vaso con agua fría.
—Eres tu — susurró sin poder creerlo todavía.
—Me temo que sí mi querida Julieta.
Su mano cálida se acomodó al contorno de su rostro y ella cerró los ojos disfrutando de su calor.
—¿No estoy loca, verdad?
—No Julieth. Y de estarlo sabes que seremos tres los que ingresarán al internado.
Aquello la hizo sonreír.
—Tu voz — dijo tocando su pecho sobre sus ropas—. Es… Tan, grave. Es muy masculina. Me gusta — se adelantó a decir al notar la expresión en el rostro de John —. Me gusta cómo se escucha.
—Pues te lo agradezco Julieth — respondió con una sonrisa.
—Me encanta como dices mi nombre — habló en tono bajo.
—Y a mí pronunciarlo. Julieth. Julieth. Como un susurro.
—Tus labios — dijo ella tocando con la yema de sus dedos —. Tus ojos — pronunció sumergiéndose en el profundo verde de su mirada.
John sonrió y apartó la mirada unos segundos para luego acercarse más y tomar ese dulce rostro en sus manos.
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Editado: 08.09.2018