Un final feliz

Capitulo cuatro: El amor no daña

La profesora de arte, Mery, les explicó sobre un pintor muy famoso: Vicent Van Gogh. Sus obras y su vida. Una vida muy triste y llena de dolor que contrastaba con sus lienzos.  
—La noche estrellada es mi obra de arte favorita —susurró Ivy con emoción a Corina. 
Entonces, Lewis al oírla sonrió. Él, no era muy amante del arte, pero su madre sí. Así que tenía un estudio lleno de diferentes pinturas que quería mostrarle a Ivy. 
—El arte no se limita en expresar una expresar un sentimiento o emoción. Forma parte de nosotros, de nuestra vivencias, experiencias y el entorno —explicó la profesora—. Pocos tienen la suficiente sensibilidad para interpretarlo. 
Lewis levantó la mano para opinar. 
—El arte depende de los ojos que lo miren —aseguró Lewis mirando a Ivy—. No siempre nos damos cuenta de lo que nos rodea es mágico y bello. 
Todos las miradas estaban puestas en él.  
—Es muy cierto —dijo la profesora y continuó con la clase. 
—Le gustas —afirmó Matt, burlándose. 
Corina y Lucas se rieron.  
—¡No le gusto! —murmuró Ivy lo suficiente alto para que solo Matt la escuchará. 
Matt se guardó su respuesta y volvió a Lewis. Y lo comprobó: Lewis también estaba enamorado de Ivy.
Dos horas después, la clase terminó y todos salieron corriendo. Chocando los unos con los otros. Corina fue a la cafetería junto con Matt e Ivy. Lucas tenía entregar un trabajo  de historia, porque se había enfermado y no había podido darlo, así que no pudo acompañarlos. 
Al llegar, Caled y Lisa discutían en frente de los demás chicos. Los susurros y miradas de burla enfurecieron a Matt. 
—No hagas una locura —suplicó Ivy apretando con fuerza la mano de Matt. 
Lisa y Caled continuaron discutiendo.  
—¿Por qué? —Le gritó Lisa a Caled. 
—Fue… Estaba ebrio —confesó—. No sabia lo que estaba haciendo.  
Ella negó. Y su corazón se volvió a romper.  
—Ya no puedo. —Ella lo miró a los ojos. Lo amaba y no sabía por cuánto tiempo más lo haría. Pero ya no podía ignorar sus heridas. 
—¿Estás terminando lo nuestro? —Una pregunta que sonó más un reclamo—. Te amo. Y lo que sucedió con ella, no significó nada. 
—Sí se ama no se lastima o hiere —le respondió ella, en un hilo de voz—. Lo nuestro se acabo desde hace mucho. Y yo me negué a aceptarlo. Acepté cada una de tus mentiras, tus humillaciones… 
—Sé que te he lastimado, pero… 
—Saberlo no cambia las cosas o ¿sí? 
Lisa empujó a Caled y salió corriendo. Algunos soltaron unas risitas y otros no le dieron importancia. No parecía importarles el dolor ajeno. Supongo que eran muy jóvenes para medir el alcance de sus acciones y palabras. 
Matt no se contuvo y confrontó a Caled. Se acercó y le susurró algo al oído que no diré. Ambos se miraron con resentimiento como dos enemigos letales a punto de asesinarse. Ivy intervino y alejó a Matt. 
Caled salió. 
Ivy, Cory y Matt se sentaron cerca de la ventana que daba al patio del instituto. No muy lejos de sus compañeros. Escucharon varios comentarios ofensivos dirigidos hacia a Lisa. Matt en un arranque de ira, golpeó la mesa con su puño y soltó un maldición. Todos se callaron, por miedo. Ivy forzó una sonrisa y se disculpó. 
—¡Mierda! —escupió Matt lleno de ira—. ¿No entiendo porqué Lisa le perdonó todo Caled? ¿Por qué dejó que la lastime? ¿Quién mierda enseñó este tipo de amor, 
Matt se frotó sus cabellos rubios y lanzó un resoplido. No era de las personas que sabían sobrellevar la impotencia, la ira de una buena manera. 
—Lisa lo amaba y no quería perderlo… —susurró corina, quien aún le tenía afecto a Caled. 
—No lo amaba. No, no era amor lo que ellos dos tenían. —Matt negó la cabeza y añadió muy seguro—: Y nunca perdemos a las personas, ellas son las que deciden irse. Así hagas lo que lo imposible por ellas, así des todo de ti o seas lo que ellos quieren. Un día encontrarán una escusa o defecto en ti y se irán, pero tú quedaras destrozado, creyendo que no diste lo suficiente. 
Ella lo miró un instante, dándole la razón. Matt apartó su mirada y se fijo en la ventana. Un pequeña mariposa intentaba escapar. Más no podía, pero aún así no se rendía. Matt se levantó, abrió la ventana y liberó a la mariposa. Luego volvió a sentarse con ellas. Ver a quien amaba sufrir, lo estaba matando. 
Ojalá fuera fácil decir adiós, tal vez así no hubiera tantos corazones rotos que reparar, ¿no les parece? Soltar también es una forma de amar.  
Lucas llegó, con una sonría de oreja a oreja, que se apagó al ver a sus amigos tristes. 
—¿Qué ha pasado?  
—Un bastardo acaba de romperle el corazón a Lisa. 
—¿No crees qué estás siendo muy duro? —balbuceó Ivy, sonando tan optimista como siempre— tal vez hay una explicación.  
Ni Ivy ni Corina creían en los chismes del instituto. Lo de la infidelidad de Caled podría ser una de ellas. 
—¿Crees que ellos vuelvan? —habló Corina. 
—No lo creó. ¿Cómo puedes volver con la persona que te destruyó? Te hizo mierda. ¿Terapia? —hizo énfasis en la última palabra, como fuera una broma, y para él lo era—. Me doy cuenta la porquería que piensan que es amar: destruirse, supuestamente curarse, perdonar, olvidar, fingir que son felices y contar a todos una bella historia de amor. Hasta pueden escribir un libro de eso, ¿cierto? —soltó una risita—. Venden su mierda a la gente como oro. 
Matt golpeteo la mesa sus dedos con ansiedad. Nunca le gustó el mundo ni las personas que vivían. Para él, muy pocas valían la pena.  
—¿Y las cicatrices? Todo el dolor, ¿simplemente desaparece? —gruñó—. ¡Oh! Es cierto, vivimos en un mundo de mierda.  
Matt solía hacer o decir lo que sentía, sin miramientos. La vida lo había obligado a creer, a madurar antes de tiempo. A romperse, y construirse como pudo. Y no lo hizo de mejor forma, pero era eso o morir. 
★☆★☆ 
Corina intentaba arreglar su jardín. Pero no sabía por dónde comenzar. Arreglar desastres no era lo suyo, ella era la que siempre producía el caos. Por eso Lucas la había nombrado como: La princesa de los desastres. 
Y no solo era porque en cada lugar que aparecía lo ponía de cabeza, sino porque desordenada su mundo. Y aunque él, lo quisiese evitar le encantaba el caos que ella producía. Se creía un loco capaz de todo por ella. 
El sonido del claxon hizo que Corina dejara caer la pala y casi se lastimará el pie. Levantó la vista para ver quien la había asustado. Y era nada menos que Lucas, quien le sonreía con inocencia desde el auto. Bajó y corrió hacia ella. 
—Encontré tu libro —se lo mostró. Era el libro de terror favorito de Corina—. Lo había dejado olvidado en la cajuela del auto de mi padre. 
—Lo adivinada. 
Lucas le había pedido el libro favorito a Corina para leerlo y en tener una excusa para conversar.  
—¿Lo leíste? —Le preguntó. 
Él tragó saliva, pensando una respuesta. ¿Cómo le diría que no pudo terminarlo porque le daban miedo las historias de terror? 
—Mmmm…, claro que sí —le contestó después pensarlo bien. 
—¿Te gustó?  
—Sí, y mucho —sus ojos brillaron, embobado. 
Luego de unos milisegundos, pensó en lo que había dicho y abrió los ojos. 
—El libro… —aclaró—  el… El libro me gusta. 
Corina rio por lo nervioso que se había puesto Lucas. 
—Entonces, te lo regalo. 
—Lo guardaré como un tesoro. 
A Lucas le encantaban los libros de romance y recetas de cocina, más los últimos. Su mayor sueño era convertirse en un gran chef. Tener su propio restaurante y visitar todas las maravillas del mundo junto a Corina. Se imaginaba a ambos navegando en un barco por el mar, mirando el cielo. 
—Eso espero, no lo vuelvas a perder —Cory fingió seriedad—. Pero ahora ¿Puedes ayudarme a arreglar mi jardín? Por favor. 
Juntó sus dos manos y lo miró a los ojos, esperando que no se negará. No, Lucas no se negó y aceptó feliz. 
—Esta bien. Haría cualquier cosa por ti, como construir un cohete y viajar por todo el universo juntos —sonrió. Y el mundo de Corina volvió a tastabillar de aquella forma que no comprendía—. Seríamos dos locos intentando cazar estrellas y conocer nuevos universos. Sería grandioso, ¿no lo crees? 
Él abrió sus brazos y miró al cielo. Ella, pensó que lo que le decía era muy riesgoso. Todos los sueños tienen un final muy duro y no quería sufrir más. 
—Sería complicado y loco. 
—¿Y qué? Así son las aventuras. 
—Tal vez a mi no me gustan tanto las aventuras. Yo solo quiero una vida tranquila, sin peligro. 
—Todos los días a tu lado son un aventura. Y no son tan terribles. Solo me he golpeado un par de veces. Ya sabes, pequeñas cosas del trabajo como aventurero. 
Corina entornó los ojos. 
—Bueno… Bueno… Tal algún día —murmuró—. Te llamaré, si eso pasará. Por ahora, nada de aventuras. 
Miró a Lucas. Pensó en lo bonito que era tener a alguien que estuviera dispuesto a apostarlo todo por ella, y seguirte  cada una de sus locuras. La amistad de Lucas fue el mejor regalo que la galaxia le había podido dar. Uno que llegó a su vida de la manera más inesperada posible. Porque todo lo bueno nunca se espera, simplemente llega. 
—Siempre esperaré esa llamada —dijo, pensativo—. Fuera de todo. Hay un mundo lleno de posibilidades infinitas esperando que las descubramos juntos. Imagina: Lucas y Corina dos de los mejores buscadores de tesoros, habidos y por haber, esperando su próximo viaje. ¿Te gusta el titular? 
—No se puede contigo. 
Ella negó con la cabeza. 
—Nunca podrás. —Levantó Lucas una de sus cejas. 
—Primero arreglemos el jardín, ¿te parece? 
Arreglaron el jardín, plantaron lirios y tulipanes. Y algunas rosas rojas. Bueno, Lucas hizo casi todo. Corina no era buena en la jardinería, hasta las plantas la odiaban, según ella porque se marchitaban, siempre que ella las plantaba. Pero solo olvidaba regarlas y echarles abono. 
Al cabo de dos horas, todo el trabajo quedó terminado.  
Corina estaba hambrienta. 
—¿Puedes cocinar algo para mí? —le pidió. 
—Por supuesto. Soy el mejor chef de toda la cuidad. 
—Presumido. 
—Princesa de los desastres —gritó Lucas cerca de su oído y corrió por su vida. 
Corina lo persiguió hasta la cocina. Lucas se escabulló por la mesa, y se escondió atrás. Corina sigilosamente caminó hasta el sillón, tomó un cojín y se lo lanzó a Lucas. Ambos comenzaron a perseguirse por la sala. Corina tropezó con la pata de la butaca, perdió el equilibrio, y cayó en los brazos de Lucas. 
—Te atrapé —dijo en tono burlón. Corina se recompuso. 
—No volverá a pasar —aseguró ella. 
—Ahí estaré por si me necesitas. —Se dirigió a la cocina. 
Dos minutos después. 
Lucas preparó bocadillos y le hizo mirar una película de comedia romántica. Ella quería ver una de película de terror, pero Lucas se lo prohibió. La última vez que vieron una, él no pudo dormir durante una semana, siempre revisaba su armario. Por si algún demonio se hubiera colado. 
Mientas miraban la película, ella le contó sobre la discusión con Steve, poniendo todo a favor de ella. Pero Lucas la conocía tan bien que no creyó de todo en su relato. Amaba cada una de sus virtudes, sin pasar por alto sus defectos. 
Y sabia que ella muy orgullosa y imprudente. 

 




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