Un fragmento Sin Estructura

El despertador no es para mi

Algo en realidad se rompió, pero nadie parece notarlo./No sabría decir exactamente en qué momento nací. Tal vez fue oportuno para mí, pero inoportuno para otros.

Mi infancia fue muy rítmico; No tuve hermanos y el primer recuerdo que conservo de mi padre es una discusión con mi madre en la cocina, mientras yo me postraba en un balcon. Debía de tener tres años en aquel entonces.

Nunca más supe de el luego de aquel desopilante recuerdo que yace en mí memoria.

Sin darme cuenta, los años pasaron volando. Supongo que hice lo que cualquier niño haría: salir a jugar, babosear, jugar con palitos del suelo (¿alguien más hace eso?), armar muñecos de papel, perderme en un mundo imaginarios.

No sabía mi nombre hasta que una voz me llamó por "-".

Y nuevamente sin darme cuenta, ya estaba en el jardín.

¿Qué fue del jardín? No mucho. Jugar, conocer niños, seguir la rutina. Recuerdo que algunos jugaban al papá y la mamá, pero nada de eso me marcó realmente.

El año pasó rápido, casi sin dejar rastro. Solo había sido uno más en el grupo de niños, y pronto todo quedó en el olvido.

Llegó la escuela, y es difícil de explicar. Supongo que, como todo ser humano, pasé por la incertidumbre. Era introvertido y reservado, pero no por querer hacerme notar como muchos hacen hoy en día, sino porque simplemente.. "Así era yo".

El verdadero problema de no saber con quién congeniar es que, tarde o temprano, te das cuenta de que mucha gente es aprovechadora.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que sufrí bullying. Tal vez en algún momento dado...

—¡Déjenme!

Y sin darme cuenta, mí yo de siete años estaba en el suelo del baño, golpeado. Quizás había sido empujado repetidamente contra las puertas, o tal vez simplemente era el resultado de algo que no comprendía del todo.

Los días transcurrían sin pausa, entre clases monótonas y los golpes que ya se habían vuelto rutina.

Una tarde, mientras caminaba por el patio en la hora del recreo, noté a un niño sentado en un rincón, sollozando en silencio, "David" uno de mis compañeros:

—¿Por qué lloras?- Pregunté sin demasiada emoción.

El chico levantó la vista, limpiándose la nariz con la manga de su suéter:

—Me golpearon... y me robaron mis cartas— Murmuraba con la voz entrecortada.

Podría haber dicho algo reconfortante o haber intentado ayudarlo de alguna manera, pero en aquel entonces no sabía cómo reaccionar ante el dolor ajeno. Solo metí la mano en mi bolsillo y saqué un par de canicas.

—Toma-Se las había tendido sin mucha ceremonia.

Él las tomó con duda, sin dejar de mirarme, mientras yo simplemente seguía mi camino.

Las materias iban y venían, con trabajos que, siendo honestos, gran parte de ellos nunca aplicaré en mi vida adulta. Tal vez lo básico, lo esencial para seguir en el país.

El 70% de los años escolares los pasé solo, con el eco constante de burlas y abusos detrás de mí, como un mosquito molesto que nunca desaparecía. Pero el rencor crece, se acumula, y cuando menos lo esperas, explotas.

Una vez, decidí que no solo soportaría. Una vez, me aseguré de que entendieran lo que era estar en el otro lado. Una vez... Cumplí mi represalia.

El acoso no siempre era físico. A veces se manifestaba en chillidos venenosos en los pasillos, risas y insultos mientras pasaba, en la certeza de que mis cosas nunca estaban realmente a salvo. Pero cuando se volvía físico... Entonces se volvía real.

Recuerdo un día en particular. Ya comencé la secundaria. Caminaba con mi mochila al hombro cuando, de repente, un empujón seco me lanzó contra la pared del pasillo. Apenas tuve tiempo de procesarlo antes de que una mano me sujetara por la nuca y me estrellara de nuevo contra los lockers.

—Ja, que taradito— Susurró uno de ellos, con esa mueca burlona que ya conocía demasiado bien.

Mis propios sollozos me molestaban. No era tristeza. Era rabia; Rabia incontrolable.
Cada golpe, cada insulto, cada burla era un recordatorio de que estaba solo. Que nadie iba a ayudarme. ¿Los profesores? Unos vaganes. Fingían no ver nada. Como si fuera algo normal entre los chicos.

Pero yo lo veía. Yo lo sentía. Y un día, decidí que no iba a quedarme quieto.

Fue cuestión de esperar el momento adecuado. Seguirlo. Medir cada paso. No pensar, no razonar, solo dejar que el instinto hablara por mí. Y cuando estuve lo suficientemente cerca, mis puños ya estaban cerrados, mis nudillos ardiendo.

Algo dentro de mí hizo clic por primera vez.

No recuerdo todos los detalles de lo que ocurrió después. O tal vez sí, pero prefiero no pensarlos. Solo sé que, cuando todo terminó, la risa del acosador ya se había apagado,y estuve en problemas con la escuela durante unas semanas mientras mí madre con las venas entre los nervios me resguardaba.

Por primera vez, fui yo quien hizo sollozar a alguien más, y fue satisfactorio en ese entonces.

Los días sucedían sin cambios, año tras año. Materia tras materia, trabajo tras trabajo. Nada parecía importar demasiado.

A veces me despertaba tarde, otras; No veía el sentido en levantarme. Me acostumbré a faltar: 64 ausencias en un año. No por enfermedad, ni por problemas familiares. Solo porque no tenía ganas. Aún no estaba en un declive, pero si me sentía inconcluso.

En algún momento, aquel chico (El que lloraba por sus cartas robadas)!Apareció de nuevo, o tal vez siempre estuvo ahí mientras compartíamos primero de secundaria. Seguía siendo el mismo: callado, con la mirada baja, como si esperara un golpe en cualquier momento. Sus ojeras eran enormes, a veces un profesor en particular le hacía preguntas constantemente a él:

"¿Hey David estás bien?", "¿Comiste algo?", "Parece que no has estado durmiendo bien".
Esas palabras tal vez para el eran un alivio bondadoso, pero en algún momento las misma preocupación deja de cesar si el alumno no sabe cómo continuar.

Durante los primeros dos años de secundaria, me mantuve en círculos. No porque realmente encajara, sino porque estar solo parecía peor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.