Hace mucho tiempo, los españoles llegaron a tierras que eran para ellos desconocidas, a esas tierras le dieron el nombre de “La nueva España”, pero ese lugar ya estaba habitado por personas que lucían completamente diferentes a ellos, con una habla muy extraña, de una forma u otra en su estadía lograron entenderse, pero eso no fue del todo beneficioso para esas personas, ya que los visitantes se aprovecharon de sus tierras, sus armas eran más desarrolladas y las enfermedades que trajeron terminaron sometiéndolos y esclavizándolos. Pero no todo era malo, los españoles habían traído también productos y animales que no había en esos lugares, había también sacerdotes que llegaron a evangelizar, aunque de éstos últimos no parecían ser buenos algunos, puesto que existía la “santa inquisición”, quienes castigaban a la gente a su forma.
A pesar de todo, aún existía gente nativa que se escondía o simulaba estar a favor de las creencias de los conquistadores, pero entre ellos se encontraba una mujer, de cabellos largos, negros y suelto que a más de un hombre atraía, no era una mujer cualquiera, sino una curandera, muy reconocida entre muchos por curar muchas enfermedades, incluso se decía que podía curar las enfermedades que los españoles habían traído, se dice que un joven español que estudiaba medicina y que estaba de viaje a la nueva España en busca de nuevos conocimientos, supo de aquella mujer e inmediatamente quiso conocerla para ver los métodos que ella usaba.
Lo difícil para ese español no fue enterarse de la mujer, sino poder llegar a ella, ya que la mayoría de la gente la protegía para que no callera en manos de los conquistadores y todos llegaran a enfermarse y no tener a quien ir para curarse. Casi se daba por vencido, pero en su búsqueda se encontró con un indígena desmayado sin nadie cerca, a quien decidió inmediatamente ayudar, el hombre le dio las gracias y le explicó que comenzaba a sentirse mal y que justamente estaba yendo a donde aquella mujer se encontraba, pero que se había desmayado, como agradecimiento lo llevó con ella. Si bien la belleza de la mujer lo llegó a cautivar, más fue su admiración al ver cómo terminaba de tratar al hombre, en su casa tenía recolectadas variedad de plantas que él no había visto y conservadas de diferentes formas, también tenía piedras talladas como si fueran cuencos que usó uno para moler con otra piedra algunas plantas de las que tenía y colocárselas en la herida al hombre que había llegado.
En un comienzo, la mujer no quería hablarle, solo lo escuchaba, caminaba de un lado a otro, recolectaba plantas, las limpiaba, atendía gente que, en ocasiones, incluso él reconocía, tenían enfermedades traídas por los españoles, una en particular que se presentaba como puntos rojos sobre la piel, a estas personas les vertía un polvo blanco en cada visita y daba algunas indicaciones, según él creía, en su idioma nativo. Conforme pasó el tiempo, aquella mujer le empezaba a sonreír, e incluso lo invitaba a ayudarle y le ensañaba su idioma, se dice que ellos dos se enamoraron, pero debido a sus diferencias no podrían estar juntos, aun así, no era fácil aceptar para ella el amor que sentía por él, por eso le dio una condición, llevarle un animal que representara el significado de su nombre. Dice la leyenda que el joven español llevaba en sus brazos la criatura que cumplía con las indicaciones de la mujer, pero se enteró que alguien había denunciado a la joven como una bruja a la santa inquisición, así que cuando llegó a su casa, estaba hecha cenizas, fue a la plaza principal y vio ahí a su enamorada gritando de dolor mientras ardía en llamas, desde entonces, él se descuidó, los enfermos y muertos aumentaron sin que él pudiera hacer algo, incluso él fue contagiado y murió, hay quienes cuentan que algún día renacerán en un tiempo en el que sus diferencias ya no sean obstáculos para su amor, pero poco a poco, fueron olvidadas aquellas leyendas.
- ¡DESPIERTA ROBERTO! ¡YA ES HORA DE IR A TRABAJAR! - decía el despertador con una voz masculina y escandalosa- ¡DESPIERTA ROBERTO!
De la cama individual sobresalió una mano que presionó el despertador para que se silenciara, aún no amanecía, pero el joven hombre se reincorporó y se estiró para comenzar con su día, se puso sus pantalones, camisa y zapatos blancos, se colocó el gafete y se dio una cepillada en el cabello, fue a la cocina y ahí ya estaba sirviendo su padre el desayuno en la mesa.
- ¡Vamos hijo! - dijo invitándolo a sentarse- Hay que desayunar, hay trabajo que hacer.
- Lo sé- reclamó con pocas ganas de hablar-, siempre se me hace difícil levantarme temprano- dijo mientras se sentaba para comer su desayuno.
- ¿Y ya encontraste alguna chica bonita para salir? - preguntó el padre- o bueno, ¿chico?, ya en estos tiempos uno no sabe.
- ¡Hay papá! - reclamó después de unos bocados- ¿en el trabajo en el que ando cómo encontraré a alguien?
-Pues hay muchos trabajando en el Hospital- dijo él- ¿qué te parece Leticia?
-Leticia es muy linda, pero- dijo mientras hacía una pausa para comer más-, solo es bella, siempre busca la forma de evitar hacer los trabajos y no quiero a alguien así.
-Es cierto- dijo el padre-, pues creo que es hora de irse- dijo mirando el reloj.
Ambos se levantaron y lavaron los trastes, el padre se despidió de una joven sonriente de una foto, que vestía ropas abrigadas, Roberto solo se despidió de ella con la mano, salieron de la casa y se subieron a la camioneta, manejaron hasta un enorme hospital y se estacionaron dentro, en el hospital se podía observar los adornos navideños en todas partes, incluso en la sala de estar se veía un árbol grande de navidad y debajo de él un nacimiento que carecía aún del niño Dios. La gente esperaba sentada pero los niños se acercaban a curiosear, reían y cantaban villancicos.