La llegada del matrimonio polígamo a Miami marcó un nuevo capítulo en sus vidas, lleno de promesas y expectativas.
Ahora se encontraban en una nueva casa, un espacio que simbolizaba un nuevo comienzo para ellos y sus trece hijos.
Sin embargo, en medio de esta ilusión y los preparativos para establecerse en su nuevo hogar, un oscuro secreto emergió.
El esposo descubrió una traición desgarradora: su esposa Lourdes había mantenido una relación clandestina con su amigo de confianza, Francisco.
Este giro inesperado de los acontecimientos no solo puso en entredicho la estabilidad de su familia, sino que también alteró la dinámica de su vida en Miami, llevándose consigo la paz que creían haber encontrado.
Lo que los cuatrillizos Clark no llegaban a imaginar era que tanto sus propias vidas como las de sus trece hijos experimentarían un cambio radical y sorprendente, llevando todo a dar un giro completamente inesperado de 180 grados.
Mientras la familia se encontraba en pleno vuelo, en la residencia de los Clark, Nana María y Ricardo, el nuevo chofer de la familia, estaban afinando los últimos detalles para recibir a los señores y a los niños a su regreso.
Con atención, se aseguraban de que todo estuviera en orden, preparando el hogar para hacer de su llegada una ocasión especial y acogedora.
Nana María le dijo a Ricardo: Ricardo, ya son las cinco de la mañana, es el momento de que salgas hacia el aeropuerto. Aquí ya casi tengo todo listo para su regreso. Yo me encargaré de preparar la comida para cuando vuelvan, porque me informaron que deben ir a la embajada para realizar unos trámites antes de venir aquí,Te pido un favor: asegúrate de decirles que tienen que pasar por la tienda de ropa para recoger el pedido que hice de último momento. La dependienta me aseguró que la tendrán reservada a su nombre.
Ricardo: Tienes toda la razón, María. Saldré de inmediato a buscar a los señores. No te preocupes, les informaré sobre tu mensaje. Además, he dejado todas las camas tendidas, tal como me lo solicitaste. Nos veremos más tarde, María. Con tu permiso, me retiraré ahora.
Nana María: Te agradezco mucho, Ricardo. No te preocupes y quédate tranquilo. Nos veremos más tarde.
El vuelo tocó tierra a las seis y media de la mañana en el aeropuerto de Miami.
Mientras tanto, Ricardo se dirigía hacia el estacionamiento del aeropuerto.
Al llegar, estacionó su gran camioneta, un vehículo impresionante con capacidad para albergar hasta veinte personas.
Este show de la ingeniería no solo era amplio en cuanto a asientos, sino que también contaba con una cajuela enormemente espaciosa, perfecta para acomodar todas las maletas y otros objetos que pudieran necesitar.
Después de asegurarse de que el vehículo estuviera bien aparcado, Ricardo bajó de la camioneta, cerró la puerta con firmeza y activó la alarma, asegurándose de que quedara completamente cerrada.
Se puso el saco de su uniforme y se dirigió hacia el interior del aeropuerto.
Caminó rápidamente, concentrándose en llegar a la puerta de salida de los pasajeros.
Una vez allí, se detuvo y esperó pacientemente a la familia Clark.
Eran exactamente las ocho en punto cuando, al fin, la familia logró cruzar la puerta de salida destinada a los pasajeros.
Al reconocerlos, Ricardo se apresuró a acercarse, extendiendo su mano en un cordial saludo primero a sus jefes.
Enrique, por su parte, comenzó a presentar uno a uno a sus hijos.
Una vez que concluyeron las presentaciones y los saludos, el ambiente se llenó de una calidez familiar.
Él tomó el carrito que llevaba las maletas y, con determinación, se dirigió junto a todos los demás hacia la salida del aeropuerto.
Unos minutos más tarde, llegaron a la camioneta.
Ricardo desactivó el sistema de seguridad del vehículo y abrió las puertas laterales, así como la del maletero.
Con cuidado, comenzó a guardar todas las maletas junto con la silla de ruedas que llevaban.
Una vez que terminó de organizar todo, cerró el maletero y se preparó para subir a la camioneta.
Al encender el motor, recordó la indicación que le había hecho María previamente, así que se dirigió al matrimonio, les avisó.
Enrique le indicó que en primer lugar se dirigiera a la embajada, y una vez finalizada esa gestión, pasarían por la tienda para recoger la ropa.