La chispa cayó en silencio absoluto, flotando por un instante suspendida entre los mundos…
…y luego descendió.
Lenta, delicada, casi con reverencia, atravesó la superficie del suelo mágico, hundiéndose más allá de la raíz, más allá del hueso de la tierra, hasta tocar una cámara olvidada de poder dormido.
Se enterró como una semilla, diminuta y perfecta, en la carne viva de la magia.
Y allí, en la oscuridad profunda, donde nada debería recordar…
…algo lo hizo.
Algo antiguo.
Algo que no había despertado en siglos.
Algo que, al sentir la chispa, susurró en voz baja, como si probara el sabor de una memoria prohibida:
—Yo... fui.
Y el silencio dejó de ser total.