Un grito de auxilio

CAPÍTULO ÚNICO

El diario de Gabriela

¿Cuántas veces has dicho que estás bien cuando en realidad sientes que estás en un laberinto sin salida? No sé tú, pero yo, perdí la cuenta.

Estoy bien. Esa es la mentira más común en todo el mundo, alguien te pregunta: “¿Cómo estás?” Y tú respondes: “Estoy bien”. A pesar de que tu físico y acciones digan lo contrario, ese alguien te cree, entonces es cuando me pregunto, ¿realmente estaba interesado en saber cómo estoy o si simplemente lo preguntó por educación o costumbre?

Muchas fueron las cosas que me empujaron hacia mi triste destino, pero creo que mi amigo llamado “espejo” fue el que puso más fuerza, siempre que me topaba con él, me mostraba cosas que no quería ver y provocaba que involuntariamente llevara mis manos a aquellos lugares, mientras sentía que mi ánimo decaía.

Cada vez que veo mi reflejo, algunas voces llegan a mi cabeza.

«¿Por qué eres tan imperfecta?»

«Mira esa cara, tu nariz, tus dientes disparejos, ¿ya viste lo grande que está tu panza?»

«Tus pies no son bonitos, y a todo eso, súmale que eres plana».

 Es una voz que no puedo callar.

“¡CÁLLATE, CÁLLATE, Cállate!” —grito mientras me agarro la cabeza con mucha fuerza hasta deslizarme al piso y meterla en mis rodillas.

Las lágrimas toman vida propia y los sollozos también.

Antes solía tener este tipo de crisis una vez al mes y a veces hasta pasaba más tiempo sin que estas vinieran a mí, pero ahora…, ahora está pasando casi a diario, siento que ya no puedo controlarlo más, me estoy hundiendo.

“Estoy bien…, estoy bien…, estoy bien” —me repito esto una y otra vez.

En aquellos días, esto significaba el fin de la crisis del día, pero hoy…, hoy es solo una pausa. Seguramente porque al fin dejé de creer que estoy bien.

En este mundo, alguien te ve sonriendo y automáticamente eres feliz, dices que eres bonita y para ellos ya tienes buena autoestima, dices que estás bien y estás bien. ¿Por qué todo tiene que ser tan superficial? ¿Por qué no podemos ser más observadores? ¿Por qué no nos interesamos más por la salud mental de quienes nos rodean?

Estoy cansada de este déjà vu.

En la escuela soy brillante, mis padres nunca han tenido que ir por algún problema mío, aunque si lo hubiese tenido, no estoy segura de que ellos hayan podido ir.

Intenté buscar ayuda en Internet, y todas las informaciones que encontré tenían en común una sola cosa: Necesito hablar de mis problemas con alguien de mi entorno.

 Yo sabía esto, no es que no me hubiera gustado contarlo, no es que estuviera cerrada al respecto, juro que lo habría hecho si tan solo una sola persona de las que me rodeaban hubiesen escuchado mi grito de auxilio.

Mi comunicación con mis padres es inexistente.

“Que afortunada eres, tienes unos padres que te dan toda la libertad del mundo”.

Mis “amigos” siempre se quejaban de que traían a sus padres encima de ellos todo el tiempo; yo hubiera dado cualquier cosa por recibir la mínima atención de los míos.

Lo intenté todo. Dejé de ser la niña buena, me iba de fiestas y regresaba muy tarde, adopté un estilo emo… , pero nada funcionó. No importa qué hiciera o qué dejara de hacer, en mi casa soy la chica invisible.

“Mamá, hoy me llegó el periodo”.

Aún recuerdo ese día, tenía 12 años, estaba tan asustada, no sabía cómo manejarlo. Mi mamá estaba sentada en el escritorio, se volteó a verme y una chispa de esperanza se encendió dentro de mí, al fin había acaparado un poco de su atención, pero me equivoqué.

“Muy bien” —fue lo único que respondió y volvió a su computadora.

Esa no era la respuesta que esperaba. Tuve que aprender a manejarlo por mí misma, buscando información en terceros.

“Mamá, ¿me ayudas a realizar esta tarea que no entiendo?” — esto fue cuando tenía 8 años.

“Ahora no Gabriela, ve a preguntarle a tu papá”.

“Papá… “

“Estoy trabajando Gabriela”.

Mi papá ni siquiera me permitió pedirle el favor, si en ese entonces hubiese tenido más capacidad de razonamiento, hubiera visto venir esto que hoy está por pasar.

Un día, en mi cumpleaños número 10, escuché que alguien tocó mi puerta, estaba tan emocionada, los días de mis cumpleaños eran los únicos en que mis papás se mostraban algo amables conmigo, aunque fuera por unos minutos. Así que me levanté y corrí a abrir la puerta, era mi papá.

“Tu mamá y yo vamos a salir, por si no nos ve cuando bajes” —fue lo que me dijo.

«Quizás me están preparando una fiesta sorpresa, es muy evidente, ni siquiera me felicitó para que yo piense que se le olvidó».

Esto fue lo que pensé y que equivocada estaba.

 Me puse muy bonita para que mis padres me encontraran preparada cuando llegaran con la sorpresa, los esperé…, los esperé mucho, pero nunca llegaron, miré el reloj y este marcaba las 11:00 p.m., entonces me rendí y me fui a la cama aún con mi vestido puesto.

 Justo ahora las lágrimas están mojando mis mejillas al recordar eso, joder, que infancia tan miserable.

Cuando tenía quince, le comenté a mi mamá que había tenido mi primera vez. Mi amiga me había dicho que cuando ella le dijo su mamá sobre su primera vez, ella enloqueció, así que, quise intentarlo, pero fue la misma escena una y otra vez. A veces me pregunto si soy adoptada o un embarazo no deseado. Es que siempre había algo llamado “trabajo” que era más importante que yo.

Actualmente tengo 17 años y no tengo un solo recuerdo con mis padres que me haga amarlos. Porque nunca estuvieron allí.

Para tener una vida como esta, es mejor no nacer.

Materialmente lo tengo todo, emocionalmente estoy vacía.

Como pueden ver, mis padres no son una opción para contarle lo que me está pasando, ¿o sí?

Pensé en los dizque amigos que tengo y les juro que no se me ocurrió ningún nombre al que pudiera contarle mis problemas, ya que antes había intentado contarle a quien se supone que es mi mejor amiga, ¿y saben qué? No le importó, no le dio importancia, lo tomó como si le estuviera contando cualquier otra cosa. Me sentí tan miserable. Esa noche tuve una crisis y desde ese día tengo la certeza de que estoy completamente sola.




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