Después de cenar encendió un cigarrillo y se dirigió por costumbre al viejo y gris balcón protegido por hombres balaustres, desde hace mucho tiempo había perdido el entusiasmo de habitar en su hogar, ese hogar que se convirtió ni más ni menos que dos metros cuadrados de un nicho del cementerio de Chacarita. Los círculos de humo se alejan de su entorno; para ella es un pasatiempo aunque es como un murciélago disfrutando de cada bocanada tóxica de humo, cuyos pulmones claman pidiendo piedad para continuar viviendo.
Sin duda el hábito del cigarrillo adquirió en tiempos de discusiones y abandonaste su pareja; cada vez que se sentía nerviosa el cigarrillo calma a su espíritu, aquellas inseguridades que le transmite su hombre amado de no saber cuándo se ofende y la abandona y cuando él está de ganas de quedarse a su lado...dejar por temporada el hogar y desaparecer como las huellas de un barco en altamar y volver sin dar respuesta algunas se habían hecho un hábito en el matrimonio.
Hilda se refugia cada vez más en el cigarrillo y el alcohol para no pedir explicaciones, ni discutir porque ignorando tal vez podría salvar el matrimonio.
Nunca se quejó de su soledad pero ahora es un peso que la agobia y el futuro con ese hombre es incierto, ya no se siente cómoda pero sabe que si la abandona ella morirá lentamente, tampoco soportaría verlo por la vida feliz en otros brazos.
Desde el balcón del octavo piso la ciudad se ve melancólica y solitaria, la tenue llovizna de invierno se desliza impiadosamente sobre la ciudad, traspasando la luz de aquellos solitarios y frívolos faroles.
Por un instante sintió las voces silenciosas de los sufrientes desahuciados que aborta la ciudad, confinandolos al olvido y a la invisibilidad de los transeúntes que creen estar vivos y autosuficientes, toda su vida fue ignorante a estas letanías subliminales de dolor que se le van al universo desde los humildes corazones o los huérfanos de familia y los huérfanos de ser aceptados, los desahuciados de la ciudad los desahuciados del amor, los enfermos terminales y los enfermos terminales de soledad...ella era una mas de las que clama en silencio mendigando un poco amor y nunca se dio cuenta que vestía harapos llevando cargas pesadas en sus hombros, cadenas invisibles en sus muñecas, cepos en los pies...¿ cómo deshacerse de lo que se sufre si no es visible a los ojos? Un terrible escalofrío le, recorrió todo el cuerpo, es que nadie está exento de caer al precipicio como ellos, el mundo es una bella rosa pero se debe tener en cuenta las espinas.
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Editado: 23.12.2021