Un heredero para el playboy (#1 de la saga heredero)

Capítulo 11: Dueño y señor

Amaia

Estaba sentada en la pequeña sala de espera del hospital, ansiosa y nerviosa, esperando noticias sobre el playboy. Mi corazón latía con fuerza y mis manos temblaban ligeramente.

El doctor salió por la puerta de la sala de emergencias y se acercó hacia mí con paso firme. Su expresión era seria, pero traté de encontrar algún indicio de esperanza en sus ojos. Inhalé profundamente y me preparé para escuchar las noticias, esperando lo mejor pero temiendo lo peor.

-Amaia, quiero que sepas que Duncan sufrió un ataque de alergias bastante grave -comenzó el doctor en tono profesional pero empático. -Afortunadamente, pudimos actuar rápidamente y estabilizarlo. Ha respondido bien al tratamiento y está fuera de peligro en este momento.

Un suspiro de alivio escapó de mis labios. Aunque todavía estaba preocupada, saber que él playboy estaba a salvo me calmó un poco. Miré al doctor, esperando más información sobre el estado de Duncan y qué seguiría a continuación.

-Le hemos administrado medicamentos para controlar la reacción alérgica y ha respondido favorablemente -continuó el doctor. -Estamos monitoreando su condición de cerca, pero en base a su progreso, hemos decidido darle el alta médica en aproximadamente una hora.

La noticia de que pronto podríamos llevar a Duncan a casa me llenó de alegría y gratitud.

Mis pensamientos estaban centrados en Duncan y en cómo asegurarnos de que estuviera a salvo en el futuro, cuando escuché la voz de mi abuelo resonando en mis oídos. Me sorprendió su comentario repentino, como si hubiera leído mis pensamientos más profundos. Levanté la mirada y lo vi parado frente a mí, con una expresión de complicidad en su rostro arrugado.

-Ya no puedes negar lo que sientes por él, Amaia -dijo mi abuelo en tono suave pero decidido. -No puedes negar que ese maldito todavía te gusta.

Sus palabras me dejaron sin aliento. No podía creer que mi abuelo supiera sobre mis sentimientos hacia Duncan. Era algo que había tratado de ocultar incluso a mí misma, temiendo que fuera una debilidad o una ilusión pasajera. Pero aquí estaba él, señalando la verdad que me negaba a aceptar.

Me quedé muda por un momento, tratando de procesar lo que acababa de decir mi abuelo. Sentí un torbellino de emociones en mi interior: confusión, miedo y una chispa de esperanza. Finalmente, reuní el coraje para responderle.

-No lo negaré, abuelo -le dije con voz temblorosa. -Es verdad. Aún siento algo por Duncan.

Mis palabras parecieron liberar una carga que había estado llevando en secreto durante tanto tiempo. Mi abuelo asintió con una sonrisa comprensiva en su rostro, como si hubiera esperado esta confesión.

-Entonces, querida Amaia, tal vez sea hora de enfrentar esos sentimientos y descubrir qué te depara el futuro -dijo mi abuelo con sabiduría en sus palabras.

Asentí lentamente, sintiendo un nudo en mi garganta. Sabía que enfrentar mis sentimientos no sería fácil, pero también sabía que no podía seguir negándolos. Era hora de confrontar la verdad y descubrir si Duncan y yo teníamos una oportunidad real juntos.

Agradecí en silencio a mi abuelo por su apoyo y me prometí a mí misma que seguiría adelante, sin importar lo que el futuro tuviera reservado para nosotros.

-No se te escapa nada abuelo. -dije y él sonrió.

-Asi mismo cariño..

El doctor se colocó una vez más frente a mí.

-Señora Salvatierra puede ingresar a ver a su esposo.

Esta simple declaración de que podía ingresar al área donde se encontraba Duncan desató un revuelo inesperado entre las personas presentes en la sala de espera.

Sin embargo, lo que realmente me sorprendió fue la reacción de mi padre, quien parecía estar en estado de shock ante las palabras del médico.

-¿Señora qué? ¿Qué mierda dijo doctor?

Observé a mi padre, Alonso Montero, mientras sus ojos se abrían como platos y su respiración se volvía agitada. No pude evitar sentirme angustiada por su reacción tan extrema. Quería abrazarlo y tranquilizarlo, pero antes de poder hacerlo, él encontró la voz para formular la pregunta que rondaba en su mente.

-¿Por qué el doctor te llamó señora Salvatierra, Amaia? -preguntó nuevamente mi padre con una mezcla de incredulidad y confusión en su voz.

Sus palabras se quedaron flotando en el aire por un breve momento, mientras el silencio se apoderaba de la sala. Todos los ojos se dirigieron hacia mí, esperando una respuesta que, sinceramente, no sabía cómo dar. Pero no podía esconderme más, no podía negar la realidad.

Respiré hondo y, con determinación, miré fijamente a los ojos de mi padre. Sabía que lo que iba a decirlo sorprendería y posiblemente perturbaría aún más, pero también sabía que no podía ocultarlo más.

-Me casé con Duncan, papá -respondí con voz firme pero temblorosa. -Decidimos unir nuestras vidas y comprometernos el uno al otro.

Las palabras resonaron en la sala, y un silencio incómodo se apoderó de todos los presentes. Sentí una mezcla de emociones dentro de mí, desde el miedo hasta la esperanza. Observé a mi padre mientras procesaba mi confesión, y vi cómo su rostro reflejaba una mezcla de asombro, confusión y preocupación.

La respiración agitada de mi padre comenzó a intensificarse, y pude ver que estaba luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos. Finalmente, logró articular algunas palabras entrecortadas.

-¿Por qué no nos lo dijiste, Amaia? -preguntó mi padre, su voz cargada de preocupación. -¿Por qué nos ocultaste algo tan importante? ¿Ese maldito te obligó? ¡Dime, Amaia! ¿Te obligó?

-Siento mucho no habérselo dicho antes, papá -respondí sinceramente. -Pero quería estar segura de que nuestra relación iba en serio antes de involucrar a todos. Necesitábamos tiempo para conocernos mejor y asegurarnos de que esto era lo correcto.

Mentí para que todo acabara de la mejor forma posible. Porque si no lo hacía mi padre es capaz de entrar a la habitación y terminar de matar a Duncan.




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