Amaia
Después de varias horas de camino Duncan detuvo el auto al frente de su mansión porque semejante infraestructura no se podía llamar casa.
-¿Aquí vives? -gire mi cabeza hacia Duncan y él asintió con la cabeza -Ah, Se me olvidada que eres un playboy millonario..
-¿Puedes dejar de decirme playboy? -escucharlo decir esa palabras me hicieron mirarlo con una ceja enarcada.
-¿Qué te pasa? ¿Persiste la razón?
Duncan coloco sus ojos en mi y suspiró.
-Ya no soy un playboy, Amaia. Deje de serlo en el momento en que acepté ser tu esposo, ahora para la única mujer que existe eres tú..
Tras esas emitir esas palabras recordé el discurso que me había dicho ayer.
-Esa canción dice la verdad, Amaia. Porque sólo cuando dejas ir a alguien es que sabes que la quieres.
-¿A qué te refieres, Duncan? -pregunté, con la voz ligeramente temblorosa.
-Esta canción me hizo darme cuenta de que, a veces, necesitas soltar a alguien para entender cuánto lo valoras. No quiero perderte, Amaia. Quiero luchar por nosotros, por nuestra relación. Cuando te deje marchar, el mundo se desvaneció a mi alrededor. Mis manos temblaban al soltar tu mano, mientras mis ojos luchaban por retener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Sentí cómo mi corazón se partía en mil pedazos, como si el aire se volviera más denso y difícil de respirar. Observé mientras te alejabas lentamente, tus pasos alejándose con cada latido de mi corazón.
En ese momento, me di cuenta de que había perdido algo valioso, algo que no podría reemplazar.
¿Qué le estaba pasando al playboy?
Mire a Duncan a los ojos y cuando mis ojos se encontraron con los suyos, algo cambió dentro de mí. Fue como si el tiempo se detuviera y todo a mi alrededor se desvaneciera en la oscuridad. La intensidad de su mirada era arrolladora, y por un momento me olvidé de todo lo demás.
No podía creer que él causará todo esos sentimientos en mi. Maldito playboy....
Sentí un nudo en la garganta mientras sus ojos penetraban en los míos. No podía apartar la mirada, estaba hipnotizada por la profundidad de su mirada. En esos ojos, podía ver la sinceridad, la pasión y una pizca de vulnerabilidad. Era como si me estuviera mostrando su alma desnuda.
Mis pensamientos se convirtieron en un torbellino y las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Intenté hablar, pero solo conseguí balbucear incoherencias. Mi mente estaba en blanco, mis pensamientos se desvanecieron y solo quedó un silencio incómodo entre nosotros.
Duncan, con su paciencia característica, esperaba pacientemente a que encontrara las palabras adecuadas. Sus ojos, sin embargo, no dejaban de buscar los míos, como si estuviera tratando de leer en ellos mis pensamientos más profundos.
Finalmente, logré reunir el coraje suficiente para articular algunas palabras.
-Eres... increíble -susurré con voz temblorosa. No era suficiente para expresar todo lo que sentía en ese momento, pero era lo mejor que podía hacer.
Él sonrió, y su sonrisa iluminó todo a su alrededor. Era como si su sonrisa me dijera que todo estaría bien, que yo también era especial.
A medida que recuperaba lentamente mi capacidad de hablar, nuestras miradas se mantuvieron conectadas. Había un lenguaje silencioso entre nosotros, una comunicación sin palabras que solo los ojos podían entender. Era como si nuestros ojos estuvieran contando una historia de amor que ninguno de los dos se atrevía a verbalizar.
En ese momento, supe que Duncan era alguien especial en mi vida. No sabía qué depararía el futuro, pero estaba dispuesta a dejarme llevar por la magia que había entre nosotros. Nuestras miradas se convirtieron en un lazo invisible que nos unía, y supe que a partir de ese momento, nada volvería a ser igual.
Me quedé sin palabras, pero mis ojos habían hablado por mí. Ahora solo quedaba esperar y descubrir qué depararía el destino para nosotros dos. Pero, sin importar lo que sucediera, sabía que aquel momento de conexión a través de la mirada sería inolvidable y seguiría iluminando mi camino en los días venideros.
-Después que te fuiste nada fue lo mismo Amaia. Nada.
Fruncí mi seño la escuchar estás palabras y no dude en preguntar.
-¿Por qué nada fue igual, Duncan? Termina lo que empezaste..
Él asintió y abrió su boca para hablar pero no llego a emitir palabra alguna porque alguien tocó la ventana del auto.
-Hablaremos más tarde. -susurre él mientras abría la puerta del conductor.
Observé sus movimientos sin perderlo de vista y sin tener más opción me baje del auto. Y al hacerlo escuché la voz del playboy.
-Nancy, por favor acomoda a la señora en mi habitación. Y desde este momento ella tiene la autoridad de cambiar lo que no le guste y de disponer de todo lo que le dé la gana.. -la mujer asintió sin mirarme y yo enarque una ceja. -Por favor haz que cumplan con todas y cada una de las peticiones.
-Así será señor. -respondió la chica y en esta ocasión coloco sus ojos en mi.
La vi arrugar su seño y maldecir.
¿Qué estaba pasando con ella? ¿Será que Duncan tuvo algo con ella?
-Te la confío mucho Nancy -rode los ojos al escuchar estás palabras provenientes de Duncan y un segundo después el playboy se acercó a mí y yo sin verlo venir me beso. Fue un beso rápido y logro que mi pulso se disparará de una forma arrolladora.
Cuando el playboy se separó de mi dejo un beso en mi mejilla y yo sonreí forzosamente.
Lo voy a matar, juro que lo voy a matar.
Coloque mis ojos en la mujer y sonreí con burla al verla fulminarme con los ojos.
Comprobado.. esta mujer si no tuvo algo con el playboy, esta locamente enamorada de él.
Pobre de ella. Porque
Ese hombre es mío. Y yo no comparto lo que es mío.
¿De donde me había salido esa posesividad?
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Editado: 20.06.2024