Amaia
En el momento en que abrí mis ojos el recuerdo de lo que habia pasado ayer llegó a mi mente.
Todavía no podía creer que Duncan y yo nos habíamos confesado mutuamente exactamente hace unas horas.
Observé detenidamente a Duncan mientras dormía pacíficamente. Su rostro sereno y relajado me transmitía una sensación de calma que me resultaba reconfortante. La suave luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando su cabello castaño con destellos dorados. Sin poder resistirme, mi mano se extendió instintivamente hacia su cabeza y acaricié suavemente su cabello.
En ese preciso momento, como si hubiera escuchado mis pensamientos, los ojos de Duncan se abrieron lentamente. Me miró fijamente con una mezcla de sorpresa y asombro, mientras sus labios dibujaban una sonrisa.
-Soñé durante muchos años con despertar de esta manera -dijo en voz baja, dejando escapar un suspiro. Sus palabras resonaron en mi mente, y mi corazón dio un vuelco. No pude evitar sonreír, sintiendo una cálida emoción invadir todo mi ser.
Me quedé allí, paralizada por el poder del momento, intentando comprender la magnitud de sus palabras. ¿Había anhelado él también este momento tanto como yo? ¿Había soñado con despertar a mi lado?
Nos quedamos en silencio, nuestros ojos entrelazados, dejando que el significado de esas palabras se hundiera en nuestras almas. En ese instante, supe que algo especial había surgido entre nosotros. Era más que una simple atracción física o una conexión pasajera. Era algo profundo y significativo, algo que podría cambiar nuestras vidas para siempre.
Con suavidad, retiré mi mano de su cabello y acaricié su mejilla. Duncan cerró los ojos por un momento, disfrutando de mi contacto. Luego, con una ternura que me robó el aliento, él acarició mi mano con la suya y la llevó a sus labios, dejando un suave beso en mis dedos.
-Fui un idiota al desperdiciar el tiempo. Nunca debí decir esas palabras, debí detenerte cuando te ibas a marchar, pero no lo hice. -Duncan verbalizo estás palabras luego de que alejará levemente sus labios de los míos. -Tenia que haberte buscado, pero no lo hice. Deje ir al amor de mi vida por idiota, te deje ir y me convertí en lo que más odio. El maldito playboy.
Tras las conmovedoras palabras de Duncan, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo mientras sus manos se posaban con ternura sobre mi vientre.
-Pero gracias al destino volví a encontrarte. -él me dió una sonrisa y yo de la devolví. -Gracias a Dios que te emborrachaste esa noche, nos encontramos y pasó lo que tenía que pasar. Producto a nuestra noche esperas a mi hijo. Al pequeño heredero de mi imperio.
Enarque una ceja ante estas palabras.
Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras acariciaba suavemente la prominente curva de mi barriga.
-Estoy seguro de que será un niño. Un fuerte y hermoso niño -afirmó Duncan con convicción. Sus palabras resonaron en el aire, llenándome de una mezcla de emoción y curiosidad sobre nuestro futuro.
Enarqué una ceja y, con una chispa traviesa en los ojos, respondí: -Podría ser una hermosa princesa, playboy.
Mis palabras parecieron detener el tiempo por un instante mientras esperaba su reacción.
Duncan me miró fijamente, con una expresión de sorpresa y desconcierto en su rostro. Parecía haberse quedado sin palabras, sin poder articular ninguna respuesta inmediata. El silencio se hizo presente, interrumpido solo por mi risa contagiosa que llenó la habitación.
La mirada de Duncan se oscureció por un momento, y sin duda alguna no me arrepentí de mi broma.
-No me molestes Amaia Montero. Ese bebé que cargas en tu vientre es un niño. Llevas en tu vientre a mi heredero.
Duncan me soltó esas palabras con su típico aire de superioridad, como si ya estuviera seguro del resultado. No pude evitar rodar los ojos ante su arrogancia y le respondí con un tono de incredulidad.
-No cantes victoria, Duncan. Porque puedo llevar una hermosa princesa en mi vientre -le dije, dejando claro que no iba a dejarme llevar por sus suposiciones.
Y esto logró que el playboy y yo nos enfrentaramos en una guerra de miradas.
Justo en ese momento, mientras nuestras miradas se mantenían en un enfrentamiento silencioso, escuchamos unos toques en la puerta. Ambos dirigimos nuestra atención hacia ella, preguntándonos quién podría ser.
Sin pensarlo dos veces, fue Duncan quien reaccionó primero y pronunció con suficiencia: -¡Pase!
Su actitud altiva no me sorprendió en absoluto, pero me resultaba molesta.
La puerta se abrió lentamente y Nancy entró por la puerta y sus ojos recorrieron la habitación en busca de algo o alguien. Pude notar cómo su rostro se frunció en una mueca de desagrado cuando sus ojos finalmente se posaron en mí. Era evidente que me odiaba y que nuestra relación no sería la mejor.
Con una expresión de fastidio en su rostro, Nancy habló con un tono cortante.
-Aquí tengo lo que me pediste, Duncan.
Se acercó a la cama y colocó una charola con nuestro desayuno. Sentí una punzada de molestia al darme cuenta de que Duncan había solicitado algo sin siquiera consultarme. Era típico de él, tomar decisiones sin considerar mis opiniones.
Duncan, como siempre, respondió con una sonrisa en los labios mientras agradecía a Nancy.
-Gracias, Nancy.
Ella nos miró fijamente, como si estuviera tratando de transmitir un mensaje oculto con su mirada. Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda, pero me esforcé por no dejar que su actitud me afectara.
-Que lo disfruten -dijo Nancy con un tono frío antes de dirigirse hacia la puerta.
Observé cómo se marchaba, con una mezcla de alivio y curiosidad. Parecía haber algo más en su actitud hacia mí, algo que no lograba comprender del todo. Sin embargo, en ese momento tenía otras preocupaciones en la mente.
-No la quiero cerca de mi, Duncan Salvatierra. -dije mirándolo a los ojos. -Y menos la quiero sabiendo que ambos pudieron tener algo. Playboy dime algo.. ¿te follaste a Nancy?
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Editado: 20.06.2024