Narrador Omnisciente
La mujer se encontraba en el balcón de su enorme mansión, con la suave brisa acariciando su rostro. Observaba el hermoso paisaje que se extendía ante sus ojos, un escenario idílico que contrastaba con la tormenta interior que la consumía. La soledad de aquel lugar solo agravaba su tristeza y amargura.
Con una mano temblorosa, llevó la copa de vino a sus labios, tratando de encontrar consuelo en su sabor. Sin embargo, en lugar de calmar su pena, la bebida solo parecía avivarla. Una lágrima solitaria se desprendió de sus ojos, recorriendo su mejilla mientras recordaba el pasado triste con el que cargaba.
Había sido una mujer llena de esperanzas y sueños, con una vida llena de posibilidades. Pero todo eso había cambiado cuando él entró en su vida. El hombre al que alguna vez amó con fervor y devoción, se había convertido en su peor pesadilla: un playboy despiadado.
En su búsqueda de aceptación y poder y, él la había utilizado, humillado y abandonado. La había dejado con el corazón destrozado y la confianza hecha añicos. Pero ella no iba a permitir que él saliera impune, no importaba el costo que tuviera.
Levantó la cabeza con determinación, una chispa de venganza ardiendo en sus ojos.
-Te voy a destruir -susurró con voz firme. Aquellas palabras resonaron en el aire, cargadas de una promesa sombría. Lo haría aunque fuera lo último que hiciera, estaba dispuesta a todo para hacerle pagar por el daño que le había causado.
La mujer se adentró en su mansión, rodeada de lujos y opulencia, pero en su interior, el dolor y la ira bullían sin tregua. Sabía que enfrentarse a él no sería fácil, que tendría que jugar con astucia y estrategia para poder derrotarlo.
Investigó cada aspecto de su vida, buscando debilidades, secretos ocultos y cualquier información que pudiera usar en su contra. Contrató a los mejores investigadores privados, abogados y expertos en tecnología para reunir pruebas irrefutables que lo incriminaran.
La mujer se sumergió en un mundo oscuro y peligroso, donde la moral y la ética parecían desvanecerse. Pero ella estaba dispuesta a todo con tal de cumplir su cometido. Sabía que él no tendría reparos en hacer lo mismo, y ella no podía permitirse ser la víctima una vez más.
Cada noche, mientras el mundo dormía, ella trabajaba incansablemente para tramar su venganza. Diseñó un plan meticuloso y minucioso, un rompecabezas que poco a poco iba encajando.
La mujer se rodeó de aliados, personas que habían sido víctimas de aquel playboy sin escrúpulos, dispuestas a unirse a su causa. Juntos, formaron una red de resistencia, dispuestos a destruir al playboy.
El día de la confrontación final se acercaba.
Ella estaba preparada, su determinación era inquebrantable. No importaba lo que sucediera, ella no se detendría hasta haber cumplido su objetivo. Estaba dispuesta a arriesgarlo todo, incluso su propia vida.
La venganza se cernía en el horizonte, un destino inminente que no podría ser evitado. El maldito playboy nunca imaginó que su juguete roto se convertiría en su peor pesadilla, una fuerza implacable que no descansaría hasta verlo caer.
Y así, en medio de la oscuridad, la mujer se alzó con la determinación de una guerrera. El mundo temblaría ante su furia y su sed de justicia. La batalla estaba por comenzar, y nadie podría detenerla.
El teléfono de la mujer sonó escandalosamente, interrumpiendo el flujo de sus pensamientos. Sus ojos se apartaron del hermoso paisaje y se posaron en el aparato que vibraba con insistencia sobre la mesa. Con manos temblorosas, tomó el teléfono y contestó, ansiosa por recibir noticias.
-¿Me tienes noticias? -preguntó con anticipación en su voz, mientras sus ojos se perdían en el inmenso cielo azul que se extendía sobre ella.
Al otro lado de la línea, una voz grave y segura respondió: -Ya todo está hecho, hermosa. Duncan Salvatierra caerá en cuestión de días.
Las palabras resonaron en los oídos de la mujer, llenándola de una mezcla de satisfacción y alivio. Después de tanto tiempo de planeación y trabajo duro, finalmente veía los frutos de su venganza acercándose. Una sonrisa leve se dibujó en sus labios, aunque su mirada reflejaba una determinación inquebrantable.
-Sabía que podía confiar en ti -respondió la mujer con gratitud en su tono de voz. -En unos días, te transferiré tu parte del trato, tal como acordamos.
La mujer colgó el teléfono y se quedó allí, en el balcón de su mansión, contemplando el vasto horizonte. Aunque la satisfacción de ver a su enemigo caer era palpable, no podía evitar sentir una mezcla de emociones. La venganza había consumido gran parte de su vida y había dejado una huella profunda en su ser.
Recordó los momentos en los que la desesperación la abrumaba, cuando cada día era una lucha para mantenerse en pie. Pero ahora, estaba más cerca que nunca de liberarse del pasado que tanto la había atormentado.
Con paso decidido, la mujer se alejó del balcón y se dirigió a su estudio. Allí, rodeada de papeles y documentos, continuó con los preparativos finales para el inminente colapso de Duncan Salvatierra. Revisó cada detalle minuciosamente, asegurándose de que no hubiera cabos sueltos.
Sabía que el juego aún no había terminado y que debía permanecer alerta hasta el último momento. Duncan Salvatierra era un hombre astuto y despiadado, y no dudaría en luchar con todas sus fuerzas para mantener a su lado lo que más amaba en la vida.
Pero la mujer estaba decidida. Había pasado demasiado tiempo sumida en la sombra, llevando consigo el peso de su pasado triste. Ahora era su momento de brillar, de reclamar justicia y liberarse de las cadenas que la habían mantenido atada durante tanto tiempo.
Con cada día que pasaba, la certeza de su éxito se fortalecía. La mujer estaba dispuesta a sacrificarlo todo por su venganza, y no se detendría hasta que Duncan Salvatierra cayera ante ella.
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Editado: 20.06.2024