Duncan
Después de mi confesión me sentí totalmente liberado.
"-Te quiero Amaia Montero, lo hago desde que te conocí."
"-Tambien te quiero Playboy de mierda. También te quiero."
El momento en que besé los labios de Amaia fue mágico. Sentí su suavidad y calidez, y su jadeo resonó en mis oídos como música celestial. Sus labios se movieron en perfecta sincronía con los míos, como si estuviéramos destinados a encontrarnos de esta manera.
Después de nuestro beso apasionado, la abracé con fuerza, queriendo aferrarme a ella para siempre. Sentía su cuerpo tembloroso contra el mío y su corazón latiendo rápido, en sintonía con el mío. Era un momento de pura conexión, donde nuestras almas parecían fusionarse en un solo ser.
-Eres lo más hermoso que me puedo encontrar en la vida, Amaia -murmuré con voz entrecortada por la emoción. Mis brazos la rodearon con más fuerza, temiendo que en algún momento pudiera desvanecerse de mis brazos. No podía imaginar un mundo sin ella, sin su sonrisa radiante y su mirada llena de amor.
Amaia se apartó un poco de mí, aún con lágrimas en sus ojos, pero con una sonrisa juguetona en sus labios.
-Pensaba que no eras tan cursi, playboy -dijo, mientras se secaba las lágrimas con la mano. Sus ojos brillaban con felicidad y una pizca de incredulidad. Era hermosa, incluso en esos momentos vulnerables.
Sonreí ante su comentario.
-Supongo que cuando encuentras a alguien que te llena el corazón, no puedes evitar expresar tus sentimientos más profundos -respondí con ternura. Nunca había sido el tipo de chico que se enamoraba fácilmente, pero Amaia había cambiado todo eso. Ella había conquistado mi corazón de una manera que nunca antes había experimentado.
La miré a los ojos, perdido en su brillo y en la promesa de un futuro juntos.
-Por nada del mundo dejaré que te alejes de mí -afirmé con determinación. No permitiría que nada ni nadie nos separara. Había encontrado en Amaia un amor que valía la pena luchar, un amor que había transformado mi vida por completo.
Amaia se acercó de nuevo a mí, sus labios curvados en una sonrisa traviesa.
-Bueno, supongo que tendré que acostumbrarme a tu cursilería entonces -bromeó. Me encantaba su espíritu juguetón y su capacidad para sacarme de mis casillas.
La abracé de nuevo, esta vez con suavidad, disfrutando de la sensación de su cuerpo contra el mío.
-Prometo que haré todo lo posible para no abrumarte con mis declaraciones románticas -respondí, riendo suavemente.
El tiempo pareció detenerse mientras nos quedábamos allí, abrazados, disfrutando de la compañía del otro. Sabía que había encontrado a mi persona especial, a alguien con quien quería compartir mi vida y construir un futuro juntos.
Mientras acariciaba su cabello suavemente, susurré al oído de Amaia, sintiendo cómo se erizaba su piel bajo mis dedos.
-Eres mi luz, mi inspiración. No puedo esperar para vivir cada día a tu lado, Amaia.
Ella levantó la mirada, encontrando mis ojos llenos de amor y anhelo.
-Y yo no puedo esperar para ser tu compañera, Duncan -respondió en un susurro. Sus labios encontraron los míos una vez más, sellando nuestras promesas y comprometiéndonos el uno al otro.
En ese momento, supe que mi vida estaba completa. Había encontrado el amor verdadero en Amaia, y juntos enfrentaríamos cualquier obstáculo que la vida nos presentara. Nos pertenecíamos el uno al otro, y eso era todo lo que importaba.
Después de pronunciar esas palabras llenas de amor a Amaia, mi teléfono comenzó a sonar, interrumpiendo el momento íntimo que estábamos compartiendo. Miré a Amaia y ella asintió, entendiendo que debía responder. Tomé el teléfono con manos temblorosas y contesté.
-¿Qué sucede? -pregunté con una leve preocupación en mi voz.
La voz al otro lado de la línea sonaba urgente y preocupada. -No ingieras el desayuno que Nancy te llevó, señor. Y, sobre todo, no dejes que Amaia se tome el jugo -dijo la persona al otro lado de la línea.
Mi corazón se aceleró al instante y mi mirada se dirigió a Amaia, quien abrió los ojos como platos al darse cuenta de que tenía el vaso de jugo que Nancy le había traído en sus manos. Sin pensarlo dos veces, me acerqué rápidamente a ella y le arrebaté el vaso de las manos.
Amaia me miró confundida y alarmada.
-¿Qué está pasando, Duncan? -preguntó, preocupada por mi reacción repentina.
Mi voz temblorosa intentó explicar la situación lo más rápido posible.
-Alguien acaba de advertirme que no ingiramos el desayuno que Nancy nos trajo, y mucho menos que tú te tomes ese jugo. No sé qué está sucediendo, pero no voy a permitir que te pase nada malo, ni a ti ni a nuestro hijo. Primero muerto antes de que algo te suceda.
El pánico comenzó a apoderarse de mí mientras intentaba comprender la gravedad de la situación. ¿Quién podría querer hacernos daño? ¿Qué peligro acechaba en nuestro hogar? Me sentía impotente, pero también decidido a proteger a mi familia a toda costa.
Si tenía que enfrentarme ante cualquier persona para luchar por ellos lo haría sin dudar.
Aquí estaba yo, dispuesto a luchar contra viento y marea por las personas que más amo.
Sentí una punzada de preocupación en mi estómago. Naira, la amable señorita que trabajaba para mi me había advertido de alguna manera que no lo ingiriéramos. No estaba seguro de qué significaba exactamente, pero su tono de voz urgente me puso en alerta máxima.
-Ve a cambiarte Amaia. Iremos a desayunar fuera de casa. -ella frunció el seño y yo la miré tratando de transmitirle mi preocupación con la mirada. Ella me devolvió la mirada con los ojos llenos de confusión, y también se fijó en el desayuno que estaba sobre la mesita.
-¿Pero, nos acaban de traer el desayuno, Duncan? ¿Estás loco playboy? -dijo Amaia, tratando de comprender la situación.
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Editado: 20.06.2024