Amaia
Dos días después de la intervención que le realizaron a Duncan, el doctor le dio el alta médica y el playboy estaba más que contento por ello. A pesar de su actitud arrogante y sus comentarios lascivos, debo admitir que su recuperación está siendo notable y rápida.
Duncan se puso de pie con entusiasmo y me recordó una promesa que, sinceramente, no recordaba haber hecho.
-Cuando lleguemos a casa, quiero lo que me prometiste, Amaia Salvatierra Montero -dijo, con una sonrisa pícara en su rostro.
Yo fruncí el ceño y le respondí con firmeza.
-No te prometí nada, playboy. Así que ve sacándote esa idea de la cabeza.
Duncan hizo una mueca con sus labios y, en lugar de molestarme, solté una estruendosa carcajada. Parecía que su sentido del humor y su carisma estaban volviendo a la normalidad después de la cirugía.
Luego de reírnos un poco, lo ayudé a colocarse los pantalones. Durante ese proceso, como todo pervertido incorregible, soltó un comentario inapropiado que no tenía absolutamente nada que ver con la situación.
-Si sigues tocándome así, te colocaré sobre esa camilla y te follaré muy duro, Amaia -dijo con una expresión lasciva en su rostro.
Enarqué una ceja, fingiendo indiferencia, y respondí con un tono de voz sereno.
-No puedes, playboy. Por si no lo recuerdas, la herida te lo impide.
Duncan soltó un bufido estruendoso, como si mi respuesta le frustrara. Supongo que estaba acostumbrado a tener el control y que mis palabras lo recordaran de sus limitaciones le resultaba incómodo.
A pesar de nuestras interacciones llenas de tensión y provocación, había algo en el aire que indicaba un cambio en nuestra dinámica. A medida que pasaron estos días, los comentarios con doble sentido se atenuaban todavía más.
La convalecencia de Duncan nos obligaba a pasar más tiempo juntos, y eso nos permitía conocernos en un nivel más íntimo. Descubrí que debajo de su fachada de playboy egocéntrico había un hombre vulnerable y, en ocasiones, incluso encantador. Aunque no era un descubrimiento en si, porque yo sabía que debajo de esa apariencia de Playboy rompe bragas y corazones se ocultaba un gran hombre.
Con el paso de estos dos días, nuestras conversaciones se volvieron más significativas y nuestros gestos más sutiles. Me di cuenta de que estaba empezando a importarme genuinamente su bienestar, más allá de nuestras diferencias y desacuerdos.
La escena en la que me encontraba ayudándolo a vestirse se convirtió en un símbolo de nuestra transformación. Aunque sus comentarios lascivos aún afloraban ocasionalmente, había un matiz de respeto en su trato hacia mí.
Y así, mientras Duncan bufaba por mi negativa a complacer sus fantasías, yo sonreía internamente, sabiendo que estábamos avanzando hacia una relación más profunda y significativa. A medida que sanaba su cuerpo, también sanaba nuestra conexión.
La vida nos reserva sorpresas inesperadas y encuentros improbables. A veces, es necesario atravesar adversidades para descubrir la verdadera esencia de las personas. Y quizás, en el proceso, encontrar algo más allá de lo que imaginamos posible.
Me alegró ver a Duncan con vida y en recuperación, pero mis pensamientos se nublaron al escuchar las palabras de Joshua.
No sabía por qué, pero algo en él me daba una mala espina. Mis instintos se agudizaron de repente, y un presentimiento totalmente loco se apoderó de mí.
-Me alegra verte vivo, Duncan -levanté la cabeza al escuchar estás palabras de parte de Joshua. Mis ojos se entrecerraron cuando dirigí mi mirada hacia Joshua, quien tenía una gran sonrisa en los labios.
No sé por qué, pero un pensamiento se apoderó de mi mente. ¿Sería posible que Joshua estuviera involucrado en el atentado? ¿Sería él uno de los participantes que está intentando arrebatar la vida de Duncan?
-Hasta ahora te apareces Joshua -mencioné, observando sus ojos fijamente y enarcando una ceja.
-Estaba ocupado resolviendo algunos asuntos, señora Salvatierra -dijo Joshua lentamente, dándome una mirada fulminante.
Me importaba muy poco lo que este idiota pudiera hacer. Pero si se atrevía a tocar a mi familia, vería de lo que soy capaz.
-Alguien está tratando de conspirar contra nosotros, Joshua. ¿Puedes creerlo?, -le pregunté, notando claramente su nerviosismo mientras negaba con la cabeza.
Te tengo, rata miserable...
-Lo que esa persona no sabe es que no nos dejaremos vencer tan fácilmente. Primero daremos mucha batalla, y después... mandaremos a nuestros enemigos al mismísimo infierno sin pase de regreso -inquirí con determinación, dejando en claro que no nos rendiríamos ante las amenazas.
Joshua me miró y luego fijó sus ojos en el playboy, quien me observaba con sorpresa. Parecía que había captado el mensaje de que estábamos dispuestos a todo por protegernos.
-¿Qué estarías dispuesta a hacer por mí, Amaia? -preguntó el playboy sin apartar sus ojos de mí.
-Mataría por ti, playboy. Con tal de defenderte, haría cualquier cosa -respondí mientras lo miraba fijamente. Luego, dirigí mi mirada hacia Duncan y pregunté -¿Y tú, qué harías por mí?"
-Por ti, soy capaz de todo, Amaia. Por ti, me convertiría en un maldito criminal, porque nadie toca lo que más amo en esta vida. Antes de que te hagan daño, tomo un arma y acabo con quien quiera hacerte daño -declaró Duncan con determinación.
Sonreí mostrando mis dientes después de escuchar esas palabras, y poco después, clavé mis ojos en Joshua, quien tragó saliva visiblemente nervioso.
-Nuestros enemigos deben cuidarse, porque Duncan y yo somos capaces de arrasar con ellos -afirmé con seguridad.
-Si tienes algo que ver, Joshua, acabaré contigo... Juro que lo haré -pensé para mí misma, prometiéndome que haría lo necesario para proteger a los míos.
La tensión en el aire era palpable, pero también sentía una conexión más profunda con Duncan. En medio de la adversidad, habíamos encontrado una fuerza inquebrantable que nos unía.
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Editado: 20.06.2024