Un heredero para el playboy (#1 de la saga heredero)

Capítulo 18: ¡Tú caída se acerca...!

Duncan

Cuando abrí los ojos, examiné todo a mi alrededor y solté un quejido de dolor. Mi cuerpo entero me dolía, pero especialmente la zona donde tenía la herida de bala. Miré cómo mi hogar se consumía en llamas y la impotencia creció en mí. Me dolía en el alma porque esta casa la había comprado con el primer dinero que había ganado.

Mis ojos se abrieron de par en par al sentir una mano sobre la mía. Giré mi cabeza hacia ella y mis ojos se llenaron de lágrimas al ver a mi querida Amaia tirada en el suelo.

—Amaia, Amaia -dije mientras acariciaba su rostro. —No puedes dejarme. Me niego a dejarte ir...

Me levanté del suelo, con la poca fuerza que me quedaba, sin importarme el intenso dolor que sentía en el brazo a causa de la herida de bala. No podía dejarla. La tomé entre mis brazos y caminé unos pocos metros, prácticamente aguantando el fuerte dolor que me embargaba en ese momento.

Me detuve un segundo para tomar aire, pero eso solo hizo que el dolor en mi brazo se intensificara aún más.

—¡No aguanto esto más! Terminaré con esto de una vez por todas, acabaré con estos atentados aunque tenga que mancharme las manos de sangre. Acabaré contigo, acabaré con todos los que estén conspirando en nuestra contra -dije mientras sufría un fuerte ataque de dolor.

—Te ayudaré, Duncan Salvatierra -giré mi cabeza para ver a la mujer que me había dicho esas palabras y no podía creer lo que estaba viendo.

—¿Quién eres en realidad, Naira?

Ella soltó un suspiro y me miró fijamente a los ojos.

—La hija del diablo -confesó.

Tras esa revelación, abrí los ojos como platos y mi boca se abrió de par en par.

—Eres la hija del criminal más buscado por la Interpol. No puedo creerlo.

—Pues créelo, Duncan. Porque  también soy la persona que te ayudará a acabar de una vez por todas con esa persona que te ataca -dijo ella mientras levantaba una de sus manos y varios hombres se acercaban hacia nosotros.

Los hombres tomaron a Amaia entre sus brazos sin que pudiera protestar y la llevaron hacia uno de los autos estacionados cerca de nosotros.

—Esta guerra será dura de pelear, Duncan. Pero te juro que saldremos victoriosos -afirmó.

Me dejó sin aliento. A medida que mi mente asimilaba las revelaciones, la realidad se tornaba aún más turbia. Mi corazón se llenó de incertidumbre y la pregunta resonó en mi mente: ¿en quién podía confiar realmente?

Esta guerra será dura de pelear, Duncan. Pero te juro que saldremos victoriosos -recorde las palabras  que había dichos Naira y suspiré.

Luego de que Naira dijo estas palabras, me miró a los ojos fijamente y yo aparté la mirada.

—Para poder ayudarte, tengo que saber a lo que me enfrento, Duncan. Dime si tienes alguna idea de quién puede ser que te esté tratando de matar -dijo Naira.

Hice una mueca que no pasó desapercibida para ella.

—Ah... verdad. Se me olvidaba que por tu maldita fama de playboy tienes casi a todas las mujeres de este lugar como posibles sospechosas -agregó.

La miré con una ceja enarcada. Aunque en el fondo sabía que las palabras que había dicho eran totalmente ciertas. Abrí mi boca para hablar, pero Naira se adelantó.

—Más tarde veremos ese asunto, Duncan. Ahora vamos a llevar a Amaia al hospital -dijo y yo me encargué de asentír y a la misma vez empecé a caminar lentamente hacia el auto en el que tenían a mi esposa.

El dolor en todo mi cuerpo era insoportable, pero aún así me sentía bien al saber que yo recibí el disparo y no mi amada Amaia. Sin duda alguna, daría mi vida por ella. Daría mi vida por ellos.

Cuando entré al automóvil, mis ojos se posaron en Amaia, que estaba recargada en el asiento del auto. Alcé una de mis manos, acaricié su rostro y me acerqué a ella lentamente.

Dejé un beso en sus labios, lento y lleno de ternura. Era como si este fuera el último beso que le daría.

—Si tengo que apartarte de mí para que estés segura, lo haré, Amaia, porque nada en este mundo me dolería más que saber que por mi culpa te puse en peligro. Que los puse en peligro -le dije mientras acariciaba su ya notable panza de embarazada.

En ese instante, me sentí el peor hombre del mundo por tomar una decisión que, aunque haría sufrir a Amaia, era lo mejor para todos.

—Te dejaré marchar porque solo así estarás bien, amor -susurré mientras dejaba un beso en la coronilla de Amaia. Para ese punto, las lágrimas bajaban como cascadas de mis ojos. —Iré por ustedes. Iré por ustedes.

Repetí mientras abrazaba a Amaia con fuerza.

Sentía un nudo en la garganta y el corazón destrozado por tener que alejarme de ella. Nos estaban  llevando al hospital y yo tenía la esperanza de que estuviera a salvo, de que nuestro hijo pudiera nacer en un mundo sin peligros.

Durante el trayecto, no pude evitar recordar los momentos felices que habíamos compartido juntos. Desde el día en que nos conocimos, supe que Amaia era la mujer de mi vida. Siempre demostró ser la indicada y así fue. Y ahora lamentablemente tenía que dejarla para protegerla.

Cuando llegamos al hospital, ayudé a los hombres a bajar a Amaia del auto con cuidado.

A mí me te llegó una imagen de sus ojos y estos mostraban preocupación y tristeza, pero también confianza en mí.

Saber que aunque ella estaría triste, me partía por completo el corazón, pero me siento agradecido por tenerla a mi lado, aunque fuera por poco tiempo.

—Cuídate, Amaia. Y cuida de nuestro hijo -le dije mientras acariciaba su barriga una vez más. —Volveré por ustedes. Lo prometo.

Me despedí de ella con un último abrazo, y con el corazón lleno de dolor, me alejé. Sabía que estaba tomando la decisión correcta, pero eso no hacía que el dolor desapareciera. Caminé cortos  pasos con la determinación de encontrar a quienes me buscaban y poner fin a todo esto.

No importaba lo que tuviera que enfrentar, haría todo lo posible para regresar con Amaia y nuestro hijo. Lucharía hasta el final, porque el amor que sentía por ellos era más fuerte que cualquier guerra que se presentara ante mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.