Un heredero para el playboy (#1 de la saga heredero)

Capítulo 23: Un heredero para el playboy.

Amaia

Varios meses después.

Habían pasado varios meses, y con cada día, mi vientre iba creciendo, un reflejo tangible del amor que crecía dentro de mí. Observo mi reflejo en el espejo y no puedo evitar sonreír, radiante de felicidad.

—Estás hermosa, mi amor. Si estando embarazada te ves tan exquisita, procuraré embarazarte cada vez que tenga la oportunidad -dice Duncan, mi esposo, con un tono juguetón que me hace enarcar la ceja. —La próxima vez te dejaré embarazada de gemelos.

Añadió con picardía.

Su comentario provoca una carcajada sincera en mí, pero justo en ese momento, los gritos desesperados de Ayleen Salvatierra irrumpen en nuestra conversación.

—¡Estoy arta de esto! Ya no puedo soportarlo más...

Rápidamente, me pongo mi bata de baño y salgo de la habitación con Duncan siguiéndome de cerca.

Caminamos durante varios minutos hasta detenernos frente a la hermana de Duncan, quien está en el suelo llorando desconsoladamente.

—Esto no va para ninguna parte. Es mejor que lo dejemos aquí -pronuncia Ayleen entre sollozos, y sus palabras están llenas de dolor. —Mañana a primera hora te enviaré los papeles del divorcio.

Mire a mi hermano y este se encontraba mirando fijamente a su esposa.

—Los estare esperando... -estas palabras rompieron por completo el corazón de Ayleen, lo pude ver en sus ojos.

El idiota de mi hermano después de decir estás palabras giro sobre sus pies.

—¡No seas cobarde maldito idiota..! No eres ni la mitad del hombre con el que crecí, deja de lado tus malditas ambiciones y lucha por ella. -él se detuvo abruptamente al escuchar estás palabras salir de mi boca.

—¿Quien te dijo que la quiero? ¿Quien te dijo que quería casarme con ella? ¿Quién verbalizo que quería aparentar amarla?

Estas palabras me hicieron apretar con fuerza los puños.

Desvíe mis iris hacia donde se encontraba Ayleen y sentí pena por ella.

Mi hermano es un maldito idiota.

Las lágrimas continúan fluyendo de los ojos de Ayleen, y siento un nudo en mi garganta al presenciar su dolor. No puedo evitar sentir empatía hacia ella, ya que sé lo complicadas que pueden ser las relaciones.

Mi hermano le dio una última mirada a su esposa, y tras hacerlo se marchó sin más del lugar.

Verlos de esa manera es una escena desgarradora la cuál no pensaba presenciar.

—Ayleen -gire mi cabeza al escuchar las palabras de Duncan. —Todo estará bien cariño. Ese idiota se arrepentirá de decir esas palabras princesa. Haré que llore lagrimas de sangre, ¡te lo juro!

La pequeña Salvatierra se aferró a los brazos de su hermano, mientras que las lagrimas salían sin control de sus iris.

Me dolía verla de esa manera y me dolía todavía más que mi hermano fuera el causante de las lagrimas de esa hermosa mujer.

—Lamento que estén pasando por esto -digo con voz suave, tratando de ser comprensiva y apaciguar la situación. —Espero que puedas encontrar paz y felicidad.

Luego de verbalizar estás palabras Ayleen lloro más fuerte en los brazos de su hermano.

Ella no se merece ser tratada de esa manera, Ayleen Salvatierra no se merece esas palabras que mi hermano le había dicho.

—¿Quien te dijo que la quiero? ¿Quien te dijo que quería casarme con ella? ¿Quién verbalizo que quería aparentar amarla?”

¿Cómo él podía decirle esas palabras a la madre de su hija? ¿Cómo podía dañarla y no tener ningún tipo de remordimiento?

Tenía que buscar una respuesta de estas interrogantes ante de que matará a mi hermano por esas dolorosas palabras que había dicho.

Apreté los puños de mis manos y con decisión camine por donde se había ido el tonto de mi hermano.

Mientras caminaba no pude evitar pensar en las muchas veces que los tres compartimos risas y buenos momentos, y ahora todo parece derrumbarse. Pero sé que el amor no siempre sigue el camino que esperamos y que cada uno debe encontrar su camino hacia la felicidad.

—¿A donde crees que vas, Alan Montero? -estas palabras lograron que emi hermano se detuviera abruptamente. —¿Me puedes explicar qué rayos te está pasando? ¿Por qué le dijiste esas palabras a tu esposa? ¿Por qué te comportas como un patán?

Él suspiro.

—Desde un principio no quería está vida, Amaia. Me casé con Ayleen por el convenio que firmaron nuestros padres, solo por eso. Aunque eso tú deberías saberlo -hice una mueca. —Desvíe mi futuro por el deseo de otro y ha llegado al hora de retomar nuevamente mi vida, sin que nadie me diga lo que tengo que hacer. Sin que nadie decida lo que es mejor para mi vida. Sin que nuestro padre me diga lo que tengo o no que hacer.

Alan me miró con tristeza, y aunque está claro que sus sentimientos han cambiado pero, aún hay un rastro de afecto en su mirada.

—¿Entonces ya no hay nada que hacer?

—El divorcio es un hecho Amaia. Ella lo propuso y pués yo los estaré esperando, para terminar de una vez por todas con lo que nunca debió de ser…  -responde con voz quebrada.

—¿Qué pasará con Maia? -él volvió a suspirar. Y cuándo abrió la boca sus palabras me sorprendieron.

—Maia es el producto de las presiones de mi padre. Ella solo es el deseo del gran señor Alonso Montero, no mío. -estas palabras me rompieron por completo. —Nunca toqué a su madre, así que se puede decir que prácticamente no mi hija es.

No creía lo que estaba escuchando.

¿Donde había quedado el hombre que ama con todo su ser a Maia? ¿Donde había quedado el hombre con el crecí, el chico que daba la cara por mi? ¿Donde rayos estaba el verdadero Alan Montero?

—Deja de decir estupideces Alan. Esa niña es tu hija, es tan tuya como de Ayleen. Ella es tuya Alan, no importa como fue concebida. Esa niña es tu hija, ¡tú hija!

Él hizo una mueca.

—Yo no la quiero…

Esas palabras me habían confirmado que algo estaba pasando. Porque mi hermano no es así.




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