Un heredero para el playboy (#1 de la saga heredero)

Capítulo 25: Final.

Amaia

Un mes después.

Sonreí al ver a mi pequeño bebé recostado en mi pecho. Amaba tanto sentir su piel contra la mia, sentir su respiración y ver sus hermosos iris, los cuales había heredado dem playboy.

—Eres un niño muy guapo cariño, es un hecho que volverás totalmente locas a todas las niñas. -verbalicé y Daniel pareció entender porque me dio una gena sonrisa —Lo único que te pediré es que no seas tan descabellado como lo es tu padre. Porque si lo haces tendrás graves problemas conmigo, Daniel Salvatierra Montero.

—Daniel tendrá el apoyo absoluto de su padre. Así que él no debe preocuparse por eso. -levante la mirada y al ver a Duncan enarque una ceja.

—Si perviertes a mi hijo te mato playboy de mierda
-le advertí y él me dió una gran sonrisa. —Ni se te ocurra hacer de mi hijo un playboy como tú porque te mato, juro que te mato.

Duncan se coloco a la par mía e inmediatamente nuestro hijo coloco sus ojos en él, dejándome en segundo plano.

Esto no es para nada justo.

—Nuestro hijo disfrutará de su sexualidad y eso no está en discusión Amaia. -entrecerré los ojos tras mirarlo.

—Vete al infierno Duncan Salvatierra -el abrió su boca para responder, pero fue interrumpido por la voz de nuestra sobrina, Maia. Quién se estaba quedando temporalmente con nosotros, hasta que su madre vuelva de un viaje flash.

—Tia Amaia, no quiero ver a papá. Él no me quiere, y por eso no quiero verlo. -desvíe mi mirada hacia donde Duncan y hice una mueca.

Duncan tomó en sus brazos a nuestro hijo y yo sin perder tiempo me acerqué hasta donde estaba Maia.

—¿Donde está Alan? -la niña me miró con los ojos llorosos y al verla el deseo de golpear al tonto de mi hermano creo considerablemente en mi.

—Esta abajo -asenti con la cabeza luego de escucharla. —¿Por qué él no me quiere tía? ¿Es porque no le gusta leerme un cuento? ¿O porque ya no soy su princesa favorita?

Maldito cabron. Alan Montero, juro por lo más sagrado que tengo que estás muerto.

—No es nada de eso princesa. Tú padre en este momento está pasando por un problema difícil, es por ello que dice y hace estupideces. Todo estará bien Maia, verás que todo sera como antes...

Eso espero.

Luego de tranquilizar a la pequeña la deje al cuido de Duncan para dirigirme totalmente encabronada hasta donde se encontraba el capullo de mi hermano. 

Lo vi sentado en el sofá con una copa entre sus manos. Tenía la mirada perdida en una de las fotografías. Se veía realmente mal, pero no por eso le dejaría pasar todo.

—Alan -ante mi llamado él coloco sus ojos en mi e hizo una mueca.

—Te vez hermosa hermana. Te sienta la maternidad. -rode los ojos —Vine a conocer a mi sobrino. ¿Me dejaras?

Luego de estas palabras él se llevó el vaso de licor a los labios.

—Te dejaré conocer a mi hijo pero, no quiero que lastimes más a Maia. Bastante has hecho.

Alan coloco sus ojos en mi e hizo una mueca.

—No quería que ella escuchará esas palabras.

—Pero aún así lo hizo.. -me acerque a él para quitarle el vaso de alcohol de sus manos.

—¡Oye...! -replico Alan mientras se colocaba sobre sus pies.

Alan trato de quitarme el vaso de las manos pero yo fui más rápida que él.

—El alcohol está prohibido par tí en esta casa, así que tienes que mantener tus manos alejadas de la barra.

Mi hermano abrió la boca para replicar pero se detuvo abruptamente al escuchar la voz de Maia.

—¡Tía! Tía. Mamá regreso, ¡regreso!

Ver el entusiasmo que tenía la pequeña por la llegada de sus madre me hizo sonreír.

Giré mi cabeza hacia mi hermano y lo encontré mirando a su princesa con una sonrisa en los labios.

—Papi… la voz de Maia se entrecorto luego de decir estás palabras. —No. Ya no eres mi papi, porque no me quieres. Los papis quieren a sus princesas.

Fulmine a mi hermano con los ojos y él trato de acercarse hasta donde se encontraba la pequeña.

—Maia, princesa…

La niña negó con la cabeza y dio varios pasos hacía atrás.

—Ya no soy tu princesa. Ya no eres mi papi. -Amaia derramó las lagrimas que estaba reteniendo y se acercó a mí. —Solo tengo a mami. Solo seremos tres contra el mundo. Solo nosotros tres…

Alan agacho su cabeza, pero solo lo hizo durante un minuto porque al escuchar la voz de Ayleen Salvatierra la levantó con rapidez.

—Maia. -la pequeña coloco sus iris en Ayleen —¡Ven conmigo!

Solo bastó que ella verbalizara esas palabras para que la pequeña niña saliera corriendo hacia los brazos de su madre.

Cuando Maia se reencontró con su madre la abrazo con fuerza.

Fundiéndose ambas en un gran y caluroso abrazo.

Alan se mantenía expectante ante la hermosa escena que ellas estaban brindado.

—¿Por qué tuviste que arruinar las cosas Alan? ¿Por qué digiste todas esas cosas aquella vez? ¿Por qué?

Recordar las palabras que él le había dicho a Ayleen me hacía hervir de rabia.

“¿Quien te dijo que la quiero? ¿Quien te dijo que quería casarme con ella? ¿Quién verbalizo que quería aparentar amarla?”

—Perdiste Alan Montero, perdiste. -él desvío su mirada hacia otro lado.

Alan se veía incómodo, y yo disfruté mucho verlo en ese estado.

—Mami, papi… -Ayleen detuvo a su hija en seco tras escuchar estás palabras.

—Maia cariño, ¿puedes ir a buscar tus cosas? -la niña asintió con la cabeza, para luego salir a buscar sus pertenencias —Que bueno encontrarlo aquí, señor Montero.

Alan bufó.

»—Asi podemos acabar con esto de una vez por todas. Cómo era un tormento para tí estar casado conmigo, trámite lo más rápido posible la demanda del divorcio… -luego de estas palabras Ayleen saco de su bolso un sobre amarillo. Y tras hacerlo se acercó a Alan con una sonrisa en sus labios.

Claramente fingida.




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