Un Hermoso Secreto

1. Mi pequeña rubia de rizos desordenados.

 

bXV2W-9BKUlUzLYX5QBeSsKLrCObY1CYnfmFMM-s83fUHuL0jxbymI38l4p4EQHkRQ4slDGVQamECih3eKHb8tmC2ZKPoiCbxyfeLmovoxvkvipj3IRrO5F65-3MfD-oziDNx0zS9PdLtXZZS6AzRBk

Oliver

Mi pecho se estremece al percibir el vacío inmenso que siento, este dolor va perforando mi alma porque sin poder evitarlo, se va formando dentro de mí un hueco tan profundo que no sé cómo voy a poder llenar y muchos menos sé cómo voy a poder responderme  ¿Por qué Karen renunció a un nosotros juntos si en esa carta me confiesa que siempre me amó? Siento que mi pecho duele por la tristeza que causa ese ayer en el que ella era todo papa mi y sobre todo por este presente en el que me veo obligado a resignarme a que ya no hace parte de este mundo. No tengo nada de ella y juro que eso realmente duele mucho —sigo sumido en mi dolor, dejando que mi llanto le reclame con algo de rabia a alguien que ya no puede escucharme, por no haberme buscado antes. Lloro como un niño pequeño. Hasta que…

—Señol, ¿po te llola? 

Una voz dulce se cala por mis oídos, haciéndome detener el llanto lleno de sentimiento que me estaba consumiendo. 

—Si quele puelo abrazalo, mi mami dice que los abazos caliñosos quitan da tisteza. —insite la vocecita infantil que aún no pronuncia muy bien las palabras.

Abro mis ojos lentamente creyendo que estoy alucinando, enfoco mi mirada en la pequeña criatura rubia de rizos desordenados, dueña de la voz más tierna que han captado mis oídos. Y… 

No. Definitivamente no estoy alucinando. La hermosa niña que contemplan mis ojos, es tan real como mis lágrimas y la tristeza que tortura mi alma. 

Sus pequeñas manos acarician mi rostro con delicadeza, como si quisiera regalarme la calma que en este instante necesito. Quedo sin poder moverme, no solo porque sus suaves palmitas rozando mi piel me dan la dicha de un poco de serenidad, sino también porque, esos pequeños y hermosos iris que me observan con curiosidad, son iguales a los… 

—¡Dios! ¡Esto no puede ser…! —Mis pensamientos salen en voz alta cuando recuerdo la última línea de la carta que me envió Karen. Consternado me levanto abruptamente de la cama espantando un poco a la nena preciosa que hace segundos me consolaba. 

Mi reacción repentina la hace correr hacia la puerta y con algo de angustia se oculta detrás de las piernas de la chica que está parada en el marco de la puerta. 

La observo directamente a los ojos, sus iris tristes y sus párpados muy hinchados me confirman que está muy dolida y que ha estado llorando mucho por la muerte de su hermana. 

—¿Quién es esta nena, Emma? Por favor, no me digas que Karen me ocultó todo este tiempo a mí… —Mi voz es una súplica, mientras de sus ojos y de los míos brotan lágrimas cargadas de tristeza. 

—Lo siento, Oliver. Ella nunca quiso perturbar tu vida. Tenías muchos planes, muchos sueños que cumplir, por eso quiso dejarte ir, y le dio temor que si te contaba que estaba embarazada de Abby, tú te quedarías por compromiso y abandonarlas eso, por lo que tanto habías luchado. Tu vida no fue fácil y Karen pensaba que lograr ser quien ahora eres debía ser tu prioridad —cuenta la verdad a grandes rasgos.

Sus palabras son como un golpe seco que impacta en mi tórax, cuando a mi mente llega ese amargo recuerdo de cuando Karen, sin ninguna explicación, terminó conmigo. Por más que le pedí explicaciones, no hubo más que evasivas y exigencias de que me fuera porque ella ya no sentía nada por mí.

—¡Ella no tenía derecho a hacerme esto, no podía decidir por mí! Tú, eras mi amiga Emma, ¿cómo pudiste prestarte para esto? Me ocultaron a mi niña, me negaron el derecho de ser su papá. ¡Ni tú ni ella tenían ningún derecho, carajo! —reclamo entre lágrimas alzando la voz, cuando siento que la rabia me descontrola.

—Por favor, Oliver, cálmate que la nena te está escuchando y está asustada. —Pide bajito, agachándose para abrazar y tranquilizar a la pequeña que luce muy inquieta. 

Sus palabras me hacen reaccionar y ver a mi niñita tan abrumada, apaga, por lo menos por ahora, toda esta furia que hoy se adueña de mi ser.

—Hablemos en privado, voy a llevar a la bebé a su habitación y la dejo viendo algo en el TV para que nos permita conversar. —propone, carga a su sobrina e intenta marcharse de la alcoba con ella.

—No. Tú y yo no tenemos nada de que hablar. Debiste hablar hace más de dos años y no lo hiciste, ahora, no quiero escucharte. —expreso con tristeza, camino hacia ella y sin decir nada más, tomo en mis brazos a la nena que a pesar del mal momento que le hice pasar con mis gritos, no se asusta cuando la cargo y  empiezo a caminar con ella rumbo a las escaleras.  

Sus ojitos me miran con grandes interrogantes mientras me detalla como si estuviera recordando algo.  

—¡Oliver! ¡EY! ¡Oliver! ¡Espera! ¿Qué crees que haces? —La tía de mi hija se afana llamándome mientras corre tras nosotros.

—No lo ves, es evidente, me llevo a mi hija. —respondo seguro, sin detener mis pasos. 



#162 en Novela romántica
#75 en Chick lit

En el texto hay: bebe, secreto, amor

Editado: 08.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.