Un Hermoso Secreto

6. Una verdad incompleta.

 

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Emma

—Si voy a llegar a tiempo para la boda, Leo. Ya, por favor, deja el enojo, que no tiene razón de ser.

—Cariño, pero la boda es en menos de 3 meses, tenemos el tiempo limitado para los preparativos y no estás aquí. ¿Cómo carajos voy a hacer yo con tanto? —Comenta inquieto el hombre que está del otro lado de línea.

—Lo sé, estoy consciente que son muchos enredos con los preparativos, pero, por favor, entiéndeme, Abby me necesita.—confirmo lo que él tiene más que claro— Leo, de verdad lo lamento mucho, en estos momentos no puedo regresar, tal vez sea mejor aplazar la boda unos meses mientras yo resuelvo algunas cosas. —propongo cuando lo escucho suspirar frustrado. 

—No, claro que no tenemos que aplazar nada, mi amor. No quiero esperar más, Emma, suficiente tuve ya todo lo que me costó para que me dijeras que sí.  

—No tengo tiempo para dedicarme a preparar nada ahora y tampoco me gusta este tema de que me estés reclamando por no estar contigo, tienes claro que la nena está de por medio, así que de verdad, se vuelve irritante que me insistas en que vuelva enseguida, cuando sabes que es imposible que lo haga. 

—Lo siento por presionarte tanto, amor, perdóname, y ya no te preocupes por nada, yo, me encargo de que todo esté listo para la fecha estipulada. Contrataré a una organizadora de bodas y todo se resolverá. No pasa nada, todo estará bien, ¿ok? —habla rápido dando una posible solución para que mi ausencia no retrase nuestros planes. 

—¿Estás seguro? De verdad Leo, no quiero estar discutiendo contigo a toda hora, es agotador.  Si sientes que no puedes sobrellevar esta situación, es mejor que…

—Sí, estoy seguro, seré más compresivo, lo prometo.  Ya te dije que tú no te preocupes por absolutamente nada, más que por extrañarme. Te amo preciosa —expresa sus sentimientos y hace una pausa de silencio como esperando que yo diga algo.

Quedo muda, porque tengo un montón de emociones revueltas que no me dejan pensar muy bien. 

—También me amas, ¿cierto? —inquiere al no escuchar respuesta alguna de mi parte.

Mi mente sigue en pausa por varios segundos procesando su pregunta, hasta que por fin hace un esfuerzo por centrarse para poder responder. 

—Sí, lo hago, hablamos después, cuídate mucho —respondo cortante, y me despido rápido antes de colgar.  Me siento extraña, ansiosa y con un desespero cada que los latidos de mi corazón me recuerdan que un fantasma del pasado, que pensé ya había desaparecido de mis pensamientos, sigue más vivo que nunca. 

«Céntrate Emma, céntrate, y deja de enredarte la cabeza, que mucho te costo dejarlo ir, como para que ahora te enloquezcas de nuevo por un imposible» —Me regaño mentalmente, mientras vuelvo a centrar mi atención en el desayuno y el alimento de mi niña. 

Trascurre más de media hora, preparo algo de desayuno también para Oliver y para mí.  Me llama la atención que la pequeña y su padre aún no han bajado, sé que ya están despiertos, pero, me parece muy extraño que ella que come tan temprano no le haya pedido a su papi que la traiga.  

Apago las llaves de la estufa cuando todo está listo, me quito el delantal y me apresuro hacia las escaleras.  Una vez estoy cerca de la habitación de la bebé, una sensación de agrado me cobija el alma y una enorme sonrisa se siembra en mis labios, cuando escucho la vocecita dulce de Abby, conversando con soltura con el hombre que desde que está a su lado, no hace más que demostrarle que tiene amor de sobra para darle. 

Abro la puerta con el cuidado más grande de este mundo, y me asomo por una pequeña hendija por la ilusión que me da saber qué hacen. Y…

El corazón se me agiganta cuando veo al hombre grande sentando en la cama con su hija sentada en las piernas intentando peinarla. Sonrío como tonta de la ternura que me da ver que ella está quietecida  mientras su papá parece algo apurado con los rizos enredados de la criatura rubia que se parece mucho a él. 

—Es difícil peinarte, mi reina pequeña. Papá no sabe, pero te prometo que poco a poco iré aprendiendo. 

Escucho cómo le habla con tanto amor, que logra que mi corazón repique sin frenos por verlo en ese plan. 

—No, papá. Así no es, porque me le vas a reventar todo ese cabello hermoso que tiene mi niña. —hablo con mimos, saliendo de mi escondite, apresurándome hacia ellos cuando veo que Oliver está por pasar un peine sobre los crespitos más desordenados de este universo. 

Le quito el peine de las manos. La nena que sigue en las piernas de su papi, me mira y me sonríe mostrándose feliz. Su padre me detalla y jugaría que después de tantos días enojado, su rostro también luce más relajado. 

—Ya la bañé y le puse ropa. Pero, me hice un ocho con su cabello. —Se excusa, siguiendo mis pasos con su mirada, cuando camino hacia closet y saco algunas cosas. 



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En el texto hay: bebe, secreto, amor

Editado: 18.06.2024

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