Un hijo para el alfa

Prólogo

Rebecca abrió los ojos como platos al ver la prueba de embarazo en sus manos, era una porquería o lo más seguro que un error. Ella no podía estar embarazada si nunca había tenido relaciones con alguien… lo que ese médico le estaba diciendo era una farsa.

— Mire, doctor, aunque todavía tenga veinte años, soy más virgen que la virgen María —comenzó a decir—. El simple hecho de que usted me diga a mí ahora que estoy esperando un bebé. Es una locura. ¿Qué es esto? ¿Es una broma? ¿En dónde está la cámara escondida?

— No es ninguna broma —el doctor se sintió muy apenado—. Sé que puedes creerlo, es tu decisión, pero te aseguro que… 

— ¿Ahora como voy a seguir trabajando? ¿Cree que estoy en la capacidad de tener un bebé? ¿Usted considera que voy a encontrar al amor de mi vida en este estado? —señaló su vientre.

— No entremos en pánico, le aseguro que esto es algo que podemos resolver como personas civilizadas —le sonrió para calmarla—. ¿Quiere alguna compensación?

— ¿Se está burlando de mí? —golpeó el escritorio—. ¿Supone que esto es una broma? ¿Qué puede hacerme esto para no salir herido?

— ¿Vas a golpear a este pobre anciano?

— Mire señor, yo le estaré diciendo una sola cosa —lo apuntó con el dedo—. No me interesa cómo va a remediar este error, lo único que quiero es que me diga qué demonios hará conmigo, porque este bebé no lo voy a tener en contra de mi voluntad, ¿Entendió?

— No puedes tener un aborto —dijo rápido—. Primero tenemos que ver mejor tu estado de embarazo, luego podremos deducir si es de alto riesgo.

— ¿Es que está sordo? ¿No está viendo que soy virgen? —golpeó el escritorio—. Soy una persona que no tiene la más remota idea de lo que es tener un bebé, ahora resulta que tengo que hacerme cargo de uno solamente porque…

— Es muy joven el feto —trató de explicar el doctor—. Yo no te recomiendo que te hagas un aborto sin conocer más a fondo como son las cosas.

— Escuche bien, doctor —suspiró cansada—. Yo no quiero tener más problemas de los que ya tengo ahora, le pido de favor que no busque más cosas que me hagan enojar. Yo no puedo tener un bebé. Soy muy joven.

— ¿Y si lo das en adopción? —ella lo miró confundida—. Puede ser que haya alguna familia que desee tener al bebé. De esa manera, podrás seguir con tu vida durante los próximos meses.

— Ya le dije que no quiero cargar con ningún bebé —se puso de pie—. No sé con qué segundas intenciones hizo esto, pero tengo que decirle que voy a demandarlo a usted y a todo el hospital —entrecerró los ojos—. Permiso, que tenga un miserable resto del día.

La joven salió del consultorio del doctor, dejándolo atónito. Nadie se había atrevido a tanto y conociendo a fondo su expediente, la chica no tenía la más remota idea de lo que en verdad estaba pasando. En menos de tres minutos entró otra persona que tampoco tenía el rostro más amigable de todos.

— Buenos días, alfa —se puso de pie, inclinando la cabeza hacia delante—. ¿Qué lo trae por aquí?

— Vine porque necesito saber por qué mi esperma lo tienen como si fuera un juguete —el anciano lo miró sin entender—. No se haga el estúpido, sabe de qué estoy hablando. Ahora resulta que mi esperma es un experimento social que mi hermano creó para…

— Es que estábamos buscando a alguien puro para ver si podía funcionar —ahora fue el turno del alfa de mostrarse confundido—. Yo… me tomé algo suyo y funcionó.

— ¿Funcionó? —el alfa se mostró aún más sorprendido—. ¿Me está diciendo que al fin podré tener un heredero?

— Así es, señor —le pasó el expediente—. A todas las mujeres a las cuales les habíamos puesto los espermatozoides, no daban para eso… esa chica es pura, no fue tocada por nadie, pero tenemos un problema.

— ¿Cuál? ¿Tiene alguna enfermedad? ¿Necesita dinero?

— La cosa es que ella no quiere al bebé —los puños del alfa se cerraron al escuchar eso—. Hicimos el experimento con humanas que no tenían la más remota idea de lo que estaba pasando, por lo que ella quiere matar al bebé.

— ¿Es una broma, no es así? ¿Me está diciendo que prácticamente…?

— No se vaya a los extremos, alfa —su familia vino a mí y me dijo que era momento de que buscáramos la manera de que usted tuviera un heredero. Ella estaba aquí para un chequeo porque ya era momento de dar el siguiente paso con alguien, solamente que no contábamos con esto.

— ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora con esta información?

— Lograr que ella pueda traer al mundo a su hijo, y eso sería todo —le sonrió—. Era la chica que salió antes de que usted entrara, le recomiendo que lea su expediente de pies a cabeza y que luego decida si acepta que ella traiga o se deshaga del bebé.

Marco se llevó el expediente con él para conocer más a fondo sobre la chica. Vio mejor la foto y no era más que una jovencita de veinte años que fue engañada y que como cualquier persona desea deshacerse del error. Iba a matar a su hermano por esto, al igual que al doctor que era el culpable de todo, pero el simple hecho de que alguien tenga a su bebé en el vientre y sin ningún problema era un avance, ya que por mucho tiempo intentó tener un hijo.

El problema sería el cómo abordar a la chica sin que ella saliera huyendo, la única solución sería que le ofreciera dinero o cualquier gesto material que ella quisiera. 

— Mark —llamó a su hermano mayor, quien le mostró una sonrisa llena de inocencia—. ¿Por qué has hecho esto?

— Porque la manada necesita que tengas un sucesor. ¿Funcionó? ¿Te gusta la chica? —le quitó el expediente—. Sé que me odias, pero ten por seguro de que vas a querer tener más bebés bonitos y hermosos.

— Ella no quiere tenerlo, se va a sacar al niño en cuanto tenga oportunidad —Marco se sentó en el mueble más cercano—. No sé que tengo que hacer ahora para que el niño esté conmigo.

— Debes de ir con ella, dejarle saber que el bebé estará a salvo con la manada.




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