Annette Dubois
Camino por la orilla de la playa, sintiendo cómo la arena fría y húmeda se cuela entre mis dedos mientras sostengo mis zapatos en una mano. El sonido de las olas rompiendo contra la orilla me envuelve como una melodía familiar, relajante y acogedora. El viento salado juega con mi cabello, despeinándome aún más, pero no me importa. La noche está perfecta: un cielo estrellado, una luna llena que parece un farol en lo alto y el mar danzando bajo su luz plateada.
—¿Qué haces aquí sola, Annette? —me cuestiono en voz alta, como si de verdad esperara una respuesta de las estrellas.
La verdad es que necesitaba un respiro. Después de todo el desastre de la boda, las copas de vino derramadas, los chismes y los flirteos descarados. El beso que permiti entre Felipe y yo, es lo que más me consume, no debería de estar pensando en eso, debería tomarlo como algo que ya pasó y no se va a volver a repetir, pero mi loca cabeza no para de revivir ese momento, de viajar a ese punto cuando sus labios rozaron los míos—sí, te estoy mirando a ti, Agnes—, me escapé. De alguna manera, la playa siempre tiene un efecto calmante en mí, como si pudiera lavar todas las preocupaciones con cada ola que llega a mis pies.
Sigo caminando, dejando que mis pensamientos fluyan al ritmo del mar. Me detengo un momento y miro hacia la nada alimentándome con la brisa de cada ola, con el brillo de la oscuridad sobre el agua. Soy una cobarde, cuando el beso finalizó lo aparte y salí de ahí casi corriendo sin decir nada.
Agnes trató de alcanzarme preguntando que paso, solo le dije que necesitaba estar sola, soy una mala amiga la deje con todo el paquete, el desastre que quedó tras finalizar la fiesta, sin embargo, no podía seguir ahí.
Continuó viendo a donde el agua parece fundirse con el cielo en una línea infinita. Suspiro, saboreando la tranquilidad.
—¿Por qué siempre terminas hablando sola? —murmuro, riendo para mis adentros.
De pronto, oigo pasos detrás de mí. Giro la cabeza y, por un segundo, me paralizo. No quiero pensar que es alguien que viene aprovecharse de mi vulnerabilidad, o peor aún han descubierto que soy la hermana de Louis Dubois y me va a secuestrar las manos me sudán y mi respiración se agita un poco debería de dejar de imaginarme los peores escenarios, quizás solo sea alguien que pasea por ahí. Giro el cuello para indagar de quién se trata y santos dioses.
Es él.
—¿Duque Felipe? —pregunto, más sorprendida de lo que debería.
Él camina hacia mí, descalzo, con el pantalón ligeramente arremangado y las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Su semblante es serio, como siempre, pero hay algo en su postura, en la manera en que su mirada se encuentra con la mía, que me hace pensar que esta vez no está aquí por casualidad.
—Annette, ¿por qué te fuiste? ¿Qué haces caminando por la playa? —indaga con su tono grave y directo.
—¿Y usted? ¿Por qué está en la playa?—replico, arqueando una ceja y sonriendo.
No se que mas decir, es la última persona que esperaba ver aquí; quizás mi hermano vendría por mi, ya que hice un viaje lo bastante largo de tres horas para buscar estar sola, Agnes no ha parado de llamar, pero cuando necesito estar sola y hacer que mi cerebro funcione me desconecto de todo.
—Disfrutando de la noche. —Su respuesta es breve, pero algo en la manera en que lo dice me deja claro que no es toda la verdad.
—Bueno, entonces somos dos. —Levanto los zapatos como si fueran una bandera blanca.
Nos quedamos en silencio por un momento, escuchando el sonido de las olas. Es raro estar cerca de él. Su presencia es imponente, como si llenara todo el espacio a mi alrededor, pero al mismo tiempo tiene un aire de vulnerabilidad que no esperaba.
El beso viene a mi mente, mis mejillas se tiñen de rojo y mi pulso se acelera, diantres ahora que hago, siendo honesta conmigo misma quiero que se repite y vine aquí para olvidarlo como suelo sacar todo aquello que se impregna en mi, pero el karma me persigue y aqui esta el Duque Felipe parado a mi lado, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón viendo en dirección al mar, oliendo delicioso.
—No pareces del tipo que disfruta la tranquilidad del mar —comento, sin poder evitarlo. Me muerdo la cara interna de la mejilla derecha, suelo hacer eso cuando estoy nerviosa.
Felipe sonríe apenas, un gesto fugaz que desaparece tan rápido como llegó.
—Tampoco pareces del tipo que se escapa de una fiesta para caminar sola.
—Touché.
Seguimos caminando, lado a lado, en un silencio cómodo. Siento que podría acostumbrarme a su ritmo de vida, a ese gesto de sonrisa en su rostro, a sus ojos oscuros a sus…
Que alguien me golpee por favor, que estoy haciendo, diciendo, no es que el Duque venga aqui por que quiere pedirme que nos casemos y no es que yo sea del tipo de mujer que se casa y tiene una bonita relación, todo eso me genera alergias.
—¿Siempre te tomas la vida con tanta ligereza? — cuestiona de repente, mirándome de reojo.
—¿Y por qué no? —respondo con una sonrisa. —La vida ya es bastante complicada como para añadirle más drama, ¿no cree?
Felipe suelta una pequeña risa, baja, casi inaudible, pero ahí está.
—Tal vez tengas razón.
Nos detenemos, y él se gira hacia mí, su expresión seria una vez más.
—Annette, ¿por qué no te asusta nada? —pregunta, y su voz tiene un matiz de curiosidad genuina.
—¿Y quién dice que no me asusta nada? —Lo miro a los ojos, sintiendo cómo una corriente eléctrica me recorre el cuerpo. —Solo que no dejo que el miedo me controle.
—¿Por qué saliste corriendo después de? — no puedo creerlo, me esta preguntando por qué actúe como una inmadura.
—Por qué el mar me estaba llamando— chisto evitando que mis nervios salgan a flote
El sexi moreno de chocolate asiente con un gesto que se me antoja coqueto, como si estuviera procesando mis palabras. Y entonces, sin decir nada más, da un paso más cerca, lo suficiente como para que su aroma a colonia y mar llene el aire entre nosotros.