Un hijo para el presidente

Prólogo

Años atrás.

 

Licy entró a lo que parecía ser una vivienda de alguien con mucho dinero, sin embargo, su estadía en ese sitio no iba a durar mucho, puesto que estaba en una misión y no podía fallar. Se puso el antifaz como reglamento impuesto por el anfitrión, luego entregó su invitación al guardia. La casa estaba repleta de personas, y cómo era de esperarse, ella destacaba demasiado por ese hermoso vestido, y las curvas que se le situaban en este. 

Tomó una copa de vino que le brindaban y sonrió de forma disimulada cuando encontró a su objetivo. Eso sería fácil de completar. Se mantuvo a una buena distancia, hasta que alguien se metió en su campo de visión y se encontró con el hombre que le sacaría más de un suspiro en el futuro.

— Buenas noches, bella dama —dijo el alfa quitándole la copa de vino de las manos para pasarle otra—. Vi que llegó sola, y es un requisito llegar a este tipo de fiestas con alguien.

— Vine sola porque me apetecía hacerlo —respondió Licy ladeando la cabeza—. Usted no parece ser el tipo de hombre que anda con una mujer…

— ¿Con una mujer? —el alfa ladeó la cabeza mirándola de arriba hacia abajo—. Usted es quien no ha apartado los ojos de mi socio, y eso me tiene decepcionado en estos momentos.

— No es que usted me guste, señor…

— Matteo, bella dama —extendió su mano para que Licy la tomara y ella así lo hizo—. Es un placer…

— Licy —sintió los labios del alfa sobre sus nudillos y luego la quitó—. Debo irme, Matteo. Fue un placer haberte conocido. Sin embargo, espero no volver a verte nuevamente.

— No diría lo mismo, porque sé a qué has venido y necesitas de mi ayuda —Matteo acercó sus labios al oído de la chica—. Viniste a matar a ese hombre que has estado mirando desde que llegaste —besó su mejilla—. También lo necesito fuera de mi camino, y tú vas a ayudarme a alejarlo de las próximas elecciones.

— ¿Qué?

— Vamos a bailar —ni siquiera tuvo tiempo de responder, puesto que el alfa la había llevado a la pista de baile—. Supongo que tienes muchas preguntas, pero no las puedo responder todas ahora mismo.

— ¿Quién eres? ¿Quién te envió?

— Eres un ángel caído —Matteo comenzó a moverse al compás de la música, al igual que ella—. Quiero ser el presidente del país en unos meses, y ese sujeto que está ahí se interpone en mis planes.

— Ya tienes poder en donde estás —Licy lo miró de modo desafiante—. ¿Por qué quieres ser presidente si ya todo lo que un don nadie desea? ¿Acaso es un ser avaricioso?

— El poder que quiero no lo tengo conmigo —Matteo hizo que la chica se moviera por la pista de baile—. Sin embargo, si tomo el poder del país cuando mates a ese sujeto, será muy evidente y no quiero que nada se interponga en mi camino en el futuro.

— Ustedes los milenarios son una basura asquerosa —el ángel gruñó—. Solo quieren tener el poder de algo que no se merecen.

— No hay mucha diferencia entre ambos, pequeño ángel caído —la música se detuvo—. Aun así, cuando un ángel cómo tú cae en mi jardín desde el cielo, es inevitable no darme cuenta de lo que en verdad es.

— Tú…

— Dejaré que termines tu trabajo, pequeño ángel caído, y antes de que regreses a tus tierras; hablaremos de algo.

Matteo se fue dejándola más confundida que nunca. Estaba realmente asustada luego de ver que ese hombre de aspecto fornido se había dirigido a ella de ese modo tan casual. Era la primera vez que algo así pasaba y sin lugar a dudas ese hombre era algo temido y difícil de tratar. Recordó que había caído desde el cielo en un hermoso jardín; no obstante, se aseguró de dejar todo cómo estaba para que nadie se diera cuenta, pero por su mala suerte, estaba segura de que no fue así. Ese hombre parecía ser alguien importante, y por su olor estaba cien por ciento segura de que buscaba algo más.

Sacudió la cabeza, y fue en busca de su objetivo. Le dijo unas cuantas palabras a un camarero, y este ya estaba haciendo el trabajo por ella. No tuvo que ponerle un dedo o acercarse al hombre que la mandaron a matar, todo lo contrario, ya alguien se iba a encargar del problema. 

— El canciller fue asesinado —escuchó a alguien a sus espaldas decirlo.

De un momento a otro las puertas comenzaron a ser cerradas, y ella no podía quedarse ahí. Su misión fue completada. Buscó alguna salida, pero lo único que veía eran los guardias cerrando las puertas y empujando a las personas para que no se marcharan. Si se quedaba ahí, lo más seguro es que supieran lo que era.

— ¿Buscando una salida, pequeño ángel? —un brazo rodeó su cuerpo—. Te dije que dejaría que hicieras tu trabajo, ahora es momento de que hagas un par de cosas por mí.

— Suéltame…

— Si te suelto, harás que te maten, pequeño ángel —Matteo la guio hacia las escaleras que daban al segundo piso—. Me has quitado un enorme peso de encima y sin lugar a dudas es algo de lo que siempre te estaré agradecido.

— Lo dices cómo si fuera la cosa más fácil de todas —dejó que la guiara a lo que parecía ser su salvación—. ¿Por qué me estás ayudando?

— Porque quiero hacerlo —se encogió de hombros el alfa—. Te llevaré por un pasadizo y harás lo que yo te diga. ¿Estamos?

— Es que…

— Silencio.

Licy arrugó la nariz enojada. Era injusto que ese tipo le dijera que debía mantenerse en silencio. Jodido hijo de su mamá. Matteo la llevó hacia un pasadizo que estaba junto a un cuadro, luego entraron con rapidez antes de que alguien se diera cuenta de que ellos estaban ahí. Era su tercera misión, y salió más o menos considerable por el momento. Solo que no contó con el sujeto que ahora tenía detrás de ella mirándole la recta guardia.

— No me has dicho tus verdaderas intenciones con esto —Licy rompió el silencio y dejó que el alfa caminara delante de ella—. Ya el canciller del país está muerto. ¿Tomarás el poder tú?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.