Un hijo para el presidente

Capítulo 3

Matteo se quedó de pie mirando desde arriba a su hermosa asistente colocarle la corbata con cara de pocos amigos. Había llegado el día del viaje, y Licy no estaba en las mejores condiciones para viajar con él. No obstante, no la iba a dejar en ese sitio a la espera de que James hiciera de las suyas. Ya se iba a divorciar en los próximos días, de igual modo, iba a tomar el escándalo de las próximas horas a su favor.

— Quita esa cara, Licy —Matteo apretó sus mejillas—. Ve esto cómo algo bueno para ambos.

— Lo dice el sujeto que quiere meterme por obligación en un avión —apretó con mucha fuerza la corbata en su cuello—. Espero que el avión caiga y fallezcamos los dos.

— Me gusta lo pesimista que eres —volvió a apretar sus mejillas—. Vamos, tenemos que ir a buscar a mi esposa.

— Iré en otro auto —se echó el cabello hacia atrás—. No deseo ir en el mismo auto que usted.

— Licy —farfulló al escuchar que volvió a tratarlo de usted—. Bien, le diré a alguien que te lleve y nos vemos en el avión.

La chica asintió y casi lo ahorca con la corbata antes de marcharse a otro lado. 

Matteo le ordenó a su chofer que llevara a Licy primero al aeropuerto y que él se iría luego.

— Buenos días, amor —saludó Lauren e intentó darle un beso en los labios, a lo que él corrió el rostro—. ¿Sucede algo?

— No, estoy bien —dijo Matteo dándole su mejor sonrisa—. Tenemos que darnos prisa y tomar el avión.

— De acuerdo —Lauren rodeó su brazo—. Supongo que debes estar cansado de tantos viajes.

— Un poco, pero son necesarios para cerrar negocios —dijo Matteo sin mirarla—. ¿Te la has pasado bien sin mí?

— Para nada, amor —dijo su esposa mirándolo—. Han sido unos meses algo extraños para mí, y más aún porque tú estás más alejado de mí.

— Es por algunos asuntos del trabajo —salieron al estacionamiento de exterior y algunos reporteros ya los estaban esperando.

Lauren no volvió a mencionar algo más al respecto. Él tampoco hizo ningún comentario acerca de su esposa. Ya estaba cien por ciento seguro de que ella iba a estar de acuerdo en todo. Respondió algunas preguntas de los reporteros. Luego prosiguió a dejar todo en orden con James a través de una llamada antes de tomar rumbo hacia el aeropuerto.

— Matteo —llamó a su esposa—. ¿En dónde está tu asistente?

— Ella debe estar por algún lado —se encogió de hombros—. ¿Por qué lo preguntas? ¿Pasó algo?

— No, es que me pareció extraño que ella no esté con nosotros —Lauren le mostró una sonrisa algo socarrona—. ¿Irá con nosotros a la reunión?

— Sí, la necesito conmigo en estos días —tomó su celular y le mandó un mensaje a Licy para saber si había llegado bien—. Supe que saliste de nuestra casa luego de que discutimos.

— Fui con unos amigos —respondió la omega nerviosa—. No podía quedarme a solas en la casa y tú saliste sin despedirte.

— ¿Ahora es mi culpa que esto esté pasando? —preguntó sin mirarla—. Por favor, ambos sabemos que tú estás conmigo por mi dinero, y porque sabes que soy un alfa milenario. Esto es más por compromiso que por amor.

— Necesitas una esposa, yo soy perfecta para ese cargo —respondió Lauren apretando los puños—. No puedes llegar de la noche a la mañana queriendo hacerme a un lado. Eso no puedo permitírtelo.

— Lo dices cómo si fueras una mujer tan segura de sí misma —la miró furioso—. ¿No crees que ya me sé todos tus cuentos baratos? Debiste pensarlo bien antes de serme infiel, sabrá Dios cuantos hombres —Lauren se quedó en silencio—. Te pido de la mejor manera, que no busques hacerme enojar, porque lo más seguro es que puedas conseguir de mí es que te desaparezca de este mundo. ¿Estamos?

— ¿De dónde sacaste que yo te soy infiel? ¿Qué pruebas tienes de eso?

— Tengo muchas —volvió su vista a la tablet—. No me hagas enojar durante el viaje, porque no tienes idea de lo que soy capaz de hacerte en dado caso de que intentes hacerme ver menos.

Lauren cruzó los brazos en su pecho y prosiguió a ver por la ventana. Matteo casi hecha a perder sus propios planes al decirle a su querida esposa lo que realmente estaba sucediendo. Quería darle unos cuantos golpes en el rostro, pero cómo ella era mujer lo mejor era contenerse hasta nuevo aviso. Chasqueó la lengua, luego se dio cuenta de qué posiblemente su vida estaría dependiendo de un hilo a partir de ese momento.

Nuevamente, los reporteros se encontraban a la espera de su llegada, no respondió a más preguntas, y se dispuso a ponerse en modo buen esposo. Era un alfa milenario, el único de sus cinco hermanos que se dio a la tarea de ponerse las pilas en terminar ese estúpido matrimonio.

— Licy —llamó al ángel—. Ven, tenemos trabajo que hacer antes de llegar a Estados Unidos.

— Usted vino con su esposa, pensé que estaría con ella —dijo Licy desde su asiento y Matteo casi gruñe—. De acuerdo, iré en un momento.

— ¿Para eso me pediste que viniera? ¿Para hacerme pasar un mal rato durante el viaje? ¿Qué demonios te has llegado a creer que soy?

— No me importa —siseó Matteo hacia su esposa—. Estás aquí porque quieres salir de viaje a otro lado. Una vez que lleguemos, puedes hacer lo que quieras, sin embargo, mientras estés conmigo, trata de no hacerme pasar un mal rato. ¿Estamos?

— De acuerdo, tú ganas.

— ¿Qué tienes para mí? —Matteo se quitó la corbata y el saco—. Entretenme con algo bueno, por favor.

— El presidente de los Estados Unidos, pidió hablar con usted a solas —Matteo pasó saliva en seco al escucharla tan cerca—. ¿Qué le respondo?

— ¿Qué?

— ¿Me estás prestando atención? —Licy tenía la frente arrugada y lo miraba con deseos de querer matarlo—. Señor presidente, si no me va a prestar atención, será mejor que vaya a otro lado…

— Dile que sí —se aclaró la garganta—. Irás conmigo.

— No puedo ir con usted —dijo el ángel—. Es una cena formal con usted y con su esposa —le mostró las pautas que había impuesto el presidente—. Espero que no le importe, pero me quedaré en el hotel.




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