Un hijo para el rey

Capítulo 17

Como era lo esperado, luego de todos los preparativos y de que los delegados hubieran descansado, el banquete daba inicio. El lugar se encontraba con las personas más importantes de la nobleza, dejando de lado a quienes tenían rangos más bajos que el de un Conde, para no agobiar a los nuevos invitados. Ellos, se encontraban en grupo, casi en formación tortuga, protegiéndose de toda la alta nobleza del reinado. Y a su vez, nadie se atrevía a acercarse a saludar, ya que hasta su vestimenta típica era bastante atrevida y salvaje.

Sin embargo, dejando los miedos a un lado y el prejuicio, una señorita de cabello pelirrojo esponjado se acercó a ellos luciendo una amplia sonrisa. Se trataba de la única hija de los marqueses, quien se había hecho conocida por su encanto y gran belleza. Pero, por sobre todo, su amistad con la señorita Evonny era bien conocida entre todos los nobles, haciendo que ambas fueran un equipo con el que no cualquiera podía lidiar. Ambas habían logrado lidiar con aquellos que habían querido ir en su contra y quienes habían atentado hacia sus planes e iniciativas.

La hermosa joven, ataviada en un vestido verde esmeralda que lucía su espléndida figura, se adelantó hasta ellos. Ante su presencia, todos los hombres no pudieron más que observarla con fijeza y admiración, esperando ver qué es lo que hacía su líder ante su presencia. De ello dependería su reaccionar. Tanto si mostraban respeto, una sonrisa o ciertos modales, o sus garras y fiereza.

—Que la gracia del cielo esté con ustedes —saludó ella, inclinándose levemente.

—Que la gracia del cielo esté con usted, señorita… —comenzó Amet.

—Lenor. Vivian Lenor.

—Es un gusto, señorita Lenor. Aprecio que sea la primera en presentarse.

—Por supuesto. Es un placer estar frente a los delegados del próspero reino de Aretta.

—Gracias por el cumplido a nuestro humilde territorio. Es algo que hemos conseguido con nuestra fuerza.

—Así lo veo —acotó, dedicándole un vistazo donde admiraba sus delineados músculos, los que se veían por su vestimenta tradicional.

Por supuesto, Amet no pasó por alto el detalle de que la fémina le estaba observando con algo más que solo un cumplimiento del deber. Allí había deseo, curiosidad e intriga, lo que en cualquier otro momento le habría hecho desear pasar esa misma noche con la joven. Sin embargo, todo esto fue borrado una vez pudo observar a la joven que había cambiado sus objetivos a solo uno en tan solo medio día, quien bajaba por la escalera para unirse a los demás nobles en el banquete. Sin saberlo, muchos nobles la observaban asombrados por tener frente a ellos a la figura de un cisne, una belleza delicada, frágil, conforme era resaltada por un vestido blanco con distintas perlas añadidas desde el inicio de la falda hasta el final, con detalles de lo mismo en el corsé.

La señorita Lenor, al ver que no estaba recibiendo la acostumbrada atención, volteó para ver qué era lo que había hecho que su oyente se olvidara de ella de improviso. Enseguida pudo comprenderlo todo. La nueva mujer, la que veía de rostro conocido, era una de las mujeres que eran un riesgo, las que no debían tener cerca y que lograba acaparar todo efecto. A pesar de que había practicado por mucho lo que iba a decir a los delegados y cómo se vería, todo fue en vano con la presencia de la joven de vestido blanco y cabello negro como el ébano.

Una vez Iris llegó al banquete, luego de pasar por las miradas de casi todos del lugar, fue recibida por Halian, quien sostenía una copa de vino blanco conforme la analizaba con agrado. No podía creer que, la joven a la que había visto una vez con traje de sirvienta, ahora se encontrara vistiendo tan bellamente, luciendo como una verdadera noble de la más alta alcurnia.

—Se encuentra hermosa, señorita Quinn —habló para luego dar un sorbo a su bebida.

—No necesita llamarme de esa forma, Su Alteza.

—Ni a mí Su Alteza. Sabes que eso suena muy a mi hermano.

Ante estas palabras, Iris sonrió, sintiéndose algo más calmada de sus nervios a enfrentarse a toda la nobleza. Allí sería, no solo la recepción o bienvenida a los delegados, sino que también era su forma de presentarse ante ellos como la mujer del rey, alguien que había aparecido de la nada y que comprometía un rol del que todos anhelaban. Incluso las mujeres del reino habían competido por ese puesto. Y había sido robado tan fácilmente. Y, para agregar, por quien era una sirvienta —detalle que aún no sabían, pero del que se enterarían fácilmente.

—Bueno, creo que aquí viene como si lo hubiésemos llamado —bromeó viendo hacia las escaleras, donde bajaba un Arthur bien arreglado para la ocasión, luciendo un traje blanco.

Enseguida, logró tener la atención de todos los presentes, los que le observaban desde su sitio. El rey, como era acostumbrado, tomó una postura erguida para hablarles desde allí y dar las palabras de bienvenida a los delegados frente a la nobleza.

—Agradezco mucho la presencia de todos aquí hoy —habló solemne, con un aura firme e imponente—. El motivo de este banquete es para dar la bienvenida a los delegados del reino del sur, Aretta. Esperamos que puedan disfrutar de este humilde evento y hacer buenas relaciones entre nosotros, celebrando la paz que se ha pactado recientemente.

Todos le observaban asintiendo desde sus respectivos lugares, afirmando a la nada, pero temiendo a los invitados especiales del evento. A pesar de que el rey dijera que debían de relacionarse, todos pensaban para sí que aquello era una muy mala idea, además de que no tendrían de qué hablar a, según ellos, semejantes bárbaros.

—Sin más, sigan disfrutando —finalizó, haciendo que todos volvieran la mirada a sus acompañantes.

El rey observó a los pies de la escalera, donde le esperaban su hermano junto con Iris, y, no pudo evitar recordar lo que había visto el día anterior. La escena de aquella bella joven, la madre de su hijo, siendo abrazada por detrás por el príncipe del reinado del sur en la biblioteca. Era una imagen que quería borrar de su mente. Pero no podía. Era más fuerte que él y no quería dirigirle la mirada para no hacerlo aún más vívido, porque aborrecía el sentimiento que le provocaba.



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En el texto hay: romance, embarazo, rey y sirvienta

Editado: 15.01.2025

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