Un hijo para el rey

Capítulo 18

La fiesta había iniciado de una forma que aborrecía con todo su ser, haciendo que estuviera al límite de supurar sangre por sus poros. La copa que mantenía erguida se encontraba tibia, ya de por más sostenida en el mismo lugar, esperando que por fin se dignara a apoyar sus labios en el refinado cristal. Aquello, sin embargo, no iba a ocurrir.

Volteó hacia su amiga, la señorita Vivian, cuando esta le devolvió la mirada. Sin cruzar palabra, ambas ya habían lanzado múltiples críticas a la mujer de blanco que acaparaba la atención. La lengua viperina de su amiga comenzó a desenredarse, preparando para las mayores malicias que iba a decir, como de costumbre.

— ¿Es acaso esto un circo? Dándole atención a los cerdos solo porque usan vestido.

—Un cerdo siempre será un cerdo —escupió Marian, agregando al comentario de su amiga.

No podía más del desdén de ver aquella escena, donde, la que había sido su sirvienta, se encontraba ataviada de las más preciosas joyas y del vestido más grandioso que había visto, rodeada del rey, el príncipe y el apuesto delegado del reinado del sur. Era injusto e incorrecto. Ella debía ser la que se encontrara en esa situación. Y sin embargo, solo se encontraba refunfuñando a la distancia, con un vaso de vino tibio en la mano y su amiga tratando de compadecerla. No quería ni imaginarse lo que sucedería una vez se expandiera el rumor de que aquella callejera se encontraba embarazada.

Pero, algo era innegable: Ese no era su lugar. A pesar del baile salvado por el rey, no era más que una sirvienta muy bien decorada, una harpía que la había apuñalado por la espalda y una aprovechadora que hizo uso de lo que iba a ser su noche de bodas, engañando con ello también al monarca. Con eso en mente y con los comentarios por lo bajo de su amiga, se vio a sí misma caminando hacia aquel grupo, tambaleando el delicioso líquido de un lado al otro como las olas de un mar tranquilo que pronto estarían por estallar. Ni siquiera Vivian sabía lo que iba a hacer, lo que le producía más temor. Pero estaba segura de que ambientaría la fiesta, como solo un Evonny podía hacer.

Pudo observarla aún mejor una vez estuvo a corta distancia, envidiando mil veces la posición en la que estaba, tan sonriente y vivaz junto a sus compañeros. Y esto solo hacía que lo que planeaba fuera aún más delicioso. Su vista era tan detallista que podía prever cuándo la engañosa sirvienta se movería, haciendo que hasta el movimiento de sus brazos fuera predecible. Por eso mismo, una vez supo que se voltearía hacia donde se encontraba ella, avanzó un paso, provocando que la copa se derramara sobre el vestido de un blanco impoluto, el que estaba decorado con perlas y del que cualquiera podría responder que no sería capaz de quitarse una mancha como esa.

—Oh, santo cielo. Mis disculpas.

—No, fue culpa mía, yo no la vi —admitió con profunda pena conforme observaba la mancha borgoña, sabiendo que no podría quitarse aunque refregara con abundante lejía.

—Señorita Evonny. Es raro verla ser torpe en sus movimientos —comentó con recelo el príncipe Halian.

—Tomaré eso como un cumplido. Y, por si no lo ha visto, yo no la he chocado a ella.

—Es cierto, fue mi culpa —repitió Iris, a lo que el rey tomó más atención a la mancha que descendía desde la mitad de su torso hasta el inicio de la falda.

Sus ojos se mantenían allí, pensando en toda la situación que se estaba formando y cómo manejarla, cuando entonces su mirada pareció volverse superior, siendo capaz de ver a través de aquellas zonas como si la ropa no las cubriera, como si el brocato y el satén no existiera y solo se viera la tibia y pulcra piel de la joven, la que solo había visto una vez y de la que nunca más se pudo olvidar. Sin embargo, se sorprendió a sí mismo siendo que estaba en medio de un banquete y de un altercado con la señorita Evonny. Por eso mismo, cerró y abrió los ojos con fuerza mientras trataba de pensar en asuntos de gobierno, números y cualquier cosa que lograra volverle a la realidad.

Una vez el rey volvió a conectarse en la conversación, trató de decir bocado conforme se agregaba con rapidez en lo que habían sido unos minutos de mucha confusión para él. Sin embargo, no esperaba encontrarse con lo que se encontró.

—No debes preocuparte. A final de cuentas, tú podrás limpiarlo, ¿verdad? —apuntó, mostrando sus colmillos.

Al no entender su pregunta y qué responder, Iris observó a la señorita Evonny, guardando sus palabras hasta que pudiera reflexionarlo lo suficiente. Sin embargo, el príncipe Halian no era como ella, sino que se encargaba de defenderla de forma frontal hacia la bella y delicada dama, la que aún sostenía la copa vacía y manejaba los modales con gran habilidad y gracia.

— ¿De qué habla, señorita Evonny? —cuestionó el príncipe, haciendo que esta ampliara su sonrisa.

—Cada quien tiene sus puntos fuertes. En el caso de Iris. Oh, perdón —cortó para taparse los labios conforme largaba una pequeña risa, antes de corregirse—. La señorita Quinn, según anunciaron al entrar, su punto fuerte siempre ha sido la limpieza.

El momento, si ya era tenso, ahora lo era aún más. Era claro que estaba haciendo referencia a su falta de título hasta hacía poco y a su puesto de sirvienta. Iris le observaba con fijeza, acordándose del tiempo que había compartido con aquella desalmada mujer como su sirvienta principal, y pudo comprender bien por qué era una señorita que siempre estaba sola.

—La señorita Quinn ha recibido el título de Condesa y debe tratarse como tal —intercedió el rey, creyendo que con aquello lograría algo.

—Oh, ha comprado un título. Qué gran regalo por parte de usted, Su Alteza. Siempre se ha sabido de su gran corazón —elogió para luego inclinarse, haciendo resaltar su escote.

Una vez más, estaba diciendo que un título pagado o concedido era algo sin valor, como toda la nobleza pensaba. Sin embargo, era lo mejor que pudieron hacer con el poco tiempo que contaron. Los demás presentes oían con gran interés lo que se estaba contando en el grupo más importante del banquete, también queriendo averiguar quién era la persona que se encontraba junto al rey y que había bailado tan elegantemente. Sin embargo, el cómo llevaba con suma audacia la conversación la señorita Evonny hacía que todos se interesaran aún más, maquinando sus mentes con las deducciones que podían hacer sobre la joven.



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En el texto hay: romance, embarazo, rey y sirvienta

Editado: 15.01.2025

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