Los últimos días todo había transcurrido con normalidad, siendo Iris resguardada de cualquier opinión pública, conforme se mantenía en el castillo. Las demás damas ya habían sido devueltas a sus respectivos hogares, quedando ella sola en el lugar, lo que afianzaba aún más su posición y hacía que las demás la odiaran por ello. Sin embargo, todo se encontraba más tranquilo. Por fortuna, no había más dolores de cabeza causados por las agudas féminas.
Como era habitual, Iris volvía a la biblioteca a leer y estudiar, esto, hasta que se encontraba cansada y sus ojos no podían resistir leer una palabra más. Le daba cierta seguridad el encontrarse solo con sus amigos de papel, quienes eran mucho más bondadosos e interesantes que las personas. Por eso, había comenzado a disfrutar sus días en el castillo.
La fiesta había sido un símbolo de su presentación en sociedad y como la mujer del rey, lo que no le proporcionaba mucha alegría, ya que sentía que todo pasaba demasiado rápido. Pero también comprendía que era algo necesario, algo por lo que debía de estar agradecida al rey, quien pudo optar por distintas opciones de las que no saldría beneficiada. Ya que le dejara estar con su hijo era algo muy dichoso por lo cual estar agradecido.
Sin embargo, en el último tiempo, el rey se encontraba medio enrarecido, ya que parecía que trataba de evitarla de alguna forma. Algo había cambiado desde el banquete, o incluso antes. Pero no sabía qué ni por qué. A su vez, el nuevo delegado parecía buscar cada oportunidad para charlar con ella, aprovechando aquellas situaciones donde el rey se encontraba enmudecido. En la mesa, que compartían todos juntos, el silencio del monarca era filoso y sus miradas cortantes. Era allí donde Amet conversaba como si aquello no existiera ni importara, resaltando una labia de por más hábil donde contaba relatos de su país.
Los últimos dos días habían transcurrido así, hasta que volvieron a juntarse para cenar.
Los primeros en llegar a la mesa fueron los delegados. Luego, Iris se presentó vistiendo un hermoso vestido color crema, el que era fresco y pegado al cuerpo en los lugares correctos. Con solo una mirada, Amet advirtió a todos sus compañeros para que no osasen a verla de forma imprudente, comentaran algo o hiciesen alguna mueca. Quería que fingieran que allí no había nadie, ya que solo él tenía el derecho a estar frente a semejante belleza. O eso al menos era lo que él pensaba.
El último en llegar fue el rey. Casi ni observó a los que estaban sentados en la mesa, sino que miró su plato, el que recién había sido puesto frente a él con la comida del día. La situación era incómoda, debido a que se notaba que no había una buena relación con los delegados y que no había intenciones por mejorarla. Fue por eso mismo, que Iris se sintió responsable de alguna manera por lo que estaba ocurriendo. Así, observó a la única persona que se hallaba interesada en conversar y en mejorar el ambiente.
—Así que, Su Majestad —nombró observando a Amet—, ¿cómo están pasando los últimos días en el reino? ¿Han logrado disfrutar de nuestras costumbres y platillos?
Todos seguían en silencio, solo levantaban la vista algunos curiosos, dejando a su líder responder conforme seguían la conversación de forma muda. Sin embargo, el rey aún continuaba con su profunda atención en el plato que tenía frente a sí.
—Por supuesto. La comida en nuestro país es muy distinta. Solemos comer carne en cada plato como costumbre. No tantas legumbres y verduras como aquí.
—Espero que no se lleven un mal punto de vista por eso.
—No, para nada. Entendemos que tenemos culturas y comidas diferentes —apreció Amet.
Aunque sus palabras eran elocuentes, por dentro el joven pensaba lo ridículo que era comer de aquella forma, desperdiciando la comida que en verdad daba fuerza y espíritu, lo que había hecho que ellos fueran más fuertes y enérgicos que los débiles del reino del norte.
—Si al rey no le importa, creo que sería algo bueno preparar un día platillos de su reino. Así como ustedes tuvieron que pasar estos días con nuestras comidas, creo que sería un buen detalle para afianzar nuestro vínculo.
Por dentro, la respuesta del príncipe fue inmediata: “Ya sé qué quiero para afianzar nuestro vínculo”. Sin embargo, tan solo sonrió conforme pensaba en aquella joven de forma poco decorosa, como había hecho desde que la había conocido. Solo que, cada vez era más y más frecuente. Sobre todo, después de aquel suceso en la biblioteca, no podía sacarse de la cabeza el delicado perfume de la fémina, su cabello al tacto y el sentir su cuerpo tan cerca al suyo.
Los pensamientos del príncipe fueron interrumpidos por el carraspeo del rey, quien enseguida tomó del vino de su copa, conforme le mandaba una mirada de desaprobación al joven. No había ninguna palabra, pero le dijo muchas cosas sin necesidad de abrir los labios. Ambos entendían lo que estaba sucediendo y se detestaban por ello.
—¿Verdad, mi rey? —inquirió Iris, haciendo que, mediante esta forma de nombrarlo llamándolo “mi rey”, él se ablandara hasta el punto de que olvidase que estaba junto con aquel molesto príncipe.
—Así es —respondió hipnotizado, sin embargo, enseguida se reprendió por ello.
No quería hacerle favores a los delegados. Aunque se suponía que así debía de ser, no le agradaba aquel príncipe y no quería que se quedaran ni un día más en su reino. Pero, no podía hacer nada. No podía echarlos. Y odiaba que Iris se presentara tan amorosa hacia ellos, disfrutando las charlas con el salvaje príncipe sureño.
—Eso es genial. Seguro disfrutarán volver a comer sus platillos. Aunque supongo que no serán tal cual como los suyos.
—No se preocupe, señorita Quinn. Lo importante no es la comida, sino con quién se comparte —alagó levantando su copa, para luego dirigirle un guiño.
Iris se sintió ruborizarse por algún motivo, pensando que los hombres de este reino eran demasiado abiertos con el sexo opuesto, algo que no era común en el suyo. Sin embargo, de inmediato se volteó hacia el rey, por algún motivo que no supo explicar. Y, aunque deseaba que también le estuviera viendo, él se encontraba con toda su atención en su plato, lo que la hizo sentir decepcionada.