Un Huracan En Isla De Cacia

Capítulo 8

                                             

Era Logan Talbot. Era imposible no darse cuenta de lo poderoso y trémulo que era. Evidentemente, su vida al aire libre le había dado un cuerpo ágil y extremadamente saludable, perfeccionándolo nadando y buceando, obteniendo una firmeza que pocos hombres de negocios podían aspirar a alcanzar en un gimnasio. Se le veía tan seguro y tan agraciado como el barco de vela al que tanto cuidado prodigaba.

Casandra se sintió avergonzada y muy sola en la playa apartada. Se protegió los ojos y escudriñó el horizonte con la esperanza de ver a su tío y Awinita deteniéndose en el muelle. Pero no hubo suerte.

—¿Cuánto tiempo llevas tirada ahí? —preguntó. —Sabes, una cosita blanca como tú se fríe como un pan caliente en una plancha con este tipo de sol. Será mejor que te lo tomes con calma durante un par de días si no quieres pelarte.

Casandra se puso de pie y se sacudió algunos granos de arena de los brazos y las piernas. Eso era cierto. Al lado de su bronceado, ella se veía fantasmalmente blanca.

—Sólo unos pocos minutos. Cerré los ojos y de repente estabas aquí.

—Sí, pero si yo fuera tú, tendría cuidado de todos modos.

—Sí señor, gracias por el aviso, señor.

—Siempre contento de estar de servicio, señora.

—¿Viste a mi tío esta mañana?

—Se fueron un poco temprano. Supuse que dormirías hasta tarde. Cuando te cargué hasta la cama anoche, estabas muerta para el mundo.

—Cuando hiciste ¿qué?

Logan sonrió.

—Oh, tuve que volver a la casa otra vez para pedir prestadas algunas herramientas. Cuando tu tío y yo entramos en el estudio, allí estabas roncando en el sillón.

Yo no estaba

—Oh, sí señora—le aseguró—. Encanto estabas roncando como una motosierra. Por supuesto que tu tío no quería despertarte...

—Yo no ronco.

—Así que te levanté y te cargué hasta la habitación. —Logan rió—Debes haber pensado que era otra persona, porque cuando te dejaba sobre la cama, envolviste tus brazos alrededor de mi cuello y susurraste, Por favor, no me dejes...

No lo hice. ¡Te lo estas inventando!

—Claro, sabía que solo hablabas en sueños, pero cuando te inclinaste y me besaste...

—¡Nunca lo hice!

—Sí, señora, lo hiciste, pero, por supuesto, siendo un caballero y amigo de tu tío, me consideré obligado por el honor a rechazar tus avances y dejarte sola.

—¡Logan, mentiroso!

—Oh, querida. Esas son palabras muy duras para un hombre que acaba de mostrarte tanto respeto y cortesía. Deberías estar agradeciéndome por protegerte de ti misma y mantenerte a salvo de ese hombre de Londres...

—¿Cómo supiste de él?

—¡Ajá! —Los ojos de Logan brillaron diabólicamente. —¡Hay alguien! ¡Lo sabía! Y también te diré exactamente cómo es él. Abrumadoramente aburrido. Probablemente un banquero o un maestro. ¡Si eso es! Un profesor de historia antigua...

—Historia del arte.

Logan dejó escapar un grito indio.

—¿Quieres decir que tengo razón? ¿Di, en el clavo?

—¡Oh, cállate! ¡No sabes nada! Puede que seas un hombre adulto, pero todavía te comportas como un grosero, infantil...

—Infantil e insensible... —ofreció, desconcertado.

—Infantil e insensible... de cinco años —concluyó ella.

—¡Palabrerías!!¡Vamos ponte tus guantes, Pelirroja!

De repente, Logan adoptó una postura de boxeo y burlonamente bailó a su alrededor, entrenando con el aire.

—¡Oh, qué tonto eres! —se enfureció Casandra, incapaz de eludirlo.

—No, lo digo en serio ahora—insistió él, sonriendo—Si tienes el espíritu para decir cosas como esa, ¡más vale que tengas el espíritu para defender tus creencias! —Logan se estiró y juguetonamente le revolvió el cabello.

—¡Déjame en paz!

Casandra se balanceó hacia él con el puño. Logan se agachó rápidamente y ella cayó de espaldas en la arena, impulsada por la ira de su intento. En un instante, Logan estuvo sobre ella y sujetándole los brazos detrás de la cabeza.

—¡Te tengo ahora, te lo has buscado!

—¡Suéltame ahora mismo!

—No hasta que te disculpes. Eres una malhumorada, ¿lo sabías ?

—¡Tengo arena en los ojos, Logan!

—¡Así que discúlpate!

—¡Basta, Logan! !Lo digo en serio! —Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Una se derramó y dejó un rastro salado por sus mejillas ardientes.

Logan la miró, desconcertado, y ella sintió que su agarre se aflojaba.

—Ay, Casandra, lo siento. Quédate quieta un minuto y déjame ver si puedo sacarla. Él le sujetó suavemente la cabeza con una mano y ella se quedó tendida en silencio mientras retiraba con cuidado la arena.

—Ahí, creo que lo tengo. Déjame ver. —Lo miró a los ojos y de repente, imperceptiblemente, la calidad de su mirada cambió. Casandra sintió como si un pequeño tambor estuviera sonando en el hueco de su pecho mientras los ojos de él la quemaban, viendo cada uno de sus pensamientos, sus impulsos secretos, quemando a través de su conciencia todo lo que había debajo. Logan, con delicadeza, se inclinó sobre ella y besó suavemente cada ojo.

Se incorporó y le ofreció su mano. Aturdida, dócil, Casandra lo tomó y él la puso de pie.

—¿Alguna vez has pescado cangrejos con una red como esta? —preguntó, recogiendo un palo largo que había traído consigo. Un extremo era un aro cubierto con una soga de red.

—¿Qué? —dijo ella sin comprender.

—Vi algunos cangrejos azules en el agua antes y pensé que podríamos atrapar algunos para que Awinita los cocine esta noche.

Con poco esfuerzo deshizo un nudo en la red, absorto en su tarea como si nada hubiera pasado entre ellos.

—Lo que tienes que hacer es esto—continuó. —Te metes en el agua hasta que ves un cangrejo... por lo general, puedes verlo medio enterrado en la arena en el fondo, y luego simplemente estiras la mano y lo recoges con tu caña. Es fácil. Si podemos atrapar algunos, tendremos una buena cena. Vamos, te mostraré.




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