Un Huracan En Isla De Cacia

Capítulo 15: Algo que celebrar

                                          

 

Seis horas más tarde, con las manos acalambradas por la fatiga, Casandra se obligó a detenerse y guardar los pinceles. Después de limpiar el exceso de pintura y ponerse ropa limpia, bajó las escaleras hacia el delicioso olor de una de las cenas de mariscos de Awinita.

Esta tarde Awinita había preparado un plato compuesto por lenguado y carne de cangrejo rodeado de verduras frescas de su huerta. Casandra comió con avidez, sintiendo de repente el enorme apetito que había acumulado al saltarse el almuerzo.

Durante la conversación de la cena, encontró su mirada vagando por la habitación, asimilando todo como si fuera la primera vez. Se sentía como si hubiera estado atrapada en el mundo de su imaginación durante los últimos días y ahora estaba comenzando a volver a entrar en el mundo real.

El cangrejo en salsa limón estaba picante en su boca, y la brisa salada que entraba a través de las puertas francesas abiertas era especialmente vigorizante. El comedor había adquirido un brillo dorado y rosado debido al sol poniente, y los cuadros que cubrían la pared brillaban detrás del cristal protector. Uno en particular le llamó la atención. Parecía ser un verso de algún de tipo bordado con letras florales, pasada de moda. Se levantó de su silla y se acercó a leerlo.

                                                Junio, demasiado pronto.

                                                Julio, la espera.

                                                Agosto, ya llegan.

                                               Septiembre, recuerda.

                                              Octubre, por todas partes.

 

—¿De qué se trata? —Casandra se volvió hacia su tío, con una mirada perpleja. —¿Quién debe venir?

—Oh... —su tío se levantó y se unió a ella, con copa en mano. —Ese es un viejo jingle de huracanes de las Indias Occidentales. Agosto es el mes de los huracanes; ahí es cuando ocurren la mayoría de las tormentas.

—¡Ah! ¡Eso significa que estaré aquí! ¿Tendremos que evacuar?

—Ojalá no. Probablemente no, Los Cayos han visto algunos huracanes desastrosos a lo largo de la historia, pero no todos los huracanes se dirigen directamente a la isla  de Cacia, ya sabes. Es posible que experimentemos un poco de clima tormentoso y el mar agitado, pero eso debería ser todo.

—Casandra, teléfono, —anunció Awinita mientras volvía a entrar en la habitación para retirar los platos vacíos-. Es un hombre.

—Oh. —Casandra la siguió, desconcertada. ¿Podría ser posiblemente Logan llamando desde algún puerto lejano? —¿Dijo quién era?

—Perdóname, pero olvidé preguntar.

Tomando el auricular del teléfono del pasillo, Casandra vaciló por un momento, su mano temblaba ligeramente con energía nerviosa, y preguntó sin aliento.

—¿Hola?

—¡Casandra! —resonó una voz masculina. —Soy Thomas Louis, ¿cómo estás?

—¡Oh, hola! Estoy bien. ¿Cómo estás, Thomas Louis?

—Terminando una semana muy ocupada. Escucha, conduciré hacia allá, mañana por la tarde y me preguntaba si todavía estás disponible para cenar conmigo mañana por la noche.

—Me encantaría.

—Estupendo. Estaré llegando a los Cayos alrededor de las cinco y media. Ahora, ¿hay alguna posibilidad de que podamos vernos en la ciudad, o debo ir a buscarte en el barco?

—De hecho, Awinita dijo que iba a ir mañana por la tarde a buscar el correo y hacer algunas compras, podría ir con ella.

—Fantástico. Te llevaré de regreso a casa más tarde en mi barco. Te veré en el muelle alrededor de las seis. ¿Suena bien?

—Perfecto. Estaré deseando verte.

—Y viceversa. Hasta la vista.

Casandra se rió entre dientes.

—Adiós, Thomas Luis.

Colgó el teléfono y sonrió para sí misma con satisfacción. Sería bueno tomarse un descanso, salir del estudio, poner una velada agradable con otro hombre entre ella y cualquier infelicidad persistente por Logan Talbot.

Además, había una segunda razón para dar acoger la invitación de Thomas Louis. Aunque no se lo había dicho a nadie, mañana seria sus veintiséis cumpleaños. De algún modo, se había mostrado renuente a compartir esa información con su tío y Awinita, porque no quería que se sintieran obligados a hacer nada para ella. No obstante, había sentido un poco de soledad ante la idea de pasar el día sola, tan lejos de su familia en Londres y sus viejos amigos.

Su mente volvió al cumpleaños de hace mucho tiempo... el que Logan casi había estropeado con su regalo engañoso... el que Thomas Louis había tratado de salvar. Era gracioso cómo un evento se hacía eco de otro. Porque aquí estaba Thomas Louis viniendo sin darse cuenta a su rescate una vez más salvándola de su propio espíritu caído. Bueno, tenía la intención de disfrutar cada momento.

                                                                            ***

A las seis de la tarde siguiente, el cielo se extendía sobre sus cabezas como si fuera un mediodía azul. Aquí, en pleno verano, el sol nunca se ponía hasta alrededor de las nueve, y los días parecían alargarse eternamente, como lo habían hecho en la infancia. Mirando a lo largo del muelle, Casandra no vio aún ningún rastro de Thomas Louis, mientras Awinita cargaba una bolsa de comestibles y una cartera llena de correo en la pequeña lancha motora que Vincent mantenía para el transporte.

Casandra se alisó una arruga de su vestido blanco y deseó un espejo de cuerpo entero, aunque se veía bastante elegante en él. El material liviano y de tejido suelto estaba recogido en un favorecedor canesú en el cuello y caía suavemente para ser ceñido con un cinturón y bruzado en la cintura. Su cabello brillante se enroscaba suavemente alrededor de sus hombros y un toque de rímel resaltaba el verde profundo de sus ojos.




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