Un Inesperado Mate

06 - Anghelo Rachman

Acaricié la comisura de sus labios con mi lengua, pidiendo un acceso que ella me otorgó sin dudar. Nuestras lenguas se encontraron en un vaivén delicioso, esa danza que siempre me hacía sentir que no había nada en el mundo más perfecto que estar con ella. Su sabor a fresas, el de su lápiz labial, llenaba mi boca, y cada beso se volvía más intenso.

-Te amo mucho más, princesa -dije, separándome un poco por falta de aire. Mi corazón latía rápido, aún vibrando por cada contacto, por cada momento compartido con ella.

Le di un último beso en los labios antes de tomar su mano nuevamente, entrelazando nuestros dedos. Caminamos hacia el centro, nuestros pasos sincronizados, y aunque había mucho por hacer, nada de eso importaba. Estaba con ella, y eso era lo único que necesitaba.

Entramos al centro tomados de las manos, mientras el teléfono de ella no dejaba de sonar. Cada vez que una nueva notificación llegaba, el sonido del teléfono rompía la calma que se había instaurado entre nosotros, y mi atención se desvió hacia él, pero más hacia ella, que parecía ignorarlo.

-Deberías atender -le dije, mirándola con curiosidad. Ella, sin embargo, simplemente apagó la pantalla del teléfono, colgando la llamada entrante sin mirar siquiera quién era. Parecía tener una calma aparente, pero había algo en su rostro que me decía que no estaba del todo tranquila.

-Debe de ser importante si están insistiendo tanto -comenté, deteniéndome al escuchar otra vez el sonido del teléfono. Esta vez, sin embargo, ella no hizo nada. Solo suspiró y negó con la cabeza.

-No es importante, ahorita lo importante para mí eres tú -dijo, mirándome a los ojos con una sonrisa suave, pero que no llegó completamente a sus ojos. Sus ojos reflejaban una ligera preocupación que no me pasó desapercibida.

Decidí no insistir más en el tema. No quería ser una carga en un día tan especial para los dos. Así que guardé silencio y traté de distraerme, disfrutando de cada segundo que pasábamos juntos.

-Te compraré lo que quieras, princesa -le dije, tomando su rostro con mi mano libre. Quería hacerla sentir bien, sin preocupaciones, como se merecía. Quería que se sintiera especial, porque lo era, más que nadie.

Ella me miró, sorprendida, y sus ojos se abrieron de par en par. La emoción que vi en su rostro me hizo sonreír aún más.

-¿En serio? -preguntó, casi incrédula, pero al mismo tiempo con una chispa de emoción en sus ojos. Asentí con firmeza, mostrándole que no estaba jugando.

-Claro, princesa. ¿Vamos? -pregunté, con una sonrisa amplia. Ella asintió, y antes de que pudiera reaccionar, me dio un beso suave en el dorso de mi mano. Luego, sin darme tiempo para decir más, literalmente me arrastró hacia una tienda de ropa.

Reí por lo bajo al ver cómo soltó mi mano y salió corriendo por los pasillos de ropa con una energía que solo ella sabía mostrar. Su entusiasmo era contagioso, y yo no podía evitar sonreír, sintiéndome afortunado de estar a su lado.

"Agradezco a Anghelo que me prestó algo de dinero también." pensé, observándola con cariño mientras ella correteaba de un lado a otro, tomando prendas de ropa sin preocuparse por nada más que su emoción de estar comprando. Era como una niña disfrutando de un día perfecto, y su felicidad me llenaba de una calidez indescriptible.

La vi elegir algunas prendas, comparándolas entre sí, sosteniéndolas contra su cuerpo con una sonrisa de satisfacción. Sonreí con ternura, dejándome llevar por el momento. No necesitaba nada más en ese instante, solo estar ahí con ella, disfrutando de su risa y de su compañía.

Amaba a esta chica como a nada en el mundo. Era increíble lo que ella podía hacerme sentir con tan solo una mirada o una sonrisa. Cada gesto, cada palabra, todo lo que venía de ella se sentía como un regalo que nunca dejaría ir.

Metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón y apreté el anillo dentro de la bolsa, sin borrar mi sonrisa mientras la observaba correr hacia los vestidores con varias prendas de ropa en las manos. En ese momento, todo lo que quería era seguir compartiendo mi vida con ella, sin importar nada más. Ella era mi razón de sonreír, mi razón de ser feliz. Y sabía que, en ese instante, todo estaba bien.

-Serían dieciocho mil, joven -me dijo la vendedora cuando terminó de pasar las prendas de Gali por la máquina. Asentí con una ligera sonrisa, sacando mi billetera para pagar. Mi corazón latía ligeramente acelerado por la emoción del momento, pero también por la tensión que sentía al estar tan cerca de ella. Tomé el dinero y lo entregué a la vendedora. Ella sonrió, tomando el dinero con una elegancia que me hizo pensar por un momento que todo estaba sucediendo en cámara lenta.

-Gracias por su compra, regrese pronto -dijo la vendedora, y asentí mientras guardaba la billetera en mi bolsillo, luego tomando algunas de las bolsas que Gali había seleccionado. Al ver su rostro lleno de emoción, me sentí orgulloso de poder darle algo que le gustara tanto.

-Gracias, amor, pero creo que exageré -dijo Gali apenada, mientras ella misma tomaba algunas de las bolsas. Le sonreí y, sin pensarlo, le di un suave beso en la mejilla.

-No te preocupes, princesa. ¿Vamos por un helado? -le sugerí con una sonrisa amplia, queriendo hacerla sentir mejor, como si fuera un pequeño detalle para compensar cualquier duda que pudiera tener sobre el gasto. Ella asintió rápidamente.

-Yo los pago -dijo con una sonrisa, pero yo negué con la cabeza, mirándola fijamente.

-Nop, yo lo hago, princesa -respondí, sonriendo con ternura. Ella suspiró rendida, asintiendo con una sonrisa más tranquila.

-Está bien. A veces siento que me tratas como una verdadera princesa... -suspiró pesadamente, apartando la mirada de mí, como si intentara ocultar algo. Pero pude escuchar el murmullo bajo, apenas audible, como una pequeña confesión. -A veces siento que no te merezco... -agregó, su voz baja y llena de inseguridad.




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