Un Inesperado Mate

07 - Anghelo Rachman

Llegamos a la heladería, y nos sentamos en una de las mesas vacías, acomodando las bolsas al lado de esta. El sonido del ambiente se desvaneció por un momento mientras me perdía en mis pensamientos, pero la mesera que se acercó a nuestra mesa rápidamente me hizo volver a la realidad. Su mirada era coqueta, casi provocadora.

-¿Qué vas a querer, guapo? -dijo con un tono seductor. Mi instinto fue resoplar por dentro, pero mantuve una sonrisa cortés, aún sintiendo la incomodidad que me generaba. Gali, por otro lado, no se quedó atrás.

-Yo quiero un helado de fresa con pasas -dijo, colocando su codo sobre la mesa y su cabeza apoyada en su mano. Su mirada hacia la mesera estaba llena de desdén, lo que me hizo reír un poco. Estaba celosa, y no podía ser más evidente.

-Aja -dijo la mesera de mala gana, anotando en su libreta. Luego se volvió hacia mí, su tono un poco más insistente.

-¿Y tú, guapo? -me preguntó otra vez, con una mirada que ya me estaba comenzando a incomodar.

-Lo mismo que mi novia -respondí, sonriendo con una sonrisa amplia. Al escuchar mis palabras, Gali sonrió de lado, al ver la expresión desencajada de la chica. La mesera, visiblemente avergonzada, trató de recomponerse.

-Cl-claro que sí, joven... -dijo, con el rostro rojo, probablemente de la vergüenza o la ira, un misterio sin resolver, antes de alejarse rápidamente para traer nuestros helados. Gali me miró, su sonrisa ahora más amplia.

-No tienes por qué ponerte celosa, princesa. Yo te amo a ti. Confía en mí -le dije, mi tono serio pero lleno de cariño. Ella sonrió, asintiendo.

-Confío en ti, en quien no lo hago es en las perras resbalosas como ella -dijo, apartando la mirada de mí. Sonreí y le acaricié la mano suavemente.

-Jamás les haría caso -aseguré, convencido de mis palabras. Ella volvió a mirarme, asintiendo con la cabeza.

-Lo sé, amor -dijo, sonriendo, lo cual me hizo sentir aliviado.

-Iré al baño, ya regreso -le dije, antes de levantarme y caminar hacia los baños. Pero a medida que me alejaba, la incomodidad crecía en mi pecho. Los nervios me estaban matando. Estaba por oscurecer, y ya casi era la hora de llevarla al lugar.

Saqué el anillo del bolsillo y lo miré con nerviosismo. Era un anillo sencillo, pero para mí tenía un valor incalculable. El diamante en su centro reflejaba las luces del lugar, como un pequeño destello que me hacía pensar en el futuro. A lo lejos, pude escuchar a alguien hablar, pero mi mente solo estaba en ese momento, en cómo se lo daría a ella.

Me detuve frente al lavabo, y mientras miraba el anillo entre mis dedos, traté de calmarme. me repetía a mí mismo.

Giré el anillo entre mis dedos, una y otra vez, mientras el tiempo parecía alargarse. Me quedé allí unos momentos, tratando de tranquilizarme. Pero, de repente, la puerta del baño fue tocada bruscamente. La mesera apareció frente a mí, visiblemente alterada.

-Joven, acabo de llevar sus helados, y su novia estaba con otro tipo besándose -dijo con la respiración agitada, su mirada de horror y urgencia me hicieron fruncir el ceño. Mi estómago se encogió al escuchar esas palabras.

-No me enredaré contigo, no te sirven esas mentiras -respondí, mi voz firme pero sin ganas de escuchar más. Sin embargo, ella negó rápidamente, como si le urgiera contarme lo que había visto.

-No miento -aseguró, seria. -Sabe que... Sígame -dijo, tomándome del brazo con rapidez.

La seguí sin pensarlo, el miedo y la duda invadiendo mi mente. Nos dirigimos hacia el centro del lugar.

-Mírela usted mismo -dijo señalando una mesa. Mi corazón se detuvo por un instante cuando mis ojos cayeron sobre ella. Gali estaba literalmente encima de un tipo pelirrojo, besándolo de manera desenfrenada. Un dolor profundo se instaló en mi pecho, y sentí cómo mis ojos se llenaban de lágrimas. La visión de ella besándose con otro me rompió por dentro. La rabia y la incredulidad se mezclaron en mi ser.

Me acerqué lentamente, mi mano temblorosa sacando el anillo de mi bolsillo y dejándolo cuidadosamente sobre la mesa. Mi puño apretó el anillo con fuerza mientras me acercaba más, la impotencia apoderándose de mí.

Aplaudí con ironía, haciendo que ellos se separaran rápidamente. Gali me miró, sorprendida, sus ojos abiertos de par en par al verme. La confusión y el miedo llenaron su rostro, pero lo único que pude sentir fue el dolor de la traición.

El dolor que sentía era tan fuerte que me nublaba la vista. Mi cabeza estaba a punto de estallar, pero aún así, veía claramente cada instante que acababa de vivir. Ver a Gali con él, tan cercana, tan... desinteresada en mí, me destrozaba. Era el colmo.

Las palabras de la mesera resonaban en mi cabeza como un eco. "Tu novia estaba con otro tipo besándose." Mi respiración se aceleró, pero traté de mantener el control, aunque en el fondo sabía que no lo estaba logrando.

En ese momento, el anillo que tenía en mi bolsillo pareció volverse más pesado. Lo saqué con manos temblorosas mientras pensaba en todo lo que había planeado para ella, para nosotros. Todo eso se desmoronaba frente a mis ojos, como un sueño que se deshace al despertar. ¿De verdad lo hacía? ¿Podía siquiera creer en lo que había visto? ¿Todo lo que creímos juntos era mentira?

Al acercarme a la mesa, la vi, completamente ajena a lo que sucedía. Estaba casi sobre el pelirrojo, besándolo como si nada. Mi corazón se rompió aún más, no solo por el acto en sí, sino por el dolor de saber que me había entregado tanto, y que ella simplemente... ya no me veía de la misma manera.

Reaccioné sin pensarlo. Aplaudí. El sonido resonó en el aire, cargado de una ironía amarga que ni siquiera sabía de dónde venía. Galilea, sorprendida, separó sus labios del tipo, y entonces la miré directamente a los ojos. Vi su sorpresa, su culpabilidad... y aún así, nada me preparó para las palabras que salieron de mi boca.

-¿A no? Pues lo que yo creo es que me estás poniendo los cuernos con el peli rojo.-




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