-¡¿A dónde vas, Corin?! -gritó mi mamá llamándome por mi primer nombre cuando me vio pasar. La ignoré y corrí lo más rápido que pude.
"Maldita sea, Anghelo..." Pensé, mis pulmones ardían, pero, como estaba acostumbrado a correr diez kilómetros por las mañanas, no me afectaba tanto.
Llegué al bar Estrella Fugaz más rápido de lo que esperaba. Agradecido por eso, empujé a todos y entré al lugar. Lo busqué por la barra hasta que lo vi, con la cara pegada a ella.
Ahí fue cuando la presión en mi pecho se soltó un poco, dejándome respirar otra vez. Me acerqué a él y toqué su hombro.
-Anghelo -lo llamé. Abrió solo un poco los ojos y me miró, tenía los ojos rojos y apestaba a alcohol. El cantinero se me acercó, y dejé un moño de billetes en la barra-. Págate -dije, simplemente. Tomé el teléfono de Anghelo y lo ayudé a levantarse, ya que ni eso podía hacer solo sin caerse.
-Nail... -dijo, su voz sonaba rasposa y dolida. Sus ojos rojos estaban apagados, y hedía como si hubiera estado bebiendo desde hacía días.
-¿Qué te pasó? -me quejé. Salimos del bar y, literalmente, lo cargué hasta el estacionamiento. Empezó a llorar, y eso me llamó la atención inmediatamente.
-Ga-Gali... mi p-princesa... -lloró, y me recordó a la vez que pasó llorando por días por la muerte de Sultán, su perro.
-¿Qué con esa? -pregunté, dejándolo reclinado en su auto azul. Lo busqué entre sus bolsillos para encontrar las llaves.
-Me e-engaño... -lloró, dejándose caer al suelo y deslizándose por el auto, haciéndome detener mi búsqueda.
-¿Qué? -pregunté, mirando lo destrozado que estaba. Su cara estaba entre sus rodillas mientras lloraba y repetía una y otra vez lo mismo: "Me engañó", "Mi princesa me engañó".
-E-eso es imposible -dije, agachándome frente a él, colocando mis manos en sus rodillas. Él negó con la cabeza.
-La vi, se estaba besando con otro... -lloró-. ¿No fui suficiente? -se quejó, elevando la mirada para verme. Me dolió hasta el alma verlo así de roto. No pude evitarlo, llevé mi mano a su rostro.
-Eras demasiado para ella, Anghelo. Eres un chico maravilloso que, aunque a veces haces más estupideces de las necesarias, vales mil -dije. Este se calmó un poco y me miró a los ojos-. Probablemente mañana no recuerdes absolutamente nada de lo que te diga, así que aprovecharé... -sonreí ligeramente-. Eres la persona más maravillosa que conozco, y por la única por la cual sería capaz de dar mi vida, después de mi vieja, claro está.
Él negó.
-Solo lo dices porque eres mi mejor amigo -se quejó, sonriendo un poco de manera triste.
-No sabes cuánto daría que solo fuese por eso -me quejé. Sus ojos celestes estaban fijos en los míos, callado, sin decir nada, mientras mi mano seguía en su mejilla.
Nos quedamos mirándonos un buen rato. Él se había calmado, y sus ojos rojos parecían relajarse, como si la tormenta interna se estuviera apagando.
-Gracias -dijo él, después de un rato.
Le sonreí de manera sincera.
-Sabes que no hay de qué, soy tu mejor amigo, después de todo -le dije. Él asintió, no muy convencido, y luego elevó sus manos hacia mi rostro, tomándome entre sus dedos. Los nervios me recorrieron en ese instante, y aunque sentía el aroma a alcohol de su boca, no me moví ni un maldito centímetro. Mi cerebro me gritaba que me apartara, pero mi corazón me decía que esta podría ser mi única oportunidad.
No me moví, ni un centímetro... hasta que sus labios tocaron la comisura de los míos en un beso. Mi corazón latía demasiado rápido, y mis ojos estaban abiertos de par en par, mientras intentaba procesar lo que estaba ocurriendo.
"¡TE ESTÁ BESANDO, NOS ESTÁ BESANDO! REACCIONA, IMBÉCIL", me regañó mi corazón, acelerado, palpitando de manera frenética. Mis labios sentían el roce que tanto había deseado durante años, pero no de esa manera, no con él en ese estado. La sensación era más que abrumadora, y en el fondo, algo dentro de mí deseaba que no fuera así. Había esperado tanto, pero no con alcohol de por medio, no con esa vulnerabilidad. No así, no ahora.
"SEPARATE, SEPARATE. Y SI MAÑANA SE ACUERDA, SERÁ PEOR", me exigió mi cerebro con voz fuerte y clara. Cada palabra era una orden. Tenía que separarme, era lo más sensato, lo más lógico. Pero por otro lado, mi cuerpo no respondía, y un pedazo de mí, uno que llevaba mucho tiempo guardado, quería simplemente ceder a la tentación. No podía dejarlo. No quería dejarlo.
#1192 en Fantasía
#342 en Joven Adulto
mejores amigos amor complicado, mitos leyendas y profecias, lobos yin yan
Editado: 13.05.2025