Un inocente y dulce amor (#1 Argentinas)

CAPÍTULO 2

Paloma era una niña muy vivaz y alegre aunque un tanto tímida dada su escasez de edad. Tenía tan solo dos añitos cuando su mamá murió en un accidente vehicular cuando venía del trabajo a la casa que compartía con su abuela y a quien le dejaba a cargo la pequeña.

No fue la única que murió en ese accidente. Aquellos que compartían el autobús con ella en la parte trasera de éste, también murieron al ser impactados por el ferrocarril que el chofer, en un acto irresponsable e imprudente no logró esquivar.

Ahora contaba con seis años y hacía dos que había tenido que madurar de golpe. Si bien seguía siendo una pequeña niña, la salud cada vez más debilitada de su bisabuela, junto con su edad tan avanzada que le impedía salir a trabajar para ganar el sustento necesario para poder alimentarlas, la llevó a tomar su lugar.

Afortunadamente tenían un lugar en donde vivir, un hogar muy pequeñito, pero que era de la viejecita, quien junto a su esposo habían logrado levantar con el sudor de sus frentes y años de trabajo. Era una casita tipo mediagua, que tan solo contaba con una cocina, un comedor con dos sillas y una cama de dos plazas que en su momento compartió con su viejo, pero que al quedar viuda y luego haber perdido a su hija y nieta de formas tan trágicas, ahora compartía con su pequeña bisnieta, que era la luz de sus ojos y a quien le dolía el alma tener que enviar a trabajar siendo ella tan pequeña. Hubiera dado su vida por cambiar aquel triste destino, pero éste había fraguado quitarle a todas aquellas personas que amaba.

Ahora vivía pensando en la muerte. No solo en la suya propia, que intuía que pronto alzaría su oscura y enorme mano sobre ella, sino también en su pequeña Paloma. Temía que ese mismo cruel destino también se la arrebatara. Sobre todo sufría cada día cuando la veía salir a vender sus florecitas y tenía que esperar horas a que volviera. Algunas veces le iba bien y volvía pronto, pero otras veces tardaba más de la cuenta y su corazón comenzaba a acelerarse de los puros nervios de imaginarse a su Palomita siendo raptada por algún degenerado o atropellada al cruzar alguna de las muchas calles que la separaban de su hogar. Solo cuando la oía decir “¡ya llegué nona!” su alma volvía al cuerpo.

La pequeña Paloma había “heredado” aquel trabajo de la venta de flores de su bisabuela una vez que ella ya no pudo hacerlo más. No iba a la escuela porque no estaban los medios para ello, pero tampoco era algo que le llamara mucho la atención. Paloma era un alma libre y soñadora. A menudo se perdía en sus pensamientos imaginándose la protagonista de las historias que su mente infantil creaba o recreaba de aquellos cuentos que su abuela le contaba. Ella siempre era una princesa en apuros y soñaba con que apareciera un príncipe azul en un hermoso caballo blanco a su rescate y la llevara a ella y a su bisabuela a un hermoso castillo en el cual podrían dormir en una cama con muchas mantas para no pasar frío y en donde el mayordomo y las sirvientas les prepararían miles de pasteles y galletas que comerían hasta que les salieran por las orejas. Con los años quizás incluso hasta se casaría con aquel príncipe si este era guapo.

Cada día Paloma se iba a trabajar cargando en sus pequeñas manitos al menos dos docenas de flores y tenía que bajar una larga y empinada escalera para llegar a donde usualmente las vendía. Paloma era valiente, o al menos trataba de serlo. Se había curtido a la fuerza gracias a los sabios y constantes consejos de su bisabuela: “No hables con extraños de nada que no tenga que ver con las flores”, “no recibas nada de nadie ni aceptes golosinas de ninguna persona sea hombre o mujer”, “si alguien te pide que le acompañes, solo di que no y echa a correr hasta llegar a un lugar seguro en donde puedas esconderte hasta que pase el peligro”.

Fue este último consejo el que siguió cuando un hombre sospechoso se acercó a ella y le ofreció un caramelo. Lo miró con rabia, porque no era la primera vez que se acercaban a ella con aquella excusa, pero cuando vio que el hombre no se iba con su negativa, hizo precisamente lo que la abuela le había dicho que hiciera. Salió corriendo como alma que lleva el Diablo sin mirar para atrás ni una sola vez. Temía que su preciado cargamento sufriera los embates de aquella corrida, pero era perder las flores o perder hasta la vida si ese hombre la alcanzaba. No sabía si la había seguido o no, pero no estaba dispuesta a detenerse para averiguarlo.

Corrió y corrió cuadras y cuadras hasta que entró a un café que en ese momento estaba repleto de gente ya que era la hora en que usualmente se salía del trabajo. Estaba asustada y su pecho subía y bajaba por la excitación. Temía incluso que el dueño del lugar la echara a la calle en donde aún podría estar buscándola aquel perverso hombre que la había interceptado con maldad.

El dueño del lugar la vio entrar pero no le dijo nada. Estaba acostumbrado a que niños en iguales condiciones que ella entraran y ofrecieran lo que fuera que vendiesen. No reportaba daño alguno para él y sentía que de alguna manera les daba una mano. De hecho, en ese mismo instante, otro jovenzuelo se encontraba allí mismo vendiendo unas postales que dejaba en cada mesa de los comensales presentes, para luego esperar unos minutos y pasar a retirarlos. Los que no estaban interesados simplemente le devolvían sus postales y los que de alguna forma querían cooperar, le entregaban unas monedas que a veces eran bastante generosas pero otras veces apenas cubría el gasto invertido.

Estaba a punto de comenzar a retirar las postales cuando sus ojos se encontraron con los de ella por casualidad. Facundo la vio al lado de una de las ventanas del café a la que ni siquiera alcanzaba aunque se pusiese en punta de pies. Vestía un bonito pero humilde vestido color calipso y tenía en su mano una flor. Un clavel amarillo. Al verla tan agitada presintió que algo le había pasado porque comenzó a ofrecer la flor que llevaba a las parejas que estaban sentadas en las mesas con una mirada triste y se asustaba cuando algunos de mala manera la rechazaban.



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En el texto hay: amor juvenil, romance, drama

Editado: 22.04.2021

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