Me despierto por el ruido insoportable de la alarma que sonaba a mi lado. Me levanto con expectativas de tener un día normal, pero todo se va por el caño en el momento que vuelvo a oírle. No me molestaba en lo absoluto, pero solo pedía un día de descanso.
Durante medio año lo único que me decía eran cosas al azar, tipo:
«Tienes que irte.»
«Protege a tus seres queridos.»
«Está más cerca de ti de lo que crees.»
«Ojalá poder ayudarte, pero no puedo decirte mucho.»
Y muchas más frases que no tenían ni pies ni cabeza. No comprendía lo que sucedía y la curiosidad me estaba matando. Por más que le pedía que se explicase no decía más nada.
«—Debes hacerme caso —dice la voz misteriosa.»
—Si no me dices quién eres no te haré caso.
Esa persona o lo que sea que me estuviese hablando dejo de decir palabra alguna.
Ignoro lo sucedido en la mañana y voy hacia el baño a darme una ducha. El agua fría cae sobre mí como si me estuviesen acuchillando.
—¡Joder! ¡Me voy a helar! —Maldigo—.Arie, no te queda de otra o llegarás tarde a la linda y aburrida escuela. —Respiro hondo y me metoa la ducha de nuevo a la velocidad de la luz. Podría decir que casi no me bañé.
Termino de asearme y de esperarse al salir titubeo. ¿A quién se le ocurre bañarse con agua fría en plena final de invierno? Sí, a mí.
Salgo del lavado y me visto, lista para ir y desayunar las famosas tortitas de Arlette. Sí, son las mejores del vecindario ¡Y que alguien lo ponga en duda!
«Yo lo pongo en duda.» Dice la conciencia.
«Tú no cuentas.»
Atravieso el pasillo donde están las habitaciones de mis hermanos y llego a las escaleras para así encontrarme con el salón principal; el cual no está deshabitado, ya que Hans se encontraba en el sofá de color carmín leyendo una revista… ¿Porno? Oh dios, ¿Cómo es que no tiene vergüenza de hacer eso en plena sala?
—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —Le miro con las cejas fruncidas.
—¿Leer? —Habla con obviedad sin apartar sus ojos de la revista—. ¿Te interesa ver? —Me mira y una sonrisa descarada aparece en su rostro.
—¿Leer? ¿Por qué no te dedicas a buscar trabajo en vez de estar leyendo estas cochinadas en la sala? ¡Vete a tu cuarto al menos!
—Como digas, jefa.
Él se levanta del sillón y se encamina hacia arriba. No sin antes haberme dado un jalón de cabello a modo de juego. A veces se comporta tan infantil de un momento a otro que me sorprende que tenga veinte años.
Miro el reloj que tengo en la muñeca y marcan las siete y media. ¡Se me estaba haciendo tarde!
«¡Diablos! ¡Esto me pasa por reñir a mi hermano!»
«Eres muy metiche, Arie.»
«¡Lo sé, conciencia!»
Me apuro en ir a la cocina. De suerte la heroína de mi madre ya me tenía el desayuno preparado y servido en la isleta. Ella me da un beso en la frente y sin pensarlo dos veces me siento al lado de mi hermano menor, dando comienzo a devorar el platillo sin respirar un segundo.
—Come despacio, Ari —dice mi madre.
—Te vas a ahogar —comenta el pelinegro sin apartar la vista de su móvil.
—Tú deja ese celular y empieza a desayunar que no has probado bocado, llegaras tarde igual que yo —mascullo mientras desayuno y mi madre me mira recelosa. —Ya sé, que no hable con la boca llena.
—Exacto —sonríe.
En el proceso de intentar no atorarme sucedió lo esperado, casi me ahogo con un pedazo de tortita.
—Te lo dije, enana.
—Y tu pequeñín —le rebato diciéndole lo que más odiaba que le dijera.
—No sé cuántas veces te diré que no me digas pequeñín ¡Que tengo quince! —hace un puchero adorable.
—Sí, sí, lo que digas. Ya me marcho.
***
Estoy en frente de la preparatoria Oxxor y ya las miradas están cayendo sobre mí. Se me olvido decir, pero luego de la muerte de mi padre como que las personas me miran más. He escuchado murmureos sobre mí, que no son nada agradables al oído. Cosas como:
Mira, ahí va la loca.
Dicen que el fantasma de su padre le habla.
Hablan sobre que hace mucho tiempo escucha una voz. ¿Será cierto?
Me da miedo, siempre anda hablando sola.
Y muchas más que no me apetece decir. Solo estaba concentrada en volver a ver a mi pelinegra favorita. Ha sido un gran pilar en mi vida luego de lo sucedido hace dos años. Al menos no me anda tachando de loca por oír una voz que en vez de darme consejos me advierte de cosas inciertas.
Atravieso la cantidad de estudiantes que había en el pasillo y logro llegar a mi salón. Y ahí estaba ella, Zoe.
Es un poco más bajita que yo —y eso que yo soy una chica demasiado pequeña—. Su cabello ondulado de color negro llegándole casi a su parte trasera,sus ojos verdes esmeraldas que hipnotizan a cualquier sexo y las pecas que pintaban sus cachetes redondos la hacían ver muy hermosa. ¿Qué puedo decir? Tengo a la chica más guapa del instituto como mejor amiga.
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Editado: 11.02.2022