Un jeque para Emma

Capítulo 8

VIII. Sintiendo algo más.

EMMA SLATER.

—¿Encerio?. —pregunto entre risas.

—¡Qué vergüenza!, No debí contarte eso. —se tapa la cara con las manos, el dolor en mi estómago no cesa, debido a las risas.

—Tú te empezaste a reír. —lo acuso.

Trato de parar un poco mi risas, frotó mi estómago debido al dolor, mi respiración poco a poco se normaliza.

—Esas son las experiencias más vergonzosas Jethro.

—No cabe duda.

La pequeña cafetería cerca de mi apartamento, se ha vuelto bastante acogedora tanto para mí, como para Jethro que vive enfrente de este edificio.

Los trabajos en conjunto nos hace reunirnos en este lugar, aunque de fondo sé que terminamos dejándolo de lado y conociéndonos un poco más.

Él me cuenta de sus experiencias vergonzosas de su niñez y juventud.

Bueno no le quedó opción.

Se tuvo que vestir de mujer para complacer a sus primas.

El típico primo que complace las peticiones de sus primas.

Además de que por error abrió un correo, enfrente de mi, que pertenecia a una de sus primas, solo de volver a imaginar la imagen me hace reír.

"Ojalá me sigas esquivando Jethro , por que si lo sigues haciendo me veré en la extrema necesidad de publicar unas de tus fotitos."

Y adjudicó una imagen de él.

Disfrazado de huevo.
Si, de huevo.

"Cuídate la espalda huevito."

—Huevito. —murmuro riendo.

Él me sonríe, y carraspea un poco.

—Hermosa. —murmura.

Mi risa se detiene de golpe al escucharlo, mi mirada se enfocan directamente en la suya, esos ojos negros provocadores se vuelven muy penetrantes.

Desvía su mirada. —Digo... Hermosa tú risa... ¡Ehm! Tú eres muy hermosa. —carraspea al verse encerrado— Ya metí la pata...

—Ya lo entendí. —lo interrumpo, por inercia coloco mi mano sobre la suya.

—Ya lo jodi todo... —murmura.

Cuando siente el calor de mi mano envuelta en la suya, detiene su balbuceo y clava su mirada allí.

Creo que fui muy atrevida.

Trato de alejarla, pero gira la mano y la envuelve, apretando ligeramente su agarre.

—No la alejes se siente... Bien. —susurra suavemente— En que estábamos.

—Creo que... —mi mente quedó en blanco, puedo sentir el ligero rubor de mis mejillas— En las... —piensa estúpida— amenazas de tus primas. —concluyo.

Asiente. —Claro, tú te estabas burlando. —mira a la ventana—. A decir verdad parezco el muñeco familiar de todas las mujeres de mi familia.

Quien no quisiera ese muñeco.

Digo, para jugar con él.

Mis pensamientos se están volviendo incoherentes.

<<Concentración Emma.>>

—No te preocupes, yo tuve que vestirme de el Grinch. —me encogo de hombros— Algo absolutamente vergonzoso, desde mi punto de vista.
Pero era eso o vestir de la señora Claus.

Me mira con curiosidad. —¿Por que no vestirse de la señora Claus?.

—Me daba la impresión de que si me disfrazaba de ella, significaba que los niños me pedirán deseos, algo en lo que no creo.

—¿Por qué?.

¡Dios!. Esto está llegando a un límite muy personal.
Pero no puedo parar.

—Por que los deseos o los sueños no se harán realidad, por mucho que pidas, si no te esfuerzas no lo logras, así de sencillo. —exclamo.

Su mano hace círculos lentos en la mía, brindándome paz y tranquilidad a través del contacto.

—Es cierto lo que tú dices. —hace una pausa—. Pero creo que no está mal dejar salir nuestras cargas y soñar un poco.

—No está mal. Pero tampoco me parece bien.

—¿Por que no te guste pedir deseos?.

¿Por qué?.

Por que los he pedido y nunca se han cumplido.

Por que por más que desee paz, solo había guerra.

Por que al final supe que nada se resolvía soplando velas en mis cumpleaños, o deseos a santa en navidades.

Probablemente las cosas materiales si, pero al ir madurando supe que habían muchas cosas por las cuales preocuparme.

Mucho más allá de lo material.

El vacío, y la lucha constante de mis sentimientos.

—Simplemente no me gusta hacerlo.

El ambiente se vuelve tenso, ninguno encuentra plática alguna, ya no quiero seguir exponiendo mis emociones de esta manera.

Safo mi mano de su agarre. —Creo que ya me tengo que ir. —murmuro.

—Vamos te acompaño. —se levanta y saca propina de su bolsillo.

—No es necesario, vivo a la vuelta de la esquina. —hago comillas en la frase, sonriendo.

—Lo haré de todos modos. —suspiro agotada, tomamos nuestras cosas y salimos de la cafetería.

Ambos avanzamos por la calle, el con sus manos en los bolsillos, se mantiene en silencio.
Mis ligero taconeo se escuchan en cada paso.

Ambos cruzamos la calle, y nos detenemos en frente del edificio donde vivo.

—Gracias por acompañarme. —sonrio débilmente—. La he pasado muy bien —miro mis apuntes—. Tanto que se nos olvidó, la razón por la que nos reunimos.

Él se ríe, un sonido muy ronco y masculino. —Eso nos da otra razón para reunirnos más.

—La próxima vez, tendremos que terminar esto.

—Okey.

En un acto valiente, me acerco y de puntillas le doy un beso en la mejilla.
Él se congela por mi toque, al alejarme le susurró. —Adiós huevito. —le respondo con una sonrisa divertida.

Él me sonríe. —Nos vemos pronto. —responde— hermosa.

Y con eso se da la vuelta y comienza a caminar, algo que agradezco por que mis mejillas se sienten calurosas.

Me giro antes de que me vea, y abro las puertas, pero un grito me hace detenerme.

—¡Emma espera!.

Me giro de nuevo para ver a Camille, caminar hacia mí.

Ambas nos sonreímos mutuamente, y sostengo su puerta mientras las traspasa, su gran vientre hace que tenga un poco de dificultad para caminar.

—¡Hola!. —me responde efusiva— ¿Cómo ha estado tu día? Por lo visto, o mejor dicho con los besos que le echas al griego, supongo que bien. —me da una mirada coqueta.




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