Un jeque para Emma

Capítulo 10

X. Engaños premeditados.

EMMA SLATER.

Estoy sola.
O bueno creía estarlo.

El timbre resuena, a los pocos minutos las puertas de la cafetería se abren de par en par, dando paso a la multitud de estudiantes.

El bullicio hace que cierre mis ojos con fuerza. El dolor de cabeza se expande, dando paso a un escalofrío terminal en mis articulaciones.

No he podido comer.
No he podido dormir.

Mi cabeza pareciera que se encuentra en un guerra, palpita fuertemente, ni el efecto de la pastilla ha hecho aliviar un poco el dolor.

Estuve a punto de quedarme en casa y descansar, pero llevo poco tiempo aquí, nadie sabe la verdadera razón de mis padecimientos.

Y prefiero que siga así.

Trato de relajarme, creo que de todos modos pediré un permiso, no puedo estar concentrada con nada, las palpitaciones aumentan a cada segundo.

Sostengo mi rostro entre mis manos, luego las ubicó en mis oídos, mi cabello se encuentra suelto y cae tapando mi cara.

No le prestó atención a nadie, simplemente trato de olvidarme de donde me encuentro.

Cómo si nada existiera.

Dejo salir una larga exhalación de aire, y repito el proceso muchas veces.

Con todas mis fuerzas me levanto y tomo mis cosas, con pasos suaves, camino con el rostro agachado entre las mesas.

Salgo de la cafetería, caminando hacia un pasillo solitario, la fuerte luz y el vidrio reflector hace que me recueste en una pared y cierre mis ojos.

Cómo deseo volar y olvidarme de todo.

Me recuesto en la pared, intento sacar mi celular del bolsillo delantero de mi falda.

Las manos me tiemblan y mis pertenencias se resbalan de mis manos, cayendo libremente al suelo.

El estruendo hace que me tape los oídos y caiga de golpe al suelo.

<<Tranquila cariño, todo estará bien. Tú tienes el poder.>>

Sus suaves palabras vienen a mi mente. Dándome una fuerza para superar.

Tú tienes el poder.

Una voz se hace presente, cada vez más cerca. El grito proveniente hace que gima de dolor.

—¡EMMA!.

No reconozco su voz. Solo sé que se dirige a mi.

—¡Oh Alá! ¿Qué ha pasado?.

No abro mis ojos. Pero en un murmullo bajo le respondo. —Silencio. Mi cabeza va a explotar.

De repente se levanta y corre, el taconeo es leve, y a lo lejos grita.
Los pasos vuelven a escucharse cerca.

Siento una presencia hincarse frente a mí.

—Tranquila, Todo estará bien. Relájate, Confía en mí. —susurra una voz masculina.

Unos brazos me rodean y me levantan como una pluma del suelo.

Ya no puedo más.

<<No te duermas.>>

Pero es inevitable, el cansancio y el fuerte dolor, hacen que vaya perdiendo la conciencia.

Y me desmayo, en los brazos de una persona desconocida.

#

Se escuchan voces a mi alrededor.

Poco a poco abro los ojos, mi vista dirigiéndose en el techo blanco, y luego las paredes.

¡Dios!, Qué hago aquí.

Me levanto de golpe, haciendo que los presentes volteen a verme. Mi cabeza late un poco ante el movimiento brusco y dejo salir un quejido.

Todavía llevo puesta la misma ropa.

Qué alivio.

—¡Por alá!, Qué bueno que estás de vuelta.

Mi vista se enfoca en los que están en la habitación.

Me extraña ver a Leylak levantarse del elegante sillón a un costado, cautelosamente se acerca a mi lugar.

—Me preocupe bastante al verte de esa manera, me alegro de que ya estés despierta. —y en un impulso envuelve sus brazos a mi alrededor.

Ella fue la que me encontró, sorprendida por ambas cosas, me quedo estática por unos segundos, para luego devolverle el gesto.

Suspiró, el primer abrazo que recibo en semanas.

Miro sobre su hombro. Me sorprende verlo ahí.
Malik.

Su mirada está fija en la mía, el me sonríe, un hoyuelo se forma en la parte baja de su mejilla.
Carraspea desviando su mirada y se levanta, acercándose a nosotras.

Leylak termina el abrazo, cuando me giro de nuevo, lo encuentro muy cerca, percibo el aroma masculino que desprende, el olor a menta es predominable en su escencia.

—¿Cómo estás?. —pregunta con voz suave.

Yo trago duro al escucharlo, mi corazón se había tardado mucho en reaccionar.
Y como bomba todos los recuerdos explotan en mi mente.

Desde sus miradas hasta sus mensajes de texto.
Y si.
No pude evitar responderle, les juro que las manos me picaban por contestar, ese y la fila de mensajes más.

—Creo que estoy mejor. —murmuro un poco nerviosa— ¿Dónde estoy?.

—Estas en la enfermería de la universidad, te trajimos aquí, por que te desmayaste. —responde— en mis brazos. —recalca.

Creo que ahora lo que me inunda es la vergüenza.
¿Es en serio?.
¡Hay Emma!, entre tantos brazos te viniste a desmayar en los de tu crush.

Si, ahora ya subió de rango.

La puerta se abre sin ser tocada, Malik se sienta a mi lado, y acomoda varios mechones de mi cabello que está suelto.

Mis mejillas se van encendiendo, desvío mi mirada para ver al señor Sabbagh entrar con lo que supongo es el doctor.

Él doctor se acerca a mí y me sonríe.
—Hola Emma. ¿Cómo te encuentras?, ¿Se ha aliviado tu dolor de cabeza?.

—Ha cesado, solamente con movimientos bruscos siento un leve dolor.

Asiente y hace sus anotaciones. —¿Te ha pasado esto antes?.

Asiento sin saber que decir. —¿Hace cuando fue tu última vez?.

Inhaló y mi pecho se comprime. —Hace unas semanas.

—¿Te pasa seguido?, ¿Llevas un tratamiento especial?.

Asiento. —He llevado el mismo tratamiento por años, el resultado ha sido bastante efectivo, pero desde hace unos meses los dolores se han vuelto más constantes.

—¿Ese tratamiento no tiene efectos secundarios en tí?.

—Nunca he tenido efectos. —con voz suave respondo— ¿Qué pasa doctor. ¿Ha encontrado algo?.




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