Un jeque para Emma

Capítulo 32

XXXII. ¿Los muertos pueden resucitar?

SAMANTHA MÜLLER.

—¿Falta mucho?. —le pregunto a Henrik.

—No, en unos minutos llegaremos. —dice con la vista fija en su tablet haciendo anotaciones.

—¿Sabes algo de Melina? Quedamos de vernos en el aeropuerto. —le explicó, Henrik levanta su vista de la tablet.

—Ya se encuentra allá, al igual que H1. —comenta.

—¿Tío Asher está con ellos?.

—Reposo obligatorio. —dice con un atisbo de sonrisa—. Melina lo amenazó, según palabras de mi gemelo, así que está descansando con sus hijos.
—Es lo mejor. —comento.

—Si.

Me recuesto sobre el asiento, sin darle una respuesta me concentro en el camino, el bosque que debemos cruzar para llegar a nuestro destino ronda entre una hora de viaje.
El atardecer ya está apuntando el cielo, lo significa que por la noche estaremos regresando de nuevo al centro de Dubái.

Después de la fiesta, me mantuve de incógnita, sin salir del apartamento nuevo en el que estoy habitando. 
Los medios buscaban hasta la menor posibilidad para que respondiera su sinfín de preguntas, y diera mi versión de los hechos.
Me sorprendió mucho que ningún medio publicará algo sobre la golpiza con el bastón a James, no dudo que alguien haya pagado por el silencio de esa información.
Tío Asher no ha mencionado nada al respecto, debido a su reposo obligatorio por las lesiones amortiguadas por el accidente.

Esta mañana Camille termino su mudanza al nuevo apartamento cerca del hospital central, ese fue un regalo que decidí darle mucho antes de que revelará mi verdadera identidad.
Cómo las cosas estaban calmadas, decidí hacerle un pequeña visita y su reacción no me pasó desapercibida.

Flashback.

—Camille. —la llamo cuando la seguridad me da pase libre para entrar, una música suena desde la cocina y me encaminó hacia esa dirección.
La encuentro preparando un café desde el reposadero, y carraspeó para que note mi presencia.

Se sobresalta y cuando se da la vuelta empalidece de tal manera que me acerco con cautela y preocupación. —¿Pasa algo?.

—Hola... no pasa nada. —suspira después de varios segundos—. Te pareces mucho a una persona de mi pasado.

—¿Sabes quién soy?. —le pregunto siguiéndola hasta la sala.

—He visto las noticias. —dice tomando a su bella hija en brazos—. Sería un pecado no saber quién eres.

—¿No te sientes... engañada?. —le pregunto confundida.

Niega. —Para nada. —comenta acercándose con la bebé—. Todos llevamos cosas que no queremos sacar a la luz, te entiendo más de lo que tú crees Sam. —chasquea los labios—. Ya te puse apelativo, soy exprés. —sonrío por sus palabras—. En fin, aunque yo no haya cambiado mi apariencia, no quiere decir que no pase por lo mismo.

—¿Es algo malo?. —le digo preocupada—. Si es así, me lo puedes decir, la seguridad de Ian y Zara puede peligrar.

—Es una historia muy larga. Será para otra ocasión. —musita—. Pero no es para nada de peligro, simplemente no quiero volver a ver a las personas de mi pasado, no quiero que mis bebés se contaminen de negatividad.

—Esta bien. —respondo.
Camille juguetea con los bebés mientras conversa, y de vez en cuando me hace cargarlos.
Zara es muy débil, a pesar de su recuperación milagrosa, tiene que estar bajo tratamientos respiratorios.

Ian por su lado, llama la atención de su madre y busca el calor de su hermana a cada minuto, y cuando no las encuentra cerca empieza a llorar hasta que logra su objetivo.

—Una chica llegó a buscarte a tu departamento. —dice Camille de repente—. Creo que se llama Mila—comenta—. Ella no me vio, por qué de hecho venía encaminó, pero entro al edificio y decidí esperar en el auto, y en pocos minutos volvió a salir rumbo hacia su edificio.

—Falta poco para ingresar de nuevo a la universidad. —musito suspirando—. Supongo que les debo algunas respuestas.

—Podrías hacerlo ahora, antes de volver a las rutinas. —comenta—. O bueno, antes de que los escándalos vuelvan.

—Puede ser. —respondo pensativa—. ¿No había nadie más con ella?.

—Nop. —contesta mirándome divertida—. ¿Quieres saber si el papasito griego se encontraba?.

Niego ante su mirada con una sonrisa. —No era por Jethro, era simple curiosidad.

—Ujum. —exclama—. Yo que tú no desperdicio el tiempo, vale oro.
Además podrías aprovechar inventando cualquier excusa.

Mi teléfono suena al momento que ruedo los ojos, sin ver el remitente se que me tengo que marchar, así que me despido de Camille y mis casi idénticos sobrinos.

Al entrar en el auto, la ansiedad me carcome más de lo normal, y después de varios minutos de indecisión, le doy la dirección a mi chófer y sin chistar me lleva hacia el edificio donde los chicos habitan. Aunque talvez Mila y Kalen sean los únicos que se encuentren, ya por qué los demás no llegarían hasta mañana.

La seguridad que tengo que usar, siempre irrumpe primero en un lugar, y con dos de ellos adentro subo al ascensor marcando el piso de Kalen, que es el más cercano ahorita.

Tecleo un breve mensaje a Henrik, indicándole donde estoy y que me tomaré unos minutos más en un asunto importante.
Al momento en que las puertas metálicas se abren, escucho voces provenientes del interior, y cuando más me acerco las voces se logran distinguir con claridad.

La puerta se encuentra entre abierta, al parecer están haciendo una breve reunión, pero al escuchar mi nombre frunzo el ceño confundida y me quedo ahí unos momentos escuchando parte de su conversación.

Cuando se quedan en silencio, abro más la puerta, dejando a los hombres que me siguen en la salida, y cuando decido hablar todos voltean sorprendidos al verme.




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