Un juego mortal

CAPÍTULO 22

 

CAPÍTULO 22

POV DANIEL – LÍDER DE REINO OCULTO

 

Lamí mis labios al sólo recordar lo bonita que mostraba con el cabello blanco. Aún atesoro aquellos recuerdos que viví con Kamila, tal vez para recordarla aún cuando sabía que ella viviría su vida tranquila al lado de otra persona.

Nunca imaginé verla en mis tierras con otro aspecto, era distinta a como la había conocido. Pero igual estaba hermosa, me gustaba la nueva Kamila. Andrea le dio algo de ropa, pero esta sólo era blanca como el color de Reino Oculto, igual se veía espectacular.

—¡Estás preciosa con el nuevo color de pelo! —dijo mi hermana chillando como loca.

—Ya veo —dijo una tímida Ka. —¿Tú también tienes poderes?

Mi hermana asintió contenta y comenzó a caminar hacia la salida con el pretexto de irse a conseguir algo de comida.

Hermano, es toda tuya. Sé bueno con ella.

Entiendo, mocosa.

Me levanté y di vueltas alrededor de Kamila. Toqué su cabeza y me metí en sus recuerdos, necesitaba saber quien le había quitado todos sus recuerdos.

Ví a un chico y otro chico. La muerte de sus padres, el engaño que le hicieron... el romance que tuvieron y el mismo que la mató.

Por alguna razón, me sentía herido. Ese chico se había hecho pasar por mí, eliminando todos sus recuerdos... como también que amó a ese chico aún cuando ya estaba unida a otra persona.

—Simplemente sucedió como su plan

—Tú no estás enamorada de él —dije de pronto, —Es tu poder quien se enamoró de él, ese te atrajo con su poder

—Pero igual engañé a mi esposo.

—A su hermano —dije. Me acerqué a ella y la observé, miré el corte con tan sólo tocarlo. Kami gimió de dolor. Observé la marca que tenía con ese, saqué mi poder y detuve la ubicación, él no tenía que saber que estaba viva.

—Tienes una marca con él...

—Es la unión de estar unidos, somos lideres

—Yo también soy líder y también tengo eso contigo...

—¿Qué?

Me alejé de ella. No puedo creer que ese imbécil le haya quitado sus recuerdos, esos recuerdos que yo realmente anhelaba. Quité el rastreador que estaba en su marca, debajo de su oreja.

—Besos también cuentan como intimidad —dije sin mirarla.

—Pero no tengo uno...

Levanté mi brazo y se lo mostré. Levanté el suyo y allí estaba.

—¿Cómo...?

—Eso sólo funciona con lideres de reinos. Él otro nunca va a tener uno, aunque te bese

—¿Te refieres a...?

—Al otro idiota, —digo acercándome a su oreja, —Ahora, ¿Qué harás?

 

 

 

 

 

 




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