Un kilo de amor ¡por favor!

Capítulo 3

 

Lorenzo

 

—¿Qué hace usted en mi casa? —pregunté al ver a esta mujer en mi hogar con mi pequeña hija.

—Disculpe señor, es la nueva babysitter ¿Lo recuerda? —me informa mi empleada.

—¡A mi oficina! —dije de manera autoritaria, me di vuelta y comencé a caminar, pero sentí que venía solo y al darme vuelta afirme mi sospecha, entonces volví sobre mis pasos y aquella mujer estaba con mi pequeña hablando muy risueña.

—¿No me escucho? —tanto mi hija como ella me miraron.

—¡Papi qué pasa! Ella es mi nueva amiga —consulto mi pequeña y lo que dijo luego no me gusto.

—Berta lleve a Juliana a su habitación y usted venga conmigo —les dije y ambas asistieron, fui a mi despacho y por fortuna aquella mujer esta vez sí hizo lo que le dije.

—Disculpe señor, no quiero incomodar, me puedo ir si quiere —hablo rápido casi sin respirar.

—¿Qué hace aquí? —pregunte una vez más.

—Que no escuchó a su empleada, soy la nueva babysitter de sus hijos —me respondió y clavó sus ojos en los míos, eso me molesto y mire a otro lado.

—¡No puede trabajar aquí! Lo siento —ella cambió su semblante y abrió su boca para decir algo, pero calló, al parecer lo pensó y habló.

—¡Si puedo! Cumplo con los requisitos para el puesto, además ya firmé mi contrato, no puede rescindirlo, usted sabe muy bien que puede pasar si me corre el primer día sin alguna explicación lógica.

—¿Me está amenazando?

—No, por supuesto que no, solo le informo lo que usted ya sabe, además no haga tanto drama que solo cuidare de sus niños ¡No de usted! —me desafío y me gustó, ella no sabía con quién se metía.

—Veo que es directa, como lo fue en mi estudio jurídico al tratarme con burla.

—Bue… bueno tampoco le dije nada que no es, además déjeme decirle que fue su culpa.

—Mejor terminamos esta discusión absurda aquí, vaya a la cocina con Berta, ella le informará de sus quehaceres —ella abrió su boca grande y luego se la tapo.

—Al final no resultó ser tan amargado —volvió a taparse la boca —¡Lo siento señor Conde no lo diré más!

—Señorita que acepte que cuide a mis hijos es solo porque tiene un contrato firmado, no se pase de la línea y para usted soy señor Heraldrys —dije bien claro —¡Entendió!

—¡Perfecto! Señor Heraldrys —dijo casi deletreando mi nombre, se dio la vuelta para irse y la detuve.

—¡Espere! —se giró y me miró como enojada, supe al verla que me traería problemas.

—Ahora que quiere señor Herladrys, estoy en horario laboral, debo cuidar de sus niños, o es una trampa suya para buscar una excusa y correrme —contuve mi enojo ante la falta que dijo.

—Soy un hombre recto que jamás usa artimañas tan bajas, solo quería decirle que no puede venir así vestida —señale su ropa y ella rio.

—Lo siento, no quise ofender y con respecto a esto ¡No tengo más ropa que está! —señalo su outfit colorido, traía puesto un jardinero amarillo, una remera color azul, acompañada de una campera de jeans azul con tachas, y zapatillas doradas.

—Necesito que use colores neutros ¿Si sabe cuáles son?

—No soy daltónica y descuide le pediré consejos a su empleada —me respondió con soberbia y redoble la apuesta.

—Mejor no, le asignare un uniforme ¡Como el de Berta! Y no se preocupe que no debe gastar en ello —busque la tarjeta de la modista y se lo di —Vaya a este lugar y pida el uniforme de la casa Heraldrys —le acerque la tarjeta, ella la miro, levanto una ceja y sonrió.

—De acuerdo —solo dijo aquello y se fue.

Seguí con mi trabajo en mi despacho, llamé a Berta y esperé que llegara.

—Disculpe señor ¿Qué se le ofrece? —ingresa mi ama de llaves.

—Por favor, entre y cierre la puerta —ella hizo lo que le pedí y se quedó parada mirándome, Berta era una mujer mayor, llevaba trabajando conmigo desde que era muy joven, siempre fue eficiente y leal —Necesito que vigile muy bien a la señorita nueva que entró a trabajar, y también llama a la casa de modas, informales que va a ir una nueva empleada, quiero que le hagan un uniforme como el de usted.

—Enseguida señor ¿Se le ofrece algo más?

—¡Si! Tráeme el desayuno e informa a Sebastián que en media hora salimos ¡Ahora retírese! —ella agacho su cabeza y se fue, al cerrar la puerta me quedé pensando en lo rebelde y maleducada que era aquella mujer, tome el teléfono de línea y solicite cita con la dueña de agencia Nannys, como podrían mandarme una empleada así, Berta trajo mi café, lo tome rápido y salí hacia la cochera.

—Buenos días, señor Heraldrys —me saluda Sebastián mi chofer.

—¡No tienen nada de bueno! Ahora llévame al estudio jurídico —él abrió la puerta y cuando iba a subir Juliana sale de la casa.

—Papi no te vayas aun —llega rápido antes de que cierre la puerta y al verla me bajo.

—Disculpa cariño ¡Olvide darte un beso de despedida! —me sentía mal por mi falta, en ese momento la nueva babysitter salió de dentro de la casa y se quedó mirándonos.

—¡Ven conmigo por favor! —me tomó de la mano y no podía decirle que no, al caminar hacia adentro la tomé en mis brazos, al mirar hacia la entrada la nueva empleada ya no estaba allí.

—¿A dónde vamos Juli? —le consulté y ella sonrió feliz.

—Quiero presentarte a alguien —me respondió y sabía lo que tramaba, pero no podía llevarle la contraria a mi pequeña.

—Papi tiene que ir a trabajar —le dije.

—Lo sé, pero será rápido ¡Promesa! —tomó mi rostro y dejó un sonoro beso.

Al entrar en la cocina, el desayuno se encontraba preparado en la mesa redonda, esa que usábamos antes cuando Lisa, mi difunta esposa, vivía.

—¿Qué es esto? —pregunte sin entender, ya que, desde la muerte de mi esposa, mis hijos casi no pisaban la cocina.

—¡El desayuno papi! Y ella es Connie, me ayudó a preparar todo ¡No te vayas, quédate a desayunar con nosotros! —me removió al oír a mi pequeña, no podía decirle que no.

—No se preocupe señor, no los molestare—respondió la nueva niñera mientras terminaba de cortar las porciones de torta, se dio vuelta para irse, pero Juliana la detuvo.



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En el texto hay: comedia, amor, babysitter

Editado: 29.05.2022

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