Un libro escrito con el corazón.

9

Reneta estaba muy feliz de tener un hermano menor.

La diferencia de edad entre ella y Nicolás era de tan solo un año por lo que prácticamente crecieron juntos, divirtiéndose juntos, peleándose, gritándose, odiándose, amándose (Aunque no lo pareciera) pero sobre todo apoyándose mutuamente en las buenas y en las malas y de estas últimas situaciones, lastimosamente si habían pasado.

Nicolás era solo un poco diferente de lo que eran otras personas, algo que no solo resintió la pobre Renata, sino también su madre, una mujer llamada Cloe Vera quien los había estado criando ella sola.

Ella era una mujer de cabellos morenos largos, tez olivácea, ojos oscuros, de baja estatura pero pese a eso, en realidad tenía una complexión fuerte y era muy linda, jovial y le gustaba estar con sus hijos en sus tiempos libres.

— ¡Nicolás!— Grito la asustada mujer, mientras le quitaba de las manos un cuchillo de cocina ahora cubierto de sangre— ¡Rápido, hay que llamar a una ambulancia! ¡Renata, trae las servitoallas!

Reneta solo pudo ver a su hermano con una gran herida en el brazo, mirándola de regreso como si nada hubiera pasado, esbozando una leve sonrisa pero con las manos cubiertas de sangre la cual goteaba en el suelo blanco y que su madre había terminado batiendo con sus pisadas.

Nicolás paso por una serie de pruebas psicologías y psiquiátricas, buscando alguna clase de trauma que lo orillara a quitarse la vida pero no hubo nada por ese lado, en realidad, el problema aparente venia de su propia cabeza.

Aun así, fueron más de tres años en los que la pequeña familia le busco una explicación exacta al evento y a los otros tantos que habían estado pasando, que, como si la sangre fuera un detonador, comenzaron a ser más frecuentes.

Renata pensó que su hermano solo era un imprudente, un llorón, un exagerado pero no era del todo así.

—No podemos asegurar que sea esta enfermedad pero los síntomas se asocian bastante al TLP— Cloe miro con atención al médico, un anciano que leía sobre sus lentes las múltiples pruebas que le habían hecho a Nicolás— O bien, el Trastorno Límite de Personalidad.

Saber la enfermedad solo lo hizo más difícil.

Y Renata no termino de entenderla si no hasta que fue adulta, así que fue difícil también para ella tratar a su hermano.

Después de eso, su hermano siguió yendo a terapia, tomando medicamentos y todo parecía estar bien. Todos se esforzaban por que todo saliera bien, incluyendo Renata pero algo se sentía diferente.

Ya no se peleaban, ya no se reían juntos y ahora solo convivían cuando estaba su mamá presente y eso no estaba bien.

Y con la llegada de la adolescencia, la distancia se acrecentó algo que parecía no afectar a Nicolás pero si a Renata que estaba muy feliz de tener un hermano menor pero que ahora solo tenía a un compañero de casa con el cual, casi ni hablaba.

Pero dio un paso adelante. Era la hermana mayor y claro, había apoyado a su hermanito pero era justo eso, su hermanito, no un compañero de casa. Debía haber algo más que unos “Buenos días” cordiales tras todo lo que habían vivido antes, tras todas las travesuras, tras todos los gritos, tras todo lo había sido normal antes.

— ¿Por qué?— Preguntó Renata hacia su hermano mientras este hacia tarea en la sala, con los audífonos puestos, así que ni la noto hasta que pico su cuaderno, provocando que este levantara la vista— ¿Por qué?

— ¿Eh?— Nicolás inclino su rostro y luego se quitó los audífonos— Perdón ¿Qué?

— ¿Me odias?— Renata no sabía cómo preguntar aquello.

—A veces eres insoportable pero…— Nicolás esbozo una sonrisa burlona.

— ¡No hablo de eso!— Reneta levantó la voz, lo que sorprendió un poco a Nicolás pues ella raramente gritaba. Era más fácil que él o su mamá lo hicieran que ella— ¡¿Por qué dejamos de ju… hacer la tarea juntos?! ¿Por qué no hablamos ahora como antes? ¿Por qué me alejas?

Nicolás no pudo evitar soltar el lápiz y erguirse en la mesa, sin mirarla.

—No, lo siento, solo…— Renata sabía que era injusto gritarle por eso. Él no tenía la culpa de que su cerebro funcionara diferente, de forma más intensa, de esa forma que seguro a él también le causaba dolor.

Lo había hablado con su mamá, sobre todo para terminar de entenderlo y sabía que su hermano no estaba loco, solo era diferente.

—No te odio, ni a mamá, las amo, como no tienen idea pero… No quiero ser una molestia— Nicolás la miro finalmente, apretando los labios.

— ¿Una molestia? ¡Ya has sido una maldita molestia todo este tiempo! ¡¿De qué hablas?!

Nicolás bajo el rostro, haciendo una mueca.

—No, yo…— Renata negó con la cabeza— Solo…

—Lo sé y por eso prefiero no ser una molestia ahora ¿Si?— Nicolás tomo el lápiz para seguir con su tarea pero temblaba, al menos así fue durante los primeros segundos, ya que luego comenzó a escribir.

Renata ya no supo que decir y desde ahí, su relación se mantuvo estancada.

Nicolás estaba aprendiendo a lidiar con eso. Si perdiera el control y se dejara llevar por tan poco, entonces posiblemente sea una molestia mucho mayor de la que ya es y no quería eso.



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En el texto hay: celos, drama, drama -romance

Editado: 18.04.2025

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