Nicolás estaba esperando con tranquilidad justo en la entrada del Metro Reforma donde habían quedado de verse, mientras veía a los transeúntes pasar, buscando inspiración para algunos personajes extra o bien para alguna nueva historia que pudiera ocurrírsele mientras esperaba, esto para que seguro más tarde lo termine desechando todo o usando conceptos que podrían no ser los más divertidos o correctos.
Vestía un pantalón de mezclilla y una playera azul bastante casual. No quería parecer demasiado serio para la gente de la editorial. Al fin y al cabo, lo conocieron así, bastante casual.
Para su alivio, Bianca venia similar.
Vestía una blusa blanca con una chamarra sobre esta de color azul y una falda de mezclilla también azul, además de unas botas que le llegaban debajo de las rodillas.
—Lamento la tardanza, decidieron hacer una marcha por donde vivía.
— ¿Cómo por?
—Agua…—La joven se encogió de hombros.
Los chicos avanzaron caminando por las calles bastante transitadas del centro de la ciudad, hasta que llegaron a un pequeño edificio escondido entre dos calles bastante poco conocidas de la misma. Al final era un piso rentado o al menos eso pensaba Nicolás ¿O venderán los pisos individualmente? Él casi esperaba que sí.
—Yo pensé que todo el edificio era la editorial…
—Sí, la primera vez que vine, yo también— Nicolás se rio en voz baja.
Ambos entraron y subieron hasta el segundo piso, donde encontraron un piso lleno de algunos escritorios donde escritores hablaban con sus editores o bien algunas otras personas revisaban documentos y otras tantas cosas como dibujos. Algunos seguro estaban trabajando en el sitio web y otros en las finanzas.
Nicolás ya sabía dónde estaba el escritorio de Benjamín así que fue directo.
— ¿Nicorpe?— Preguntó una voz que lo hizo girarse, sorprendiendo a Bianca quien frunció el ceño.
—Es Nicolás o Nicolarte— El chico ya sabía quién era.
Fernanda Olmos era una chica de veinticuatro años, de cabellos cortos morenos, labios delgados, nariz respingada, y ojos de una tonalidad casi azul. De tez clara, delgada, y de baja estatura, quizá de un metro cuarenta y cinco.
—Lo que digas, Nicorpe— Insistió Fernanda, esbozando una leve sonrisa.
—Como sea ¿Has visto a Benjamín?— Preguntó Nicolás haciendo una mueca.
—Ah, tu ex editor, pues debe de estar en su cubículo ¿Qué pasa? ¿La has vuelto a cagar? Seguro que si ¿Cuándo aprenderás? Solo le haces daño a la gente que siempre te apoya cuando tratas de protegerlos y…— Fernanda dijo aquello con frialdad.
—No me conoces...— Nicolás avanzo hacia el escritorio de Benjamín.
—Te conozco más de lo que crees— Fernanda dio media vuelta y volvió a su cubículo.
—Esa chica… Te odia— Bianca hizo una mueca.
—Y la verdad es que no tengo idea de porque, y ya trate de preguntarle a su mejor amiga pero ella tampoco tiene idea.
— ¿Su mejor amiga?
—Rita.
—Oh, ya veo…— Bianca no entendía el drama pero comenzaba a sospechar que el mundo era de verdad un pañuelo.
Llegaron al cubículo y se colocaron a lado de Benjamín, quien estaba revisando algunos documentos que ninguno de los escritores quiso husmear, aun así, el chico tardo en levantar la vista.
—Bianca ¿Cómo has estado?— Pregunto este girándose hacia ella.
—Yo también estoy aquí…— Nicolás le llamo, sin dejar que Bianca saludara.
—Eso veo— Benjamín le miro con una ceja levantada— ¿Qué quieres?
— ¿Cómo que qué quiero?— Nicolás soltó un suspiro irritado— ¿Por qué diablos dejaste de ser mi editor? Si fue por lo que paso antes, quiero disculparme ¿Si? No estaba bien y no fue justo desquitarme contigo…
—Ya veo, lo acepto— Benjamín lo dijo sin levantar la vista de su computadora.
El silencio se formó.
— ¿Y es todo…?— Continuo Nicolás.
—Si ¿Qué más quieres?
— ¿Qué me digas si volverás a ser mi editor? Escucha, tengo…
—No, no volveré a serlo— Benjamín finalmente lo miro.
— ¿Por qué?
—Lo que me dijiste…
—Ya me disculpe…
—No se trata de eso— Benjamín giro su silla para mirarlo— Lo que me dijiste sobre que siempre buscaba algún error… No te equivocabas, quizá… Fue mi culpa que tu obra terminara así.
— ¿Ahora de qué diablos hablas?— Nicolás no terminaba de entenderlo.
—Quizá modifique tanto tu historia buscando que se parezca al ideal que buscaba yo, sobre el tuyo que termine destruyendo tu obra… Quizá por eso ya no género como Altamar ¿No crees? Quizá yo fui el problema.
— ¿Olvidas quien fue el editor de Altamar?
— ¿Cómo olvidarlo? Fui yo…
—Entonces…
—Pero en ese momento era diferente ¿Si? Y ahora es diferente así que me centrare en buscar a alguien más. La editorial seguirá buscando un editor a tu gusto, ya sabes, mientras, manda tu capitulo al correo de la empresa y alguno de los editores disponibles lo revisará…